lunes, 5 de diciembre de 2016

El Café, Mario, Andrés y el Espíritu




Eso que dices, es una tontería a la que siempre hemos huido ante la falta de pruebas para justificar y empequeñecer nuestras desgracias. Cualquier existencia espiritual, metafísica o divina, son excusas ante nuestra incomprensión de la realidad. Nuestra pequeña capacidad, desde siempre hasta actualidad, nos ha llevado a sorprendernos ante lo que más adelante, trataremos con toda normalidad y asimilación. No me vengas con monsergas.
Era el tercer invitado, que en la mayoría de los casos suele sobrar. Se fue Pedro y se quedó su amigo, el de Pedro, Mario, malfuncionalmente, charlando conmigo. No fue más que un monologo que consistía en una catarata de convicciones indiscutibles.
Viva Nietzsche o Marx, cuando fueron conscientes de la cobardía u opresión que significaban las religiones que salían en busca de ese espíritu confortador y trashumano, sólo reflejo de nuestra cobardía.
Bueno, tampoco hay que irse tan lejos para discutir estos casos y problemas. Quizás al alejarlo tanto del sujeto buscando planteamientos generales y totalitarios, nos traiga el desprecio hacia el espíritu, producto de la lucha contra la religión
¿De qué me hablas, Andrés?, ¿Qué nuevas distinciones realizas?, ¿de donde obtienes los espíritus y donde los sitúas?, ¿crees o no en los Dioses?
Antes de pensar las respuestas, Andrés notó una pequeña vibración de sus rodillas en el momento en el que la palabra Dios apareció, dejando al espíritu de lado.
Primero te voy a dar una prueba evidente, existente, practica y real de la existencia de una entidad supramaterial que conlleva y codifica nuestros actos, motivos y decisiones. Tenemos un espíritu que se ve directamente entroncado por diferentes estructuras externas, que condicionan su actuación y su producto y resultado.
¿Qué me dices?, Andrés.
Lo que oyes, Mario.
Venga, sigue.
Andrés separo algo su silla de la barra – pasó el barman por su lado-
Vamos, amigo, caliéntame el poleo, que aquí tanto hablar se me ha enfriado – se rieron los dos, Mario permanecía expectante- Mira, amigo, hay momentos en los cuales no se producen ningún cambio físico-circunstancial pero sí, sin más razón que un proceso interno de funcionamiento, llegamos a una situación, del ámbito que quieras o como lo quieras llamar, diferente. Es nuestro espíritu. Es de tontos, o de encarcelados y atrapados en la sociedad, o de ciegos cobardes, o de estúpidos resentidos hacia los que ya no están, que luchan y se niegan a aceptar esta dimensión muy por encima de la material  que disponemos.
¿Y cómo lo sabes?, ¿escuchando las distintas opiniones al amanecer del poeta?
No, Mario, realizando un estudio científico, mediante el método empírico

Se rio fuerte y la risa se oyó por casi todo el bar.
¿me pretendes demostrar desde una manera empírico-científica la existencia del espíritu?
Sí.
Habla – le dijo mientras sonreía.
Te lo diré. Pongamos a un numero calibrable de personas y hagámosles un cambio de circunstancias determinados, objetos concretos bajo dos conceptos, lo material y lo inmaterial. Digamos que cogeremos lo más próximo posible en cuanto al mayor numero de características formadoras del sujeto.
¿Y?, venga, tengo mucha curiosidad.
Primero, regalémosles un coche nuevo a cada uno, suponiendo que todos tenían ya el suyo, pero este mejor y “de gratis”…..si, la alegría fue en aumento. Es un hecho absolutamente demostrable partiendo de elementos sociales o evolutivos, de prestigio o de determinación y dominio. Todos los individuos sometidos a la diversión se alegraron. Aquí no trabaja nuestro espíritu, pues pensando o no, no hubiera habido una variación importante en el resultado del experimento. Comodidad, supervivencia, poderío social y oros así. Establecer la frontera es difícil, pero no calificar a unos elementos dentro de los conjuntos. Hay muchas fuerzas y elementos materiales que sí que tienen significado para el que recibe pero que no cambian su aspecto espiritual y conceptual sobre la vida. Son cambios sin significado, sin percutir, sin mover tu alma, sin recordarnos que somos más que la plancha de las camisas.
Mario, comenzaba a estar incomodo. Su dominio de las conversaciones era, luz y motivo, que siempre le acompañaban. Y aquí, y lo notaba, se estaba introduciendo en aguas de otra borraja.

