sábado, 30 de enero de 2016

EL FENICIO CON TALES




Las caravanas de camellos, subían y bajaban las dunas del desierto, siguiendo el horizonte.
Epilio, estaba viajando camino de las pirámides.
El iba con cuatro animales, cargando sus enseres y servidores.
Su padre, oriundo de Tiro, Fenicio, ganaba mucho dinero en el comercio de todo tipo de productos a lo largo de todas las costas que el mar Mediterráneo bañara. Las aguas del mar habían sido su casa.
Aquella vez, decidió ir a conocer una de las maravillas del mundo y que a sus 37 años no había ido a verlas todavía. Habiendo hablado con las autoridades del imperio Egipcio, el viaje era muy tranquilo.
Las empezó a distinguir entre la distancia y la sensación de inmensidad ya era patente.
Tardaron muchas horas, desde el momento al que las vieron, hasta que llegaron a sus pies.
Jamás había visto nada semejante.
Emocionado estaba del impacto.
Bajo del camello. Se quedó a cierta distancia para poderla apreciar en su totalidad y allí mismo, sentado a unos 10 metros había un hombre moreno de pelo rizado, alto, fuerte, sentado en la arena, con los brazos apoyados en las rodillas. Permanecía muy quieto. A su lado sólo tenía una pequeña barita de madera plantada y un gran rollo de cuerda fina. Por curiosidad se acercó.
Epilio le habló en Griego. Lo había estudiado y trabajado. Había recibido una buena y gran educación propia de una gran familia adinerada. Desde el estrecho del fin de los mares y el mundo, hasta cada rincón del mediterráneo, un barco comercial Fenicio te ibas a encontrar
Se presentaron. Vieron que eran de unas tierras cercanas, de Mileto a Tiro y se intercambiaron unos agradables saludos
- ¡Que espectáculo! - dijo Epilio
- Sí, realmente impresionante – asintió Tales.
- Me imagino cuando, hace más de 1500 años, miles de hombres dentro de una organización monstruosa, como una gran máquina viva, la fueran construyendo, ¿no?
- No, yo no lo veo así
- ¿Cómo?
- Es la proporción invariable, necesaria y absolutamente insensible, de las relaciones entre los puntos del espacio. Esto, cuando las miro, lo veo.
En la educación que había recibido Epilio, había sido versada en unas características principales, aprender a hablar diferentes lenguas pues para el contacto con varias culturas eran necesarias, principios administrativos y navegación, mucha, pero apenas había recibido más que educación mística y mítica en cuanto a la ontología y funcionamiento del mundo, de ahí que alusiones a nociones abstractas la trajeran curiosidad.
- ¿de qué me habla?
- De la Geometría
- Y eso ¿de qué vale?
- Lo vas a ver.
Tales estaba sentado en el lugar hacia el que avanzaba la sombra de la pirámide. A su Izquierda tenia el palo clavado que observaba con atención, en un momento dijo
- Epilio, ¡rápido!, clava esta estaca allá donde esté la sombra de la pirámide. – Epilio no estaba habituado ni permitía que nadie, salvo su padre, le diera ordenas, pero estas eran diferentes, habían la ansiedad del experimento.
Una vez hecho esto. Ató la cuerda y desenrrolándola poco a poco comenzaron a andar hacia la pirámide. Detrás de ellos dos y a una distancia, iba el grupo de la servidumbre. Tales viajaba solo. Hablando iban y en un momento de la conversación, tales dijo.
- Mira, hijo de los comerciantes, de aquellos que vivís con el intercambio de verdaderamente valiosas mercancías, dejame que te diga que la razón no solo se encuentra en la suma de monedas de tu padre, sino también en los vientos que empujan las velas de sus barcos.
Epilio rió
- Tales, tales – aun siendo mas mayor que Epilio, habían cogido cierta comodidad de conversación-, sabes igual que yo, que el mundo vive y funciona por el capricho y deseos de los dioses. Los vientos no son más que los cánticos de dolor de Otilina.
- Hay una manera de explicar y comprender el mundo sin que ningún hecho azarosa lo encontremos. Hay una razón, un orden existente en el cosmos.
Epilio, aun horas hablando con Tales, años debía de estar para tener una visión aproximada a la que tenía Tales. Atado al capricho de la naturaleza no podía concebir un orden existente en ella.
Continuaron hablando, debatiendo la racionalidad o el estado caprichoso de la naturaleza.
- Bueno, ¿y esto de la cuerda?
- Para medir la altura de las pirámides.
Lo que había empezado como una gran conversación, agradable e interesante, iba perdiendo interés para Epilio ante las excentricidades de Tales.
- Y ¿qué relación que tiene un punto que has dejado marcado, allí, en la nada, una cuerda hasta los pies de la Pirámide y su altura?
Siguieron andando sin que tales contestara, mientras llegaban a la base de la pirámide. Tales, calculó la distancia desde el lateral hasta el centro para sumársela a la medida de la cuerda y le dijo.
- Epilio, quiero que sepas, como segunda persona en el mundo, detrás de mi, pues no lo sabrían ni los constructores de ellas, que la altura de esta pirámide, Keops, es de 146 metros.
- ¿cómo?
- Pues planté la estaca en el punto de la sombra de la pirámide cuando la sombra del palito de mi izquierda era igual a su altura. Ley extensible a todos los objetos. Proporciones aritméticas que no son capricho de los Dioses.
Se despidieron con cordialidad, sonrisas y extrañeza por parte de Epilio cuando veía irse a tales.
Al día siguiente subió a los camellos camino de las pirámides.

