miércoles, 22 de marzo de 2017

El fin de la evolución





Y veamos que la razón evolutiva y los medios seguros de funcionamiento dejaron de funcionar y nos dejó ante la sinrazón y evolución irracional,propia de las sociedad. Irracional pues no es, por necesidad, un movimiento fecundo y productivo. La evolución biológica, te lleva, inflexiblemente a la mejoría. El cambio cultural, puede que sí, tanto como puede que no.
Darwing lo marco claro y nos afirmo que sólo sobrevivirán los fuertes y los débiles, ante su incapacidad para asumir las circunstancias, desaparecerán y sólo permanecerán aquellos que estén totalmente adaptados a las circunstancias que les rodeaban.
Entonces, antes de la agrupación en que las personas nos hiciésemos sedentarios, los individuos, estaban perfectamente adaptados a la situación que les rodeaba y si no, con coherencia y operatividad se adaptaron a ella. Toda, absolutamente toda parte humana, tiene una razón de ser y explicación constitutiva. Esta forma producto de una serie de condiciones, estaba preparadas por una acciones necesarias y oportunas, diarias a realizar. Pero llegó el momento en que dejamos de vivir de forma errante, persiguiendo la caza y huyendo del frío, y encontramos formas y maneras, para vivir en comunidades y formar, núcleos sociales, en los cuales la vida tomó otras formas y el acto evolutivo, murió entre las manos del fuego que se encendió para del calor y curar al enfermo, débil e inadaptado. Murió la evolución y el resto, decidimos que viviese el débil. Aquí dejamos de cambiar, de evolucionar y nos estancamos en una formas físicas que ya nunca cambiaran ante nuestra incapacidad para definirlas de otra forma sin la actuación de una selección natural, con la que hicimos una eutanasia convencidos de su necesidad en cuanto su muerte.
Hace más 10.000años, cuando comenzamos a plantar trigo y comer frutas dejamos de tener la necesidad de recorrer 10 o 20 km diarios para encontrar la comida, poco a poco, esta necesidad de movimiento se fue reduciendo hasta cantidades ínfimas actuales, en las cuales, algunos, pueden pasar todo el día, y como cualquier otro, caminando, no más, de 500 metros diario. Casa-garage, misma finca, garage-trabajo, mismo edificio.
La evolución muere, pero nuestro cuerpo y alma, se quedaron estancadas en el nivel aquel en que la abandonamos, y toma la necesidad de respeto de tales, pues sino, la consecuencia, es la deformación de nuestra persona, pues ella, necesita de una serie de medidas y de formas evolutivas que sirvieron, cuando fueron conformadas para vivir y que hoy, ante la falta de cambios, son necesarios para sobrevivir en otras circunstancias.
Tenemos que andar 4 o 5 kilómetros diarios, sino por la única razón que nuestro cuerpo así lo necesita. Tú cuerpo y el mio, tiene una preparación, características y necesidades que corresponden a un ser humano de la prehistoria. Tenemos que respetar las necesidades de estaa configuración física, sinó, esta máquina natural, sufre.
Mas ejemplos ilustrativos. Llevando a unos de mis hijos al dentista, éste, le realizó unas acciones y después de hacerlas y hablando informalmente, me recomendó y me dijo que le diera de comer a mis hijos comida más densa y dura, pues como, actualmente, se comía muchos alimentos blandos, con poca masa y densidad, la mandibular y dientes humanos, preparado para ciertas atmósferas de presión que no hace, con los alimentos actuales, con lo cual, le produce dientes débiles y mandíbulas deformadas. Nuestras mandíbulas no están preparadas para comer yogures no más, sino manzanas, carne, pescado y frutos secos y alimentos con consistencia..
Démosle a nuestro cuerpo lo que necesita, es decir, darle las condiciones para las que fue criado por la propia, ya con forma y entidad, evolución.
Salí con los ojos muy abierto al haber oído a un especialista ratificar mis sospechas.
Nuestro cuerpo se estancó en un momento evolutivo en unas circunstancias concretas.
Hay que actuar conforme a ellas, estudiarlas y ponerlas en prácticas.

viernes, 10 de marzo de 2017

El monasterio, santo Tomas y la Razón.

