lunes, 22 de noviembre de 2010

LAS PROBABILIDADES



            - ¡Escupo a las probabilidades¡-me dijo Andrésl, y yo le pregunté ¿Qué dices?
            El contestarme, se lo tomó con calma, me miró, dio un paso atrás y razonó.
            Comenzó desarrollando, con mucha intensidad,  el concepto de la rebaño, de las masas, del sinsentido de las muchedumbres y de la perdida de la individualidad. No tardé en comprenderlo. Asumí con cierta facilidad su concepción del estado actual, en el dominio propio de las ideas sobre las personas. Me habló de convicciones y posiciones, buenas o malas, creadoras o destructivas en las cuales los colectivos sociales aceptan por el hecho de pertenecer a él.
            Tras el embobamiento propio que me produjo en su intento de abducción mental, recuperé la lucidez y le pregunté.
            - Espera, Andrés, espera. Me vas a explicar, dentro de tu demagogia y tu discurso, por cuales diantres escupes y balbuceas improperios sobre las probabilidades.
            Respiró hondo dando la impresión de sentirse totalmente incomprendido.
            Despacito, casi insultante, me explicó el engaño de las probabilidades y su alianza con los movimientos propios del mercado en deprimento de individuo, “como un servidor, Andrés Garcia, hasta el último de la fila” .me dijo.
            - Pero, ¿por qué?, no son mas que datos matemáticos.
            - Si, pero mal utilizados.
            - Mira, amigo-continuó, las probabilidades  dan una lectura a posteriori de la acción. Describen lo pasado, generalizando esos resultados.
            - Y ¿qué problema tiene esos datos?
            - Que encadenan al individuo.
            Ahora fui yo quien se retrasó algunos centímetros y puse cara de asombro. Ante esta expresión empezó a contarme que el individuo como elemento decisorio se desvanece en los datos estadísticos que imperan y condicionan-
            - Cuando algo intento, no tengo cuidado con los otros noventa y nueve que acaban el recuento total y forman el cien por cien de las probabilidades. Soy yo, y sólo yo, el que conseguirá o no el objeto u objetivo y  no influirá para nada en mi acción el resto del personal. El estudio de la acción de recuento de probabilidades, es un estudio científico, y no demagógico o filosófico, terminó.
            Con necesidad de más datos, salí casi totalmente convencido del planteamiento en lo pronto y fácil que aplicamos las posibilidades numéricas en la apariencia de las personas y actuamos en consecuencia. Aceptamos las cadenas numéricas con el pasado y, estas, condicionan nuestro presente. Si que es cierto que sirven como dato indicativo, pero no más. Aceptemos sus límites descriptivos en defensa de la libertad y capacidad resolutiva del propio individuo.

sábado, 23 de octubre de 2010

LOS TONTICICLOS GENERALES

                Pedorras, tontos, come culos, toca orejas aburridos, caraduras. Total, que escandalizado salí por los pies a la calle.
                ¡Diablos!, pensaba.
                Venia de ver  a Trapatero y a Laroy discutiendo como loros ante una banda de pajarracos.
                Al realizar la cámara en la televisión un zoom totalitario y progresivo, veía que había asientos vacios en una sesión presupuestaria general. Me extraño, pero bueno.
                Ahora, eso si, la babita se me caía por la ranura de la boca de la cara, que se me quedó, de tonto del haba, cuando al momento de subir al estrado de congreso el señor  Puran y teira, hubo una muchedumbre borreguil que con todo desparpajo y pasamorros salían tranquilamente del hemiciclo en el cual estaban debatiendo lo que harían con las “pelas” de unos cuantos millones de infelices que pagamos los impuestos.
            -““Mariano –le dijo Matías, ¿por qué no nos hacemos un par de cervecitas y almendras mientras ese botarate continua con su discurso”. Mariano se rió, moviendo con su gran barriga “gambera y cervecera” el respaldo del asiento del  diputado 178 que nunca, pero nunca jamás, venía a cumplir con su trabajo, pues se iba al putiferio “el colibrí pasajero” a gastarse mi  impuesto de circulación con esa gorda Cubana que tanto le ponía.
             Al salir, despertaron del sopor a Julia, que aún siendo tremendamente agresiva y eficaz sacando trapos sucios de la oposición, tenía dificultades para aguantar una audición superior a 30 minutos- y también sacaron del embobamiento de este diputado “ como se llama?, - dijo Matías; pues no sé –le dijo- esta aquí por Albacete – contesto Mariano”- que estaba mirando las fotos de la familia con un embobamiento magistral.”
                Pero lo que más me sorprendía era que esta parodia, divertimento y engaña bobos siguiera funcionando como tal. Todo huele a mierda, así que me voy a ver las cuerpos de las jovencitas veinteañeras de la playa. Este es un acto sano y noble, comparado con los pichascorta y las culoarrugado y toda su carga de hipocresía. Comparados, entonces,  con ellos, eres un santo disfrutando con el espectáculo de estos cuerpos, casi (pero muy poco casi) impolutos.