Unas grandes telas blancas que cubrían su cabeza y con el viento, caliente, pero engañoso con su frescor, mientras llegaba a lugar donde ayer estuviera con tales. Allí estaba el palito, la estaca y la sombra de la pirámide. Emocionado también, vio como todo iba a punto de encuentro. La sombra de la pirámide. hasta estaca, y la del palito hacia su altura dibujada en la tierra. En el momento en el que la sombra del palito marcó su altura, la sombra de la pirámide llegó hasta la estaca. De cuclillas se puso, mientras observada, mirando con cara de complejidad, el palito, las sombras, las pirámides, las alturas, lo circundante, preguntándose si realmente todo el funcionamiento de aquello que le rodea puede estar determinado y encauzado por unas reglas impuestas por la razón, como es la, llamada Geometría por, este, sí, Tales, Tales de Mileto.

viernes, 29 de enero de 2016

EN EL PEQUEÑO CAFE CON NIETZSCHE




Probablemente en aquel bar de las estribaciones de los Alpes a la altura de Austria, nadie menos yo, sabía quien era aquella persona que tenía delante.
Además yo sabría como establecer conversación.
Vestía con un traje de chaqueta gris de invierno y deportivo, un pelo largamente ondulado y un gran y dudosamente estético, bigote.
El hotel era pequeño y se dibujaba desde el jardín de éste, un valle que se extendía hasta el horizontes, y a sus espaldas, ya las grandes alturas de imponentes montañas. Era un lugar propiamente de reposo sólo permisible para los adinerados.
Estaba de espaldas a la barra, serio, pensativo, pero sin un ápice de mirada perdida, sabía muy bien allá donde estaba pensando.
Me acerqué. Él y yo solos en el café.
- Hola señor, ¿qué tal? - dos huéspedes del hotel en el confín del mundo no es nada fuera de lo común que yo me acercara.
- Bien – tenía una cabeza muy voluminosa, entre la nariz algo abultada y redondeada, el pelo y el bigote así me lo parecía.
Le sonreí, dándole normalidad al asunto
- Aquí he venido yo buscando la paz y la tranquilidad – me miró de reojo y con un aspas de desconfianza
- ¿Y la has encontrado? - era escritor, filosofo, pensador, le resultaba muy difícil pararse en los pensamientos.
- Sí, vine aquí a poner en orden mi cabeza, a estudiarme con la razón, a buscar la luz en los conocimientos, a cubrir mi pobre naturaleza buscando la huida de ella.
Comenzó a reír, risas que se debieron oír hasta en la cocina. Su expresión cambió. Su ojos de indiferencia, pasaron a ser unos de burla sutil.
- ¿Hasta donde quieres llegar?
- A buscar la paz en algo superior a mi naturaleza o al menos que la englobe.
- Engañado y cobarde – aun a sabiendas de lo que me podría encontrar, me resulto tosco y desagradable, sus palabras, la manera y la forma. Se aproximó hacia a mi, acerco su mirada a la mía y continuó
- ¿Tanto te cuesta aceptarte?, pero ¿tú que te piensas que es la vida?, ¿tienes algún lugar donde ir?, ¿te espera alguien?
- Pero, ¿Qué me dice Usted?, señor – yo sabía de su mal humor pero traté de operar como absoluto desconocido. No, no me espera nadie, pero sé que hay un espíritu, razón o Dios universal para explicar y comprender todo esto que nos rodea – me miraba con los ojos muy abiertos
