Imposible me es en ninguna ocasión,
encontrar un tono de confianza fuera de los círculos pequeños,
cercanos o altruistas.
En el trabajo, en la política, en la
vida pública, la vista rasa y sospechosa con el que está a tu lado
es un hecho muy corriente y aceptado.
El mundo accidental ha traspasado las
reglas y normas básicas del funcionamiento del mercado a las puras y
duras relaciones humanas.
Los medios de comunicación provocan
desconfianza.
Los partidos políticos también.
Las grandes empresas, como no.
No me ahogo en la desesperación.
Relato una verdad.
Es un hecho acomodado en nuestra
sociedad por varios motivos y razones, tales como estos:
- La organización jerárquica.
Salvo algunas empresas de ámbito
familiar o algunas grandes empresas que establecen una cooperativa,
el tanto por ciento más elevado de los trabajadores tenemos una
nómina y nuestro puesto es decidido y juzgado por una persona con la
potestad para ello. Normalmente pocos tienen acceso a ella. Ante
esto, surge en muchas ocasiones una farsa entre aquellos que la
tienen y los que no. Del anverso hacia del reverso y al revés. Se
actúa en vistas, a la solución por qué no, pero y siempre el modo
de operar estará condicionado a las impresiones que dejes sobre tus
actos o los comentarios que puedan suponer. Cuando el poder de las
opiniones de los demás ante tu falta de defensa directa existe,
aumenta el grado de desconfianza. Las personas, en demasiadas
ocasiones, estamos desposeídos de nuestra posibilidad de
justificarnos.
- La forma y el contenido.
No trabajamos nunca jamás con la
sinceridad propia sino siempre con la formalidad exigida. ¡Pues
tantos conozco yo que ponen la sonrisa donde clavarían el cuchillo!,
¡cuantas falsedades formales sabidas y tratadas con normalidad!,
¡Cuanto lo sabemos y cuanta falsedad emitimos negando tanta farsa!
- La falta de valores cívicos.
¡Cuanto dudo de los principios
Antropológicos de Rousseau!, me escondo en la cueva de la ignorancia
pensando en las circunstancias que mandan y configuran a la persona.
¡Quiero creer que todo es consecuencia de una mala educación!. La
educación en ellos, en principios de convivencia, es el axioma
primero para la forma metropolitana que hemos adquirido.
- La acumulación de personas.
Es claro y evidente que la convivencia
con un número amplio de individuos a los cuales apenas conoces,
dispare tu desconfianza hacia ellos, pues en general es complicado
vaticinar la salida que tomará en aquellas circunstancias.
Remontándonos en el tiempo o yéndonos a pequeñas poblaciones, el
nivel de desconfianza crónica y patológica es menor por la
familiaridad en las personas con las que convives.
- La máxima interdependencia.
No te puedes, como hizo aquel
anacoreta pero no misantrópico llamado Zaratrustra, subirte a la
cueva y vivir observando los vaivenes de cualquier lugar. Estamos
vinculados obligadamente a una serie de circunstancias, entidades o
personas, que independientemente de tu pensamiento sobre ello,
estarás obligado a convivir con esto. Esta situación te hará estar
al ladito todo el día de aquel que tan poco apego le tienes y él
tan poco de ti. No podemos, casi ninguno, coger el barco y huir a
cualquier otro puerto.
- Los intereses propios.
La individualización de los actos e
intereses es un movimiento asumido, estudiado y contemplado con
normalidad. Cualquier tipo de acción propia en la búsqueda del bien
de tu familia, especie y genero, es decir los primates homos y
sapiens (las personas como fin – le dijo Kant a su alumno tras el
examen ) no es un acto normalizado ni practicado. Aquellas personas
que así lo hacen, en el caso de descubrirse, suelen ser elevadas a
la montaña de los santos ante la falta de continuidad de estos actos
propios de lo que seria una sociedad medianamente inteligente
respecto a su futuro.
- La competitividad ensalzada.
El mercado libre sin límites, es un
monstruo que no respeta a los competidores. La lucha por la riqueza y
el poder es despiadada. El resultado directo es fácil. Saber que
cualquiera de tu alrededor es un posible competidor y la desconfianza
ante ellos debe de ser máxima.
- La resultante de malas consecuencias
económicas
Sea quizás el momento más
comprensible, el hecho del máximo apego a tu trabajo cuando sólo
puedes traer poco dinero a casa y tiembles de pensar en alguna
problemática en éste.
La solución será complicada, mucho,
pero ante el asunto no tiene más opción para el cambio que su
trasformación total.
Los pequeños ajustes o grandes
cambios, manteniendo la misma filosofía (por llamarlo de alguna
manera) en sus estructuras y modo de operar no solucionará nada,
seguiremos desconfiados ante el mundo que nos rodea pues así éste
nos lo pide.
Queda otra pequeña solución, a la
que yo me aferro aun creyendo que no es mi decisión, sino más bien
la imposición de la naturaleza mía y propia y ésta sería el
asunto que dice que más vale que te engañen alguna vez que no
fiarte de nadie el resto de tu vida.
¿Inocente?, bastante, y además
desprecio a los listillos.
No me gusta ser agorero pero el mal
funcionamiento, o al menos, el funcionamiento mejorable de las cosas
en la actualidad es total y para esto hace falta primero describirlo,
después denunciarlo y por último para que nada sea un sinsentido,
cambiarlo
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