jueves, 21 de octubre de 2010

EL COREANO


     Abrieron las puertas y Agustín le dejó pasar amablemente. Ya cerca de mi, me dedicó una formal sonrisa y se colocó a mis espaldas en la barra del bar, manteniendo una conversación en Ingles con el otro interlocutor, que por sus rasgos, era oriental pero, entonces, no sabía de donde. Yo no estaba escuchando pero entre mi curiosidad, cercanía y atención “accidental” oí la conversación. Algo le dijo el extranjero a lo que él –con una gran sonrisa- le contestó:

-          ¡oh!, yes, yes, my “cebollino”

     Mi frente se arrugó de sorpresa. Me giré. Mi espalda daba con la del, imagino, cliente y tenía enfrente la cara de Agustín, que seguía formal y distanciado.

-          Yes, yes, don’t worry, my “cebollino”

     Pagaron y se fueron. Al pasar a mi lado me dedicó,Agustín,  una mirada picarona. Entre hipótesis y  especulaciones terminé el poleo flipando todavía con la historia.

     Al día siguiente hacía frío. Entré en “mi” café con  la nariz congelada con ganas de meterla, la nariz, entre la humareda de mi poleo. En esto escuché allá a lo lejos unas grandes carcajadas. Eran Agustín y Anselmo. Me acerqué.

-          ¡No me lo digas!
-          Si, si, así fue.
-          Eres un Crak.

     Siguieron riéndose hasta que llegué a su lado:
      
     - A ver, amigo, explicame lo que oí ayer
-          Andrés –dijo Anselmo- ahora te lo cuento yo. Pero quédate con la cara que puse cuando oí a Kha asuma, el Coreano, decirle a nuestro presidente y delante de toda la junta directiva en la última reunión y con tono cariñoso y conciliante, dos veces –Yes Ok my “cebollino y yes, all right, my “cebollino”.
-          Pero, Agustín, cuentame como conseguiste que el Coreano hiciese eso, mostruo. ¿Cómo te lo montaste?
-          Pues mira –vacilando un tanto de cintura- le dije que era una expresión muy típica de esta ciudad y que transmitía amistad y cercanía. Estuve trabajando en el asunto toda la mañana, cuando me viste.

     Seguimos riéndonos recordando la cara de sorpresa, indecisión, extrañeza, incompresibilidad y sobretodo de “cebollino” que se le quedó a nuestro presidente.
    
     Comenzé el día muy bién aquella mañana.   