Y ¿Dónde aparece y famoso espíritu?, ¿en el regalo, pero de una casa?
En aquel momento entró en el Café Pedro. La reunión a la había salido tendría un retraso de media hora por falta del presidente, así, pues que escapado, se fue a tomar el café que antes, el tiempo, le había robado. Fue llegando tan despacio como apreciaba las caras, los tonos y la conversación de los dos contertulios. Pensaba “ cuanta verdad tiene Andrés en sus palabras, pero cuanto le queda aprender a callarse, que todos no lo disfrutan, lo comparten a discuten como yo, sin calificar al sujeto, en este caso a él, además de juzgar sus palabras”
No, Mario, cambia la naturaleza de aquello que se interpone entre tu persona y la realidad pasada y cuando te des cuenta que ha sido sólo un movimiento interior lo que te ha hecho volar de allá donde estabas a través de unas sensaciones y situaciones puramente anímicas sin ni un ápice de cambio material llegaras a la conclusión de la necesidad de la existencia de una entidad suprameterial. ¿Qué forma tiene el amor?, ¿qué conexiones eléctricas neuronales lo dibujan?, ¿la piedad?, ¿la misericordia?, no hay elemento evolutivo constitucional, neurológico-físico que lleguen a unas estructuras justificadoras de aquellos síntomas.
No, no, Andrés, te equivocas – y volvió a la existencia de la materia como único medio interactivo en la formación y construcción del mundo. Tal y como vino, se fue.

Pedro no había abierto la boca y escuchando se había quedado.
Amigo ¿y por qué no hablas de amor o haces poesía?, ¿Por qué tratas de explicar de forma racional algo tan difícil de entender?, ¿por qué haces metafísica con gente que vive a años luz de algo que no tenga átomos formativos?
Andrés se le quedó mirando. Apenas se había sentado y ya comenzaban los dos a sonreír.
Porqué es una inutilidad, una perdida de tiempo y un mal, el traicionarte y no ser tu mismo. No hay mayor desgracia que ser abducido por unas circunstancias, y además buscadas y provocadas.

Pedro se le quedó mirando y levantando lentamente la mano llamó al barman.
Ponme una copa de ron – dijo suavemente- Andrés se sorprendió. Si que lo había hecho alguna vez, al final de la tarde, pero nunca a mitad mañana, el pedirse una copitas de cualquier licor.
Mira, Andrés, tenemos – me he informado de tu horario- toda la mañana libre y quiero irme de aquí arto y concluido con el asunto del diabloso espíritu. Quiero saber si mis dudas e incomprensiones son productos de mi inquietudes espirituales o son una simple disfunción en el sistema psicofísico que la evolución en mi ha formado. ¿tenemos una forma espiritual?, ¿esta forma tiene repercusiones en la materia?, ¿es producto de un entidad superior?
Hasta el barman se quedo parado. Sabia que Andrés no bebía alcohol. Si agua, y mucha. Pero éste, el barman, si que se puso una pequeña copita también, pues en su trabajo trataría de no perderse este conversación.
A ver, te voy a hacer una enumeración de mis posibles errores y discutámoslos y puede que seas tu quien me los soluciones.
Se aproximaron y comenzaron a hablar. El mundo se difumino, en toda su vulgaridad y poca importancia. Las pasiones de los demás del bar, quedaron reducidas a puras contingencias sin ningún problema, los acontecimientos sentimentales, los amores, los deseos, fueron colocados en una pura combinación genética…era el espíritu, que se manifestaba constantemente en la conversación, lo que les intrigaba. Sabia que trabajaban con éste y querían desvelarlo.
El barban se alejó ya, no podía más.

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