- ¿Se siente poca cosa y necesita de los elementos externos a su persona para justificarse?
- Bueno no lo hago.
- Sí, tiene usted miedo a la vida, le cuesta aceptar su oscuridad, su capricho, su voluntad irracional ¡La embriaguez del destino!
El café estaba totalmente recubierto, paredes y suelo por un fino y bonito parquet, enlacado y encajonado en las esquinas. Una gran chimenea en uno de los laterales hacia y daba un ambiente hogareño y cómodo. Le cogió placer y gusto y siguió conmigo.
- ¿De verdad le encuentra orden y razón de ser a este mundo?
- Bueno, la verdad es que cuesta.
- Sí – contesto levantando algo la voz y más la mano-, claro que le cuesta. Buscar unas razones o causas tranquilizadoras, no es más que una acción propia de los cobardes incapaces de aceptar su volatilidad.
Las palabras volatilidad, flaqueza, angustia, sonaban realmente extrañas en la boca de aquel hombre. Fornido y de anchas formas, más un lenguaje taxativo y un tono imponente.
- Pero yo llevo mucho tiempo buscando paz interior.
- ¿En la locura de la vida?, mira, el mal y el dolor, existen y son partes integrante y definitoria de la vida, si no puedes aceptar la dimensión en la que esta se mueva, vete a pasear con las religiones, que someten al ser humano a su cobardía que toma la forma de cualquier Dios. Te queda la solución de situarte allá donde cabemos y estamos, es decir, en la banal tierra y en nuestra lucha personal que solo será la voluntad quien te lleve a un lado o al otro.
- Pero señor, sólo soy uno más entre todas las muchedumbres, ¡qué espera de mi!
- ¡Que eleves tu individualidad!, ¡que no sometas tu naturaleza a los poderosos!, ¡que nadie te quite tu voluntad de acción!, lucha y serás más ser humano. Huye de la oscuridad entre las dudas que nos han enseñado.
En aquel momento se fijó en el libro que yo llevaba entre las manos, Fenomenología del Espíritu, Hegel, y su mirada fue de sorpresa.
- Creo, señor...
- Andrè
- Que poco tendremos en común, sino dime, ¿Hasta donde se piensa elevar para dar razón y sentido de ser a la persona?, ¡váyase hasta la propia vida!, ¡no huya con las fantasías!, ¡acepte su contingencia y finitud!, hágalo con voluntad, con poder, la voluntad de imponerte el sentido y razón de ser partiendo de uno mismo, del individuo, del particular.
Tras esto ultimo, frunció el cejo, se quedó algunos instantes mirándome impertérrito, hasta como si nunca hubiéramos hablado, pagó el café y se fue del bar.
Caminaba rápido, fuerte y con poderío.
El barman ya le conocía y se quedo, aun así, mirándole como se iba.
Era un hombre de una tremenda personalidad y carácter, incapaz de comprender la debilidad ante la falta de asumir aquello que se sabe que es verdad.
Salí a verlo irse, pero ya no estaba, pues ya solo quedaban los ríos verdes de césped que bajaban hasta el pueblo blanco de principios del valle y grandes laderas, blancas de nieve, bajando por las cumbres hasta el hotel.