lunes, 18 de octubre de 2010

ASUNTO CALABAZAS

Aunque nunca tuve, durante la investigación, ningún tipo de atracción hacia ella, era muy hermosa.
                Caminaba deambulando y meneando, con disimulo pero sin complejos, sus curvas por todo el mercado. Llevaba su puesto de manera muy agradable para los clientes  y, quiero suponer, para ella.
                Nadie puede sospechas sus pensamientos e intenciones –me dije a mi mismo hablando en voz baja.
                Julia Martínez – 0456. Asunto Calabazas-
                Llevaba ya, al menos, tres años siguiéndola e investigándola. Tras una detención de miembros de baja categoría del cartel de Rio bajo Colombiano y su informe enviado comenzamos a investigar el posible reparto de las mercancías en el mercado empaquetadas en, sabrosas todo hay que decirlo, calabazas. Siguiendo el rastro, acabamos en este mercado.
                Su vida, la de Julia, no tenía ningún elemento extraño o sospechoso. La estuve siguiendo. Cuarenta y dos  años, trabajo y dueña en el mercado, casa, amigas y risas,  paseos y deporte, no bebía, fumaba marihuana en algunas terrazas, no vivía con nadie y siempre caminaba y actuaba con tranquilidad. Sólo le vi, algún altercado con el dependiente del puesto contiguo. Un hombre arisco y desagradable que apenas tenía mercancía. Poca y mala. Debía, pensaba, vivir en una caja en la calle, para, con ese movimiento en el puesto, pagar el alquiler de la paraeta.
                Si los informes eran correctos,  hoy, vendría Andrés García, un “camellito” a por una gran caja y cantidad de Calabazas. El asunto estaba en que Andrés –alias “tumulto”- nos llevaria hasta Alfonso Ramírez. Teníamos todas las conexiones y pruebas para enchironar al “mendas”, un gran proveedor en la costa levantina, pero había que pillarlo con las manos en la masa, es decir, con el cuerpo delictivo, en sus manos y, probablemente,  en su nariz.
                Su estilo apenas cambiaba dentro del mercado. Ropa más vieja pero faldas por encima de las rodillas y ajustadas. No le suponía ninguna dificultad, pues se movía con mucha soltura y se agachaba, doblando las rodillas juntas, sin ningún problema.
Era, en realidad, “presunta” y no “delincuente”, aunque las pruebas nos conducían hasta su puesto. Me caía bien, se la veía feliz y sentía, por qué no y sin estropear mi profesionalidad, pena por ella en el caso de su detención. Tenía gran curiosidad e interés casuístico el descubrir dónde y cómo almacenaba o gastaba el “cash” de los malos negocios.
Tuve que salir de mis pensamientos y alertar mi atención cuando la vi venir directamente hacia mi persona. Labios perfilados, ojos oscuros, melena negra y llena de bucles. Coincidimos en la mirada, me sonrió. Fue una decima de segundo, al ser una sonrisa de cortesía. A pesar del mucho tiempo siguiéndola jamás estuve tan cerca. Volvió con unas bolsas de hielo. Pasé totalmente desapercibido tras ocultarme. El trabajo es el trabajo.
A través de mi auricular comenzaron: “sospechoso Andrés García entrando por la puerta de las Vigas”. Cada uno ocupamos nuestro puesto. La puerta 3 y 4 me correspondían. Veía de lateral el puesto de Julia. Hoy llevaba un traje azul oscuro con un estampado de flores azulonas también. Sonreía como siempre. Si, era bonita y agradable. Sentí pena, mucha pena y no paré de pensar qué le había llevado a traficar con cocaína. Despachaba justo encima del auto del delito, las calabazas.
Ya veía a Andrés. Bajito y corpulento. El gusto pertenece a cada uno, pero el estilo no y éste, no lo tenía. Él enfiló el pasillo central que le llevaría directo al puesto de mi más querida, con diferencia, sospechosa.  Giró. Un puesto, Antonia, verduras, dos puestos, Antonio, verduras y fruta. Disimulando avanzó entre ellos ojeando la mercancía. Al fin llegó al puesto número tres. Julia, verduras y sonrisas –me dije. Paró justo enfrente de de su puesto, la miro, la sonrió. Ella le devolvió la sonrisa y le preguntó, pues así le leí en los labios –“bueno, ¿qué le pongo?-. Tumulto, giró la cabeza y continuó andando. Miré con atención. El resto del mercado desapareció a mí alrededor. Dibuje una sonrisa con mis labios. Paró en el cuarto puesto, el del “perro pulgoso” – pues a fe que así lo parecía- y le miró fijamente. Era el peor delincuente que jamás había visto pues su cara de temor y culpabilidad cuando le daba aquella caja de calabazas, debía de valer para enchironarlo.
Su persecución fue agradable. El vientecito de la alegría soplaba en mi cara tras ver que no era Julia la conexión y que su positivismo y felicidad no eran fingidos, quizás impuestos por su carácter pero no actuaba. Seguimos, todo el equipo a casa de Alfonso Rodríguez y allí los detuvimos. El juicio fue rápido. Andrés, el pobre camello, cinco años de cárcel por “intento de venta de la mercancía”, y al gran hijo de puta Alfonso Rodríguez, que, con un, todo hay que decirlo, magnífico abogado, salió, por falta de antecedentes y aludiendo ser simplemente el consumidor, con una gran multa y antecedentes para andarse con cuidado. Para todos los “tiranapias”, “limpialineas” y demás consumidores de la costa, fue una gran noticia. Seguirían teniendo “tema” y material, Rodriguez`s.

                                                               .

