Y la tercera partida comenzaba, y con ella, llegaban también las trampas.
Habían creado un código para señalizar la carta y poderse mandar la información.
Los tres jugarían sabiendo, cada uno, sobre 17 y 22 cartas y los contrincantes 5 o 6.
Ahora bien, la efectividad del engaño, se potenciaba con el cambio de uso de ellas, según sea la posición que ocupara. Las apuestas irían en función de la colocación en la mesa.
Los contrincantes podrán observar, dudar, preguntarse,sobre las intenciones del que hace y sube la primera apuesta, sobre las posibilidades en función de los descartes y demás. El loco que apuesta tanto con tampoco y yo voy a por él, se trasformará, en una derrota por parte del siguiente.
La mañana anterior y por el móvil, habían estado hablando los dos, Andrés y Ana y esta última le había insistido en la necesidad en estas circunstancias de controlar bien todo lo que estuviera encima de la mesa. Tuvieron un par de comentarios que ya nadie hacía caso pues eran repetitivo, que si la intuición y las sumas.
Ana había estudiado matemáticas habiendo continuado sus estudios obteniendo la tesis doctoral en el departamento de geometría, realizando un estudio comparativo entre Tales y los principios actuales. Demostró ya en su carrera que tenía una mente privilegiada. No le costó mucho encontrar plaza en el sistema público de enseñanza escolar y aquí e inmediatamente, llegó, su desilusión y aburrimiento. La entrada en los circulos de investigación en la universidad, eran básicamente imposible, por su caracter endémico y privilegiado y lo de dar clases no era lo suyo. La divertía mucho y más hacer calculos probabilísticos para jugar en el casino. Entre el desasosiego de su oficio, su potencia mental en el calculo y sus pocas tardes en el casino, fueron las circunstancias en las que se coinocieron.
Andrés, no tenía estudios y nunca los necesitó. Era un hombre educado, equilibrado, agradable y pensaba fundamentalmente en las partidas de la semana, en su amor por Ana y en los kilometros de su moto. Tenía conocimiento y hablaba de muchos más temas, pues era un gran lector y esto le habia dado una buena cultura. Ahora bien estas preocupaciones eran totalomente secundarias frente al disfrutre de enfrentarse a sus intuicciones en el juego y los kilometros en la libertad de su moto.
En esta tercera partida, se dieron las posiciones totalmente alternadas entre los Arabes y occidentales, que eran sólo y unicamente allí, jugadores de pocker, lo cual daba un muy buen escenario para comenzar a practicar lo ideado y calculado.
Las señas comenzaron a bailar por encima del tapete de aquella mesa y empezaron a sentir que el asunto fuincionaba pues restantes jugadores parecíase que se preocupaban nunca del que iba a ganar la partida. Esto se ponía y seguía el plan realizado.
La tercera partida fue plácida, interesante, divertida pues habiendo apuestas fuertes, los beneficios fueron equilibrados.
No debían, de momento, hacer valer totalmente la estrategia para utilizarla, sin sospecha en las últimas partidas, donde siempre aumenta el tono, volumen y cantidad de todo. Y ellos querían ese todo en dinero.
Ya por la noche, Ana escudrinaba el cielo despejado y respetado por una luna escondida, buscando las estrellas que aprendió y la relación geométrica entre ellas. Sí, le gustaba mucho Andrés, pero era de todo, menos romantica para demostrárselo.
Andrés también volvío al hotel tras darse un gran paseo al acabar la partida. Tenían unas playas bellas y unas tiendas en los paseos centrales de la city realmente modernas y elitistas. Se sentó en un bello banco de madera situado en frente de la tienda de Harley davison. Se imaginaba recorriendo el mundo con Ana en alguna de aquellas. Andrés también la quería, pero tierno y pasional, como él era.
Eran totalmente diferentes pero tenían en común, lo que les aburría la normalidad, su divertimento con el juego y un amor compartido.
Su relación y amor, estaba en otro lugar diferente a la normalidad.
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