LAS TRINCHERAS



A doscientos metros de distancia, era un casco y un Francés muerto.
Mi vida siempre habían girado entorno a un fusil y la puntería.
Trofeos, competiciones, exhibiciones de tiro. Toda la vida disparando.
Si no he matado 30, no lo he hecho con ninguno.
¡Maldita sea mi suerte! Y allí me tenían ellos, desde un despacho, donde no sienten la culpa de matar.
Me alistaron como tropas de apoyo tras un año de guerra sin grandes avances por ningún bando.
Bélgica se había convertido en una gran trinchera, desde el interior de Europa, hasta los mares del norte.
Allí estaba yo.
Me tocaba el turno de guardia. Yo era de los pocos que aun lo aguantaban con cierta cordura. Llevábamos casi un año sin salir de ellas, de las trincheras. Entramos en Septiembre de 1918 y el 1919 estaba llegando al verano.
La vida o la muerte, había perdido todo importancia en la construcción de mis pensamientos.
Allí, entre las paredes embarradas, mi existencia comenzó a hacerse más liviana por perder importancia.
Empece llorando por cada tiro que hacía, es más, en sus comienzos siquiera tiraba a matar, hasta que me di cuenta que era su muerte o la mía y tal que el aire en el invierno, mi corazón dejó de sufrir y comencé a disparar con mucha efectividad.
Difícil sería que encontraseis alguien que disparara como yo.
Y aquella bala rozaba el suelo a apenas dos palmos de mi cuerpo, que sin ellos, por medio, mi mujer, mis hijos y toda mi historia se hubiera acabado, pero a la par que pensaba esto, disparaba hacia el frente. Vi el casco y allí puse mi bala. Me quedé pensativo en la familia del soldado Francés, donde viviría, cuantos hijos tendría, de que trabajaría, ¡Quien nos iba a decir hace tres años que así nos encontraríamos! y que este desconocido que jamás pensaste que pudiera tener ninguna relación contigo, lo he matado.
Y el silencio, vuelve.
De un poeta y amante de la naturaleza, ahora mato sin piedad y el paisaje no es mas que de agujeros de proyectil y cadaveres, algunos ya casi sonriendo por el paso de los tiempos.
Había visto entrar en la locura a compañeros míos incapacez de soportar semejante tensión y sin sentido.
Allí, nadie mataba por nada en concreto, más que por que le dijeron que lo hiciera.
En la guerra de las trincheras, en la Gran Guerra, la naturaleza humana se está desnudando, de manera cruel y dura, ante mis ojos.
No podía huir del juego y aislarme de los acontecimientos.
No debía ahogarme en mis dudas y actuar sin vacilaciones donde el destino me había llevado.
Tras 20 minutos envueltos en mis pensamientos de sorpresa ante tamaña crueldad que seamos capaces de hacernos entre nosotros apareció un casco Francés tratando de controlar nuestros movimientos.
No me tiembla el pulso.
Aguanto la respiración.
Corrijo la trayectoria.
Otro.
La muerte cambió y dejó de ser una preocupación.
Ni preocupación ante ella era mínima.
Mi búsqueda de destino o reflexión en torno a su sentido, había caído por el precipicio de la angustia ante la lucha que tuve los primeros meses de comprender y encajar una esencia deseable del ser humano con barbaridades que estaba viendo.
Por cada muerte que provocaba, un tanto más dejaba de temer por la mía.
Mi más alto grado de incomprensión de todo lo circundante, tranquilizaba mis nervios y persona.
Dejé de sorprenderme por nada. Esperaba cualquier cosa.
Y si vuelvo, ¿podré hacer una vida normal con varias decenas de muertos en mis manos?
Creo que sí.
La humanidad me ha llevado a matar y no seré yo quien pague sus deudas.
Amanecía dentro de dos horas, y yo seguía allí, impertérrito, totalmente centrado en mi punto de mira mientras mi cabeza seguía pensando sobre el cambio radical y conceptual de mi vida.
No he tenido otra opción. Nos disparaban nuestros generales en caso de huida y debido a mi gran incomprensión y sorpresas de lo que estaba viendo, dejé de sentir.
El casco se movía a la altura de la superficie. Seguramente no sería consciente que esto le estaba pasando y por eso continuaba con el casco fuera.
Totalmente enfocado le seguía sus pasos.
Iba a disparar.
¿Y si sigue viviendo?
¿Y si le permito vivir?
¿Me doy ese poderío decisorio?
Así, mi pensamiento llegaba a situaciones tan esperpenticas y ridículas en la tensión y la locura de aquello.
Bajé el cañón y me quedé mirando como pasaba de largo.
Sabía que esa misma mañana me puede matar.
Sonriendo, me di el placer y el gusto de jugar con mi vida y con la suya.
Sin cambiar de posición en muchas horas oí la voz del relevo.
Bajando la cabeza por debajo de la altura de la trinchera, dejé el puesto de vigilancia y busqué un rincón donde sentarme.
Jamás creí cambios tan intensos en ningún jugar.
Mi vida anterior se difuminó y dejé de existir. Cuando de allí, en caso de que pasara, saliera, mi vida no tendría nada que ver con la anterior pues mi nivel de sufrimiento será mínimo.

La muerte, la muerte, valor fundamental en la construcción de las culturas, naciones, religiones, filosofías y demás, para mi, aquellos meses en la trinchera, pasó a ser un concepto vacío que ya no dejaba en mi, más que la sorpresa por el miedo que llegué a tenerle.