El día, sábado mañana, había salido nublado y con mi abrigo me dirigí hacia el mercado. Por fin dejaba de trabajar en aquel. Julia llevaba una chaquetita blanca y un pequeño gorrito de tela del mismo color. Con lo cual su pelo  negro brillaba más.  En frente de ella, pude apreciar que era más alta. Era delgada y hermosa.
-“¿Cuánto vale el kilo de calabazas?” –no recuerdo cuanto me dijo y yo rápidamente le pregunté
-“¿Usted va a la terraza del “Gallo peleón?”- Me contesto que si, y haciéndome el despistado, le insistí en algunas coincidencias que no teníamos y que yo hacía suponer.
Aquella tarde quedamos en el Gallo peleón y bebiendo  y fumando  intimidamos y  volvimos a quedar.
El mundo es, sin duda y de hecho, una tómbola.
No hay coincidencia alguna que no se pueda dar.
Si salimos de las falsas probabilidades y hablamos de los individuos y acciones particulares, todo es posible. No hablamos de un millón de Julias y de cien mil policías. Éramos sólo ella y yo y el asunto fermento correctamente y pasó afrutadamente para mí.
Sentí  tanta emoción cuando vi a “tumulto” pasar de largo y me dio tal alegría que arrastrándome por ella y con una gran irresponsabilidades , conseguí su libertad. Mientras el “capo” esté suelto como estaba, no hay justicia posible en el resto de pringados.
               

sábado, 16 de octubre de 2010

LA BARBACOA

A la par que la verdad moría en el valle verde de mis sueños, la mentira florecía en el cauce del rio seco de la realidad.
 Así pues actué, compré un par de longanizas, dos chorizos,  una bella pareja de chuletas y cogí, como combustible, mis inquietudes.


El atardecer era largo y tranquilo. En aquel lugar, planito y alejado, y asegurándome de estar muy solo monté, la barbacoa. “Mis dos longanizas de Requena, ¡Bien!”- me dije mientras las colocaba. Encendí el mechero y empecé a quemar el combustible
                Decía a voz alta:
-          Ontología, lógica, física, astronomía, la colección entera de la metafísica de Aristóteles,  el gran filosofo..¡al fuego!   - La cultura y mi juventud morían entre las llamas. Apenas frió el mundano y carnoso fiambre.
No me pesaban las manos cuando lancé entre las llamas de aristotelismo el Summun de Santo Tomas.
-          ¡Las cinco vías para llegar a Dios que nos construiste!, haz las carnes de la vida.- Tras su incineración las llonguis seguían sin hacer.
                El olorcito de la carne era todavía muy tentativo. “¡ahy¡ a este pobre perro no le pongas las longanizas en su morro” – me comentó, en tono jocoso, algún amigo en otro lugar.
                Necesitaba mucho combustible.
                Fenomenología del espíritu, Hegel, la máxima explicación racional de la realidad“ a montón” con Nietzsche, con todo Nietzsche, su vitalismo e irracionalidad. ¡Un brebaje explosivo!, ¡dinamita! “voy a socarrar la cena” – dije convencido, justo antes de ver con la cara y el espíritu alelados como un libro se quemaba encima del otro, en una pobre dialéctica humeante.
                Comencé a recoger el fiambre – “la comida actual, ya sólo se puede hacer en la vitrocerámica y con sartenes de inducción” mi dije, mientras maldecía, consecuentemente a todos los dioses que movían el destino de Ulises con la punta de sus dedos.
                Aún me quedaba una caja de cultura.
                Las lejanas estrellas en el  horizonte, actuaron como interlocutor mientras amontonaba  ordenadamente los libros…” dos mil setecientos años de historia, de pensamientos, de inquietudes, de especulaciones, de sueños, de sentimientos, de dogmas, de dudas, de soluciones, de imposibilidades, de triunfo y derrota iban a caer bajo la mísera llama de un mechero” que tremenda ironía – pensé, que tan poco se come a tanto.
                “La verdad muere en el valle de mis sueños”- me dije de nuevo.
Era una pila alta y la hoguera duró un rato. Las llamas daban calorcito e iluminaron con un color muy bonito sus alrededores. Pero fue corto. El papel escrito no da para más. Bueno, para que mentir, me volví más ligero de equipaje.
Estaba llegando a casa. Paré en el primer semáforo. A mi lado llegó un “buga” precioso, abrió la puerta una mujer realmente sensual y se dirigió a una mesa en la cual había una, imagino, amiga suya bebiéndose una maravillosa Heinneken. “chuletas, chorizos y longanizas”, me dije soltando una larga, profunda y sincera carcajada.
Metí la llave en la cerradura del portal.
Seguía sin saber  si la solución es “una buena torrá” o había cavado algo más el nicho de mi tumba.