             Aquel monasterio estaba a punto de derruirse.
             Tenía sólo 500 años, pero había sido quemado y saqueado en varias ocasiones durante aquel último siglo.
             Era un viejo Franciscano, viviendo en la pobreza por voluntad y por hecho, el que estaba dentro de la ya maltrecha y pequeña librería donde y a plena fuerza de sus ojos, pues apenas habían unas velas alumbrando todo el recinto, desmenuzaba los muy pocos papiros que allí le quedaban. Se había prometido llegar a Dios desde su razón. Había estudiado a ciencia cierta y mucho esfuerzo e interés a Santo Tomas, el gran padre de la escolástica y los caminos para justificar a Dios con la razón. No quería seguir a Santo Tomas porqué creía de él que había utilizado demasiado la teoría Aristotélica y la búsqueda de Dios de una manera racional en su creación, debía de ser reflejada en muchos aspectos.
              Era por la mañana cuando sonó la campana del viejo edificio. Marcos llevaba ya despierto desde la salida del sol siempre. Casi no tenía necesidades y el pueblo de abajo, con unas ceremonias religiosas, la proporcionaba un mínimo sustento, de aquí que su relación con el exterior fuera prácticamente nula. Desde el patio interior, del pasillo de la oración bajo a la corroída puerta principal a abrir al visitante. Cuando abrió,  su sorpresa fue relativamente grande.
              Marcos vivía en el centro Europeo en el cual estaban viviendo plenamente la edad media alta. Comunicación nula, teocracia e inseguridad. Las visitas eran, en muchas ocasiones, malas. Pero le abrió. Era joven, burgués, con un sirviente y dos buenos caballos. Así pues y sin más le dijo.
                - Señor, me perdí ayer en el camino hacia Austria y ya se nos ha hecho tarde y necesitamos descansar y nos gustaría hacerlo detrás de la protección de los muros de tu monasterio, a cambio de un dinero.
                Marcos sonrió, le invitó a pasar y les dijo:
                - Afortunadamente para todos, los franciscanos no cobramos por nada.
                 Aquella noche sí que trajo algo especial. Los visitantes llevaban buenas provisiones, de las que, con mucha moderación como con todo, Marcos disfruto desde su voluntaria abstinencia diaria. Tras la cena, Marcos, como buen Franciscano, les invitó a rezar con él, en la pequeña ermita del patio central.
                 - Señor, le dijo, este hombre joven, mis maneras religiosas no tendrán nada que ver con las suyas. He visto los rollos y papiros de Santo Tomas repartidos por las mesas y respetando mucho a ese gran pensador discrepo en su elemento principal.
                  Marcos llevaba unos quince años estudiando, comprendiendo, trabajando los principios de Santo tomas y su posible bifurcación en otro campo más lejano a Platón. Su sorpresa fue alta, pues a su abandonado monasterio de aquellos únicos visitantes anuales, uno era aquel.
                    - Y ¿cómo sabe nuestra disconformidad, Señor?
                    - Porqué Usted trata de confirmar la existencia de Dios utilizando la razón. Demostrar y justificar.
                    - Enfrentado a Usted, me dice, vale, es que ¿usted que cree?
                    - Yo creo en el mismo Dios que usted, pero yo sólo puedo llegar a través de la fe. No tratemos de justificar ciertos elementos con la razón pues con ella no tienen ningún sentido. Ciertos dogmas y premisas religiosas son injustificables por la razón. Somos demasiado pequeños para explicar la universalidad e infinitud.
                     - Y digo yo ¿tiene miedo a definir el bien o el mal por el miedo a sentirse mal calificado y lejos de lo que quería estar?
                     - Ah, no, Marcos, y empezaré diciéndote que el bien y el mal son dos características que Dios ha querido dar a unos elementos. Que son dos palabras vacías de contenido significativo. Son dos conceptos invisibles que Dios lleno de conceptos. las palabras no son nada, los conceptos se nos vacían de contenidos y se quedan en nomás que referentes.
                      - Mi Dios si que tiene referente y sentido y tiene mucha racionabilidad todo lo que Él nos dijo - le contestó ya con cierta molestia
                      - Le respeto mucho y alago se pobreza de espíritu y la ayuda a los demás, pero deje la razón para otros asuntos y a Dios limitémonos a sentirlo.
                       En la intimidad de la sala central y al lado de unos pequeños troncos, ambos siguieron discutiendo, con gran amabilidad pero intensidad problemas concernientes a la teología hasta bien entrada la noche.
                       Amanecía, cuando salía el franciscano y el visitante ya estaba sobre su caballo, esperando muy pacientemente la salida del hermano.
                       - Ya se va, como me dijo.
                       - Sí, padre, recuperada la orientación me dirijo a mi destino.
                       - ¡Lastima que no pudiese ayer reconducirle! - rieron los dos al unísono.
                       - Padre Marcos, mi creencia es tan grande como la de Usted, pero me resisto a creer que llegaremos a su comprensión con la razón, la cual es limitada.
                        Se acercaron y se dieron un sincero apretón de manos a la par que intercambiaban sonrisas. El hombre del caballo ya estaba saliendo por lo que quedaba del arco central de la puerta cuando el Padre Marcos le pregunto.
                         - Señor, válgame Dios que no se todavía su nombre
                         - Fallo mio por no presentarme supongo que por la intensidad y gozo de la conversación. Mi nombre es Occam, Guillermo Ocamm.
                         Con un suave y rítmico movimiento a las bridas, puso en marcha a su rocín, mientras el fraile franciscano se quedó fijamente mirándolo al alejarse. Tenía tiempo, mucho tiempo, para analizar, estudiar y comprender sus palabras. Pero, complicado, pues la razón es el instrumento de comprensión y control. No quedó muy convencido de esta última afirmación y corriendo volvió a la biblioteca.