jueves, 28 de enero de 2016

EL CAFÉ Y LA ELECCIÓN





Hacia frío.
El invierno liado estaba con problemas internos y los llevaba locos a todos sus usuarios.
De un calor inusual a principios de Enero a un frio, como venganza, a sus finales.
Cerrando rápidamente la puerta del café, entró Andrés en éste.
No habían llegado, sin repetir, juntos como siempre y Pedro estaba ya en su, ganado por presencia nada más, lugar de la barra.
Andrés andaba rápido frotándose la manos, por el frio, con movimientos alegres
- Pedro
- Andrés
- Vienes contento ¿eh?
- ¡tenias que haber visto a Juan, cuando se ha dado cuenta que el único lugar que no había repasado de la tintación de la impresora, haya tenido los problemas! - continuó riendo-, le ayudé y hemos acabado la impresión en lo planeado.
- ¿La contraportada del libro de Hernestro Calanonia?
- Sí, venga, me voy a tomar un chocolate calentito.
A Pedro era más complicado adivinar sus emociones por los gestos comedidos con los que actuaba, pero paulatinamente, en esta pequeña conversación banal, su rostro se llenaba de dudas.
- Andrés, te conozco – siempre algo desde la distancia al erguir su espalda- más que a mi mujer y no puede ser que un acontecimiento que aboga por los tantos por cien y acción, como el de la única posibilidad de que la tinta fallara, ocurriese y tú no me vinieras sobre la acción siempre incalculable de la vida, el capricho y la injusticia de las probabilidades....”la vida es una tómbola”....me dices en ocasiones.
Andrés sonrió ampliamente mientras sus ojos se abrían con amplitud y sinceridad.
- Cuando me he encontrado hoy mismo, amigo, meditando sobre lo incontrolable que es, por definición, el resultado final de las operaciones en las cuales haya un elemento humano sumado a la necesaria calculabilidad máxima física, me dije, hoy no, al menos hoy no. Mi ansiedad resolutiva iba a quedarse en el baño.
Rieron los dos mientras se giraban a tomarse, uno el poliol y el otro el chocolate.. estaban bastante acostumbrados, mejor, era su forma de actuar, intercalar intervenciones reflexivas profundas en una conversación cotideanea.
- Y Juan, dentro de su gran espíritu perfeccionista, jodido, seguro.
- Sí – le dijo mientras cogía la taza del chocolate.
- ¿Qué estas cansado del mundo de la razón, de la búsqueda de las explicaciones?
- No, Pedro, estoy buscando el poder sumergirme al menos en ocasiones, a momentos en los que mi mente descanse y puede ser capaz de observar, sin inquietud de conocer. Vivir la vida sin preocuparme por ella.
- Bueno, Andrés, quizás eso no sea una elección que tú ahora, buenamente , decidas.
- ¿Qué me dices?
- Que me parece, amigo, que como no comiences a trasformar tu naturaleza, siempre tendrás las mismas inquietudes a solucionar.
- No estoy de acuerdo contigo, Pedro, sí que tengo voluntad para expulsar de mi cabeza todo pensamiento que vaya más allá de la propia aplicación y solución inmediata.
- Andrés, si no quieres que sean tus genes, será tu educación o circunstancias, pero tu alma inquieta y reflexiva sobre lo circundante, ya no lo tienes como un hecho electivo.
- Tú también reflexionas bastante
- pero...
- sí, pero de forma menos obsesiva que la mía, vale.
Andrés sabía que la ignorancia es en muchas ocasiones sinónimo de felicidad.
Andrés sentía el peso de la eternidad reflexiva.


martes, 26 de enero de 2016

LA COMUNICACIÓN (Cap. 21)



