miércoles, 9 de octubre de 2024

LA HISTORIA DE AMOR MÁS GRANDE JAMÁS CONTADA

 

LA HISTORIA DE AMOR MÁS GRANDE JAMÁS CONTADA

 

I

Quizás él más por su naturaleza y ella posiblemente por sus circunstancias vitales, pero sea cómo fuere, los dos tenían una seria tendencia hacia la soledad, hacia la reflexión y  hacia contemplación del mundo desde sus motivos.

Andrés solía a acudir a un teatro que se encontraba al final de la calle San Vicente, casi ya entrando en la calle de la Paz, cuando salía del trabajo y habiendo alguna obra que le interesase, que eran casi todas. Tenía una gran facilidad y necesidad de huir de la repetición, comprensión y sisentido que todos compartían – él se consideraba fuera de ese grupo, que cómo buen aprendiz de sociólogo Nietzscheiano, calificaba como borreguismo. Era un amante del teatro, le gustaba desde la soledad que le daba la oscuridad de la butaca, disfrutar de la actuación emocionándose con el espectáculo de la interpretación. Siempre sentía una gran complicidad con la actuación de los artistas. Sentía comprensión, afinidad, sentía como si estuviese actuando con ellos o con ellas. Vivía, casi exageradamente las obras. Salía en ocasiones sudado por las puras emociones que arrastraba. Tras las sesiones de teatro se dirigía al barrio del Carmen, buscando algún lugar donde tomarse unas tapas y cerveza. El barrio del Carmen era inhabitable en los meses turísticos en Valencia. Había más extranjeros que granitos de arena de la playa de al lado del puerto de su ciudad, pero en invierno y en ciertos lugares que Andrés sabía,  tenían entonces todavía una pequeña soledad, distinción y genuinas que ya apenas quedaban por ningún sitio. Desviándose de la calle baja, se encontraba bajo un arco románico de la antigua ciudad medieval y unos metros más adelante, un pequeño garrito donde hacían unas buenas patatas bravas que a Andrés le enloquecían. Con esto, una cerveza y su obra de teatro, se iba satisfecho a leer en la cama antes de dormir. Le gustaba y lo disfrutaba, pero apenas por unos minutos pues rápidamente caía rápidamente dormido profundamente. Dormía muy bien, ahora, ya había recuperado la tranquilidad con la que nació. La soledad que tanto amaba le dejaba mucha paz emocional. Por fin dejó de exhibir su vida social y curar las heridas de ya hace algunos años producto del desprecio de algunos. Deprecio venido por su diferencia vital. Superando las purgas y heridas del pasado que le impedían seguir su afortunada naturaleza, su ansiado y curativo amor por la soledad.

Carmen amaba la ópera, y tras acudir dos días por semana al Palau, a la vera del riu,  y siguiendo el camino de éste,  salía a la altura del Carmen y también paseaba y buscaba ya casi entrando la noche, un lugar para tener un solitario idilio para tomarse una cena muy ligera. No lo recordaba y no lo quería saber, como era ella antes de un fuerte accidente que sufrió. Ella se preguntaba cómo sería antes del accidente, aunque sus amigos y familia le decía que apenas había cambiado…ojalá, pensaba ella que esto fuera así. Dos veces por semana, recorría también algunas calles empedradas del Carmen buscando algún garrito donde tomarse unos boquerones, su tapa preferida con una cerveza negra. También, como Andrés, huía de este precioso barrio cuando se inundaba de turista que, como borregos o cerdos en el puercal, eran traídos en grandes trasatlánticos por miles. También conocía los establecimientos más perdidos y secretos donde calmar sus emociones y tener una curativa operación emocional. La ópera ya no era un disfrute, se había transformado en un vicio, una pasión carnal de la que no podía huir de ella. Sabía de eta dependencia anímica, pero se decía que al menos no tenía ninguna consecuencia patológica.

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