Abrieron las puertas y Agustín le dejó pasar amablemente. Ya cerca de mi, me dedicó una formal sonrisa y se colocó a mis espaldas en la barra del bar, manteniendo una conversación en Ingles con el otro interlocutor, que por sus rasgos, era oriental pero, entonces, no sabía de donde. Yo no estaba escuchando pero entre mi curiosidad, cercanía y atención “accidental” oí la conversación. Algo le dijo el extranjero a lo que él –con una gran sonrisa- le contestó:
- ¡oh!, yes, yes, my “cebollino”
Mi frente se arrugó de sorpresa. Me giré. Mi espalda daba con la del, imagino, cliente y tenía enfrente la cara de Agustín, que seguía formal y distanciado.
- Yes, yes, don’t worry, my “cebollino”
Pagaron y se fueron. Al pasar a mi lado me dedicó,Agustín, una mirada picarona. Entre hipótesis y especulaciones terminé el poleo flipando todavía con la historia.
Al día siguiente hacía frío. Entré en “mi” café con la nariz congelada con ganas de meterla, la nariz, entre la humareda de mi poleo. En esto escuché allá a lo lejos unas grandes carcajadas. Eran Agustín y Anselmo. Me acerqué.
- ¡No me lo digas!
- Si, si, así fue.
- Eres un Crak.
Siguieron riéndose hasta que llegué a su lado:
- A ver, amigo, explicame lo que oí ayer
- Andrés –dijo Anselmo- ahora te lo cuento yo. Pero quédate con la cara que puse cuando oí a Kha asuma, el Coreano, decirle a nuestro presidente y delante de toda la junta directiva en la última reunión y con tono cariñoso y conciliante, dos veces –Yes Ok my “cebollino y yes, all right, my “cebollino”.
- Pero, Agustín, cuentame como conseguiste que el Coreano hiciese eso, mostruo. ¿Cómo te lo montaste?
- Pues mira –vacilando un tanto de cintura- le dije que era una expresión muy típica de esta ciudad y que transmitía amistad y cercanía. Estuve trabajando en el asunto toda la mañana, cuando me viste.
Seguimos riéndonos recordando la cara de sorpresa, indecisión, extrañeza, incompresibilidad y sobretodo de “cebollino” que se le quedó a nuestro presidente.
Comenzé el día muy bién aquella mañana.
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