Cansinamente, pero no en el espíritu, sino en el ritmo impuesto, Carolina bajó aquella luminosa, como todas, mañana a la orilla del mar a buscar pequeñas tortuguitas de agua, que no emigraban, que no tenían donde ir y pasaban todo el año en aquella zona.
Estuvo recorriendo la playa de arriba a abajo un largo espacio de tiempo.
Totalmente sobre si, había girado su vida desde que los visitantes la habían llevado allí.
Ella había estado viviendo en un observatorio situado en los Alpes a una altura tal que los paseos o actividad fuera de éste era mínima. Había estado más de dos siglos recorriendo los pisos del ataul de su telescopio.
Tal y como les había pasado a los otros nueve, es decir, diez con ella, las cualidades definitorias de su personalidad tenían unas características compartidas, que les había hecho ser los elegidos.
Paseaba por la playa, sin más compañía que dos tortugas pequeñas pero con la máxima pureza y limpieza, en todos los aspectos, de todo aquello que la rodeaba.
Las llevaba en un pequeño recipiente del que se peleaban ansiosas por escapar. Así habían planeado y en ello estaban trabajando. Tras el paseo por las inacabables ante la vista playas de allí, comenzó a subir al monte del observatorio.
Creía que moría, más de doscientos años sin sentir el viento cálido y el sol y sin mantener una conversación con nadie.
La había impactado el simple e inocente roce entre sus manos ¡cómo le gustó tenerle cerca!,¡Cuanto pensó, entonces, en que la abrazara. Poco le duró. Su alma, inevitablemente, se había endurecido.
Ahora bien, su corazón aumentaba de velocidad cuando establecía la conversación con Boris.
Llegando ya al observatorio y tal y como habían planeado, apareció Boris y comenzó con la conversación que hacia ya unos meses tenían formalizada. No sabían el tiempo que les iban a mantener juntos, ni el que quedaba para que su plan pudiera estar maniobrable, pero ya habían tejido unas formas y maneras de interpretación entre ambos. No estaba basada en ninguna estructura lógica ni había ninguna acción con lo que traducir su fingida conversación. Necesitaban trasmitir información sobre el experimento y plan.
- Carolina, sabes que no se pueden traer animales vivos a el laboratorio – le dijo con cara de contrariedad.
- Boris, por su capacidad nula de interacción con las personas, las tortugas y otros pequeños reptiles, sí – mirando a otro lado pero en el hilo de la conversación, puso una cara de rabia contenida.
Sin más intención que la conversación le preguntó.
- Carolina ¿dejaste de contar el tiempo?
- Nunca Boris.
- Yo tampoco– se miraron, complicidad, fraternizad, comprensión en la soledad, pena por la situación y la dignidad de su total acto de asumir las circunstancias.
- ¿Has preparado los listados de las diferentes maneras que tenemos para ordenar y organizar a los demás, a todos los que viven felices bajo el engaño?. Los visitantes comenzarán pronto los traslados.
- Sí, Boris, he acabado todo el trabajo para hoy.
- Salgamos pues, a la balconada.
Dominando todo el mar, era un escenario magnifico para todo aquel pensamiento que tuviese una mínima correcta construcción racional.
- Boris, pensé que moría. Los productos de los visitantes trabajaban correctamente con mis impulsos físicos y anímicos, funciona y funcionaban, pero mi mente iba a peor, me estaba, textualmente, volviendo loca. Comencé a asumir el estado mucho tiempo después. No entiendo como no me mandaron a aquella burbuja más cerca a ser un ganado más en las granjas del oxigeno.
Ambos dos no pensaban que hubiera ninguna dificultad ni problema en el acto de tener algunas conversaciones sobre sentimientos primeros. Dulces, tranquilos, inocentes, no podían imaginar que se los prohibieran. Ahora, los oirían, y lo sabrían todo y esperaban que, desde la grandeza de sus avances, supieran entender y comprender los lazos anímicos que establecemos los seres humanos.
Cambiaron impresiones sobre el paisaje que veían.
Algo de humanoide había vuelto a sus pensamientos tras mas de 250 años de soledad.
Entraron dentro del edificio.
Habían, al menos, cinco acuaterrarios con tortugas.
La belleza y el estudio no era sospechoso para dos de las diez personas que todavía guardaban y sabían los secretos y avances de la humanidad hasta finales del siglo XXI.
Caminando tranquilamente, llegaron a su lugar neurálgico de sus planes y vida. En el lugar secreto, bajo de la antena parabólica, y totalmente aislados del control de los visitantes, comenzaron a hablar. Allí había también una pareja de tortugas, pero estas encerradas con una tapa de cristal que hacia hermético el envase. Sólo tenia una luz ultravioleta sobre ellas. Y allí estaban, encerradas, sin intercambio de gases, superviniendo con facilidad. Lo único delatable era la mayor tonalidad verde del galápago.
- ¿Esta herméticamente cerrado?, Boris.
- Totalmente.
Carolina estaba al tanto de los avances de Boris, pero la comunicación sobre la temática directa, era muy poca.
- ¿No tiene entrada de oxigeno ni salida de dióxido de carbono?
- No.
- ¿producen y consumen oxigeno?
- Sí. El nivel de trabajo y consumo de dióxido de carbono se minimiza.
Los ojos de Carolina bajaron a media hasta de emoción contenida. Estaban, pues no había otro en el camino de expulsar a los visitantes.
- ¿Cómo Boris?, ¿cómo?, cuéntame.
- la fotosíntesis en la piel. El dióxido es trasformado mediante la fotosíntesis oxigenada de plantas superiores que desprende una parte de oxigeno y agua. Puedo construir la química.
- ¿Tienen suficiente para vivir allí encerradas?.
- No por mucho tiempo, no desprende suficiente oxigeno y poco a poco la cantidad se iría reduciendo. Se trasforma a un ritmo más lento que se consume.
- ¿dejará de ser, entonces, suficiente para la vida de los visitantes y nos sacarán de sus granjas de producción?
- Entiendo que es nuestra única salida. Sé la química. Tenemos que infiltrarla en todos los habitante y con una diferencia temporal de tres horas.
- Ahora, pensemos tenemos que llegar a todos y vayámonos ya y volvamos a la máxima rutina.
Allí salieron de la antena y continuaron paseando por el similar patio interior y si de un convento se tratase, continuaron hablando de Física, conscientes de primitiva e irrisoria que tenía que ser esta conversación para ellos que, claro está, allí les controlaban.


...en el Café y el sentido de la vida...



- Pero, ¿tú crees que alguno de ellos parará un segundo preguntándose por el sentido de la vida? - Andrés preguntó a Pedro, mientras éste se alejaba y le miraba con cara de extrañeza.
- Andrés, ¿sabes que el tiempo circula en la dirección opuesta hacia donde creemos?
El día había salido realmente agradable y la tarde se perdía muy lentamente.
Hoy, era quizás un poco más tarde y en el bar sólo quedaban ellos dos y Alberto, quien en la esquina contraria y lejana en la que ellos estaban, manejaba el móvil, con torpeza apreciable desde la distancia, mientras se bebía, como siempre, una fría tónica.
- Te insisto, amigo ¿no sería interesante, incluso necesario, saber lo que somos, como camino ineludible de realización?, ¿por qué esto que parece una idea simple, fácil, ligera no se pone en práctica?
- Andrés ¿quieres que te enumere el número de acciones en nuestra sociedad moderna que nos impiden sumergirnos en cualquier pensamiento que no tenga una aplicación inmediata, física y directa?, ¿quieres que te cuente allá donde encerraron al último que trató de buscar una explicación?
- Pero, Pedro, ¿es una situación de la que podemos huir siendo cual es nuestra naturaleza?, ¿podremos dejar de pensar en abstracto, sobre el bien o sobre el mal mientras podamos hacer matemáticas?, ¿nuestra razón no nos abocara hacia la obligación del comportamiento y acción?
Se quedaron mirándose, conscientes de que su conversación había sido un torrente en el intercambio de dudas. Sabían la dificultad de encontrar afinidad en ciertos pensamientos.
- Y Andrés, déjame que te pregunte por la utilidad del pensamiento en términos abstractos si podemos construir una sociedad basada en puros mecanicismos de funcionamiento, leyes, normas, modos.
- Y la respuesta es la de siempre, la realización de nuestra supuesta, pero siempre supuesta, naturaleza esencial constituida por la Razón con el vicio de buscar el orden y en ocasiones el por qué.
Los dos la ponían en práctica, y se producía la gran paradoja de su probable inutilidad e incongruencia con su propia realización
Esto se lo dijo algo encorvado. En ocasiones, Andrés, bajaba la cabeza realizando y teniendo una mirada escondida desde el teatro de la comprensión. Pedro, no erguido por formalidad, sino por la constitución física, miraba a Andrés desde su bien apurada barba y el síntoma de cercanía entre los dos.
- Sabes – dijo Pedro, bajando tanto el ritmo como el tono de la conversación- estos temas que nos preocupan o inquietan lo hacen por partida doble desde el pensamiento en cuanto que el tiempo no pasa, sino que se acaba.
- ¿que lo perdemos?

- Eso me debato – le miró, señalándole ligeramente con el dedo índice- 

lunes, 25 de enero de 2016

Cuando la razón se destronó



En cuantas, casi demasiadas, ocasiones encuentro y veo una aparente gran felicidad en gente que no tienen ni el más ligero interés en buscar un significado alguno a su existencia o a los motivos de acción. Se dejan arrastrar, repito, arrastrar dócilmente. Aparentaran felicidad. No tengo potestad para dudar de ella.
Y aquí viene el problema de colocar a la racionalidad como elemento definitorio y esencial del ser humano, si entendemos que la máxima, por necesidad y naturaleza, realización del sujeto, es la felicidad.
La racionalidad tuvo que tener un origen practico, es decir, la utilización de elementos abstractos brutos no aparecen de la nada.
Ademas de cuestiones vitales, alimentación y protección, también tenemos propias y formadores, también con un origen practico y primero, tales como la comodidad o la diversión.
La razón nacida en los brazos de estas necesidades.
Y ¿por qué insistimos en que la realización del ser humano como tal consiste en la realización de una acción contemplativa abstracta a través de la razón?
La utilización de la razón comenzó en la práctica y quizás allí haya que dejarla.
En ocasiones las personas nos vemos convencidas y empeñadas a ir algo más allá del movimiento cotidiano.
La razón no lleva impresa en su etiqueta de compra, la necesaria observación de los elementos abstractos como elemento realizador del uso y razón de su ser.
Igual no es la capacidad de razonar lo que nos distingue, y quizás la mayor diferencia con el resto de los animales sea nuestra capacidad de divertirnos realizando acciones agradables para nosotros. Y a esto, la razón nos hace maestros ¿por qué no estará aquí su máximo hacer propio?, somos seres racionales con lo que podemos ampliar hasta grandes limites nuestra capacidad de disfrute y diversión material.

Sea como fuere, la frialdad y lejanía del pensamiento me lleva a la duda de la realización del ser humano a través de la razón abstracta.
Le doy licencia a mis inutilidades y hago genéricos mis errores.
Cada día caigo en la trampa de la búsqueda de las explicaciones mediante la razón, cuando puede que su único uso sea llevar a cabo operaciones tal y cuales nos den de comer, protección y diversión.
Si mueres en la felicidad es absolutamente independiente e incomparable, o bien hacia aquí o bien hacia allá, tú vida de la que hubiera sido del otro que también murió feliz.
No paró ni un minuto a pensar en abstracto y murió muy feliz en paz con el mundo.
El pensamiento no es el elemento definidor definitivo del ser humano, si el fin de éste es ser feliz.
Es una obviedad o un juicio analítico puro que la máxima realización del sujeto será ser feliz, y esto no tiene que ser el camino de la razón.
Quizás sea, no mas, que una herramienta que hemos tratado de darla como elemento esencial.
A ver, díganme, ¿vale más o menos la felicidad que pudiera obtener cualquiera leyendo a Kafka aun que nunca hubiera ido a un partido de fútbol, que la de aquel que no había leido nunca un autor como tal, fuera feliz, mucho cuando ganara su equipo?
Es felicidad y no más que felicidad.
Pero es el fútbol el que nos arrastra, son los espectáculos y las curvas lo que nos enajena, es la frivolidad lo que cura nuestra alma de dolores, es la repetición sobre el olvido y se es en muchas ocasiones, tan justificada y con la misma validez, feliz.
El camino de la razón va junto al barranco de la desesperación y el engaño.
Lo que crees como grande y necesario, puede ser no más que un problema para alguien que lo quiso tener.
La razón es la carrera sin meta ni premios más que el ejercicio de realizarla.
Siempre temblando de lo consciente que soy de la influencia de las circunstancias que me rodean al momento de afirmar mi opinión, me revuelvo entre las risas vacías y frívolas de personas que aparentan disfrutar de su desinterés existencial.

¿Os pasa a alguno/a más?
Decidme

viernes, 22 de enero de 2016

LA ESPONTANEIDAD DE LOS RECUERDOS


 Y en la lejanía de mis pensamientos, vuelven aquellos recuerdos con una gran cercanía emocional.
Actúan, funcionan, están.
Ni por un segundo he olvidado las emociones que sufrí entonces.
Y veo fotos y oigo música.
De pequeño, escucho guitarras acústicas y observo,  con curiosidad, los cuellos largos de la camisa de grandes cuadros.
El mundo giraba mucho más lento, al hacerlo sobre mi persona.
Quiero pensar, que no es definitivo, pero yo no sé lo que ahora sería sin la belleza de mi infancia y juventud.
Pero, el tiempo desaparece en el mundo y cae en el precipicio del olvido, y los recuerdos toman realidad, con alguna canción o el otro paisaje y del pescuezo me lleva al lugar donde están  o de la pechera me los traen donde estoy, impolutos, intensos llegan.
Y supuse y pensé, entonces, que necesitaba, del pasado del que la razón me pedía huir, para concluir y decidir.
Huyendo,  creía verme iluminado por la unicidad del presente.
El navegar por entre los recuerdos con felicidad y alegría más una sonrisa real y material, son la prueba de nuestra formación ontológica constitutiva por parte de los recuerdos.
Trabajo por y para el presente pero, espontáneamente, me hago un dulce asalariado de mis más bellos recuerdos.
No vivimos presos o esclavos del pasado.
Somos libres frente a éste.
Define a la persona, pero no nuestros actos.
Somos el presente y como vía existencial, no podemos más que ir hacia adelante siempre.
¡Pobre aquel que no sonría al escuchar canciones¡
Imagino que mis angustias del pasado, sólo dan color, pues de los tiempos pasados sólo tengo el sabor de los buenos momentos
¡Y la alegría y felicidad, de nuevo y con espontaneidad ocupan mis reflexiones!
Incontrolables, ¡Dios!, incontrolables (al menos, de momento)

jueves, 21 de enero de 2016

...de la edad de voto...



Es un tema difícil desde el momento en el que plantearlo supone ya una clasificación o sienten el desprecio, que no existe.
Retrógrado, corro el peligro de que me llamen si abogó porque la edad de votar fuera 25 años.
Tengo 45 años, y ya cumplo la suficiente  edad como para ser objetivo estudiándome y juzgándome a la edad con la que empece a votar.
Iluso de mi.
Allí y entonces, mi vida era intensa, plena, vital, bonita, como la mayoría de los que me rodeaban, pero ya os aseguro, que mi capacidad para tomar decisiones sobre mi futuro eran bajas. Imagínense para un país.
No tenemos datos ni experiencia de funcionamiento para elegir.
Entonces, cuando cumplí la edad de voto, llevaba medio año en la Facultad y mis preocupaciones iban, en cualquier orden, entre el deporte, mujeres, libros lectura y juergas. Como elemento fundamental de juicio, estaba mi persona y no otros elementos fundacionales para votar con plenitud.
En la sociabilidad actual, el inicio de la socialización a nivel funcional, es más tardío. Cuando se establecieron los 18, se acababan antes los estudios, te casadas, tenías hijos y trabajabas.
Entiendo que se tarda más en tener capacidad de elección correctas.
A aquellos que se sientan ofendidos, les ruego me disculpen, pero ya les aseguró que los caminos que tengo a esta edad para votar, los consideró mejores que cuando tenía 18.
¡Rompeis este escrito aquellos que penséis en vuestra correcta capacidad de elección a los 18 años, y concluyamos, que yo era el joven raro que sólo buscaba fuertes emociones.
Votaba como responsabilidad adquirida, pero la discusión sobre el futuro del país,  apenas habían durado, un cubata aquella noche.