viernes, 3 de marzo de 2017

LA MUERTE DE SÓCRATES





Los alumnos se habían ido ya. En un diván, semitumbado sobre el apoyabrazos y cansado se quedó. La fatiguez de su cuerpo le vaticinaba una muerte no muy lejana. Triste estaba pues pensaba la injusticia en el juicio, por sus conciudadanos, que le habían hecho de sus actos y opiniones.
  • ahy – decía mientras levantaba la última copa de vino - ¡que pocos recordaran todas las ideas y conclusiones a las que he llegado en la experiencia de mi vida!, espero que a alguno de estos alumnos que con tanta sinceridad me escuchan, le valga, al menos para encauzar su vida.
Una risa profunda, tenebre, oscura y alegre sonó por toda la estancia. Realizando una gran contraluz con el sol de mediodía que entraba por las ventanas, vio aproximarse a un hombre vestido de blanco con togas y pequeñas trenzas de soga. Caminaba, pero a dos palmos del suelo. Sócrates, puso la otra mano sobre la cama, y comenzó a abrir la boca. Su pelo era absolutamente blanco, fuerte, rizado, desordenado, y, una grandes patillas, también rizadas y desordenadas.
  • ¡Quién eres, que quieres! - exclamo Sócrates.
  • Espera, ahora te cuento, pero dime, ¿de verdad piensas que tus palabras y conocimientos no pasarán más allá de tus alumnos? - dijo sonriendo con una celestial maldad.
  • Sí, la pequeñez máxima de mis pequeñas charlas en círculos pequeños, hará que mi nombre se pierde en el transito de la información.
  • ¡No, no! - dijo abriendo los brazos y provocando un alargado pequeño temblor de todos los rincones del salón- ¿cuantos habitantes tiene Atenas?
  • Unos 250 mill – contestó con seguridad, espera y curiosidad.
  • ¿Y si te dijera que en un futuro te estudiarán un numero más alto que todos los habitantes de Atenas?
  • Imposible.
Volvió a reír y se giró bruscamente. Una larga cola roja azotaba, con dulzura y elegancia el espacio que iba dejando su cuerpo. Sócrates ya pensó que era su día.
  • Pero ¿Por qué tú has venido? - alegó sin variar un ápize la expresión en su cara. Su curiosidad siempre podía más que su temor.
  • No, siempre viajamos juntos, no te equivoques. Ya te cuento después y dime, ´¿y si te contara que iban a ser millones de personas las que conocerán tus palabras? Por tus alumnos llegaran a otros lugares y serán estudiados por personajes y en paises que jamás podrás, aquí, imaginar.
  • Pero ¿cuando?
  • Te estoy hablando de aquí a 2 mil años - El delirio y la aluzinación espiritual le abrazaron. Pensaba que ocurría debido a la locura de su muerte era máxima y de aquí esta imposible conversación.
    El diablo volvió reír a carcajadas. Tenía la piel que llevaba al descubierto, blanca e impoluta. Menos las grandes y exagerada patillas y las largas melenas rizadas, el resto de su rostro era absolutamente imberbe. Camino dándole la espalda, hasta se volvió a girar enseñándole los pequeños, pero afilados y brillantes, colmillos y le dijo.
  • - ¿Tú eres consciente de la futura utilización de tus palabras?
  • - Ahora sí, y no tengo nada que arrepentirme de lo que he dicho.
    El diablo se giro dándole la espalda, entrecerrando algo los ojos mientras apenas suspiraba una tremenda sonrisa. Lo había conseguido y Sócrates se quedó pensando en la influencia futura de sus palabras en el caso que tomase las dimensiones que este ser de Argos le contaba. Su pequeñez aumentaba en segundos mientras se veía e imaginaba hablando ante millones de personas y cuando el mundo ya no fuera lo que entiende ahora. El diablo le dio la cara otra vez.
  • - Hemos venido, la unidad que formamos los dos, a advertirte del problema que tendrás con los dirigentes de está ya inolvidable ciudad que será.
  • - Sí, lo sé, pero mi sitio está aquí.
    Se giró y comenzó a andar. La cola había desaparecido y la sonrisa se había tornado amable y cariñosa cuando lo miró de nuevo.
  • - Has dado grandes y buenas enseñanzas, y en el futuro, gente y pueblos, más lejanos y deferentes posibles, habrán oído hablar de ti.
    Sócrates se arrimó hacia el respaldo de su cama. Trataba de ordenar su mente en un acto imposible. El delirio, sin aceleración ni respiratoria ni cardiaca, continuaba.
  • - Tu nombre pasará a la historia, dentro de 2 mil años habrá alguna persona en cualquier lado escribiendo Filosofía o alguna otra historia en la cual tu nombre aparezca. - El mareo y los vértigos le hicieron recostarse algo más. Desde su pequeñez se le hacia imposible aceptar tales medidas.
Allí se quedó levantando su copa al aire y sintiéndose en el punto y momento más álgido de realización de su vida, y entre los últimos efluvios de la copa de vino, sus ojos se fueron entrecerrando mientras el ente celestial le extendía las sabanas sobre los hombros y ponía algo más de madera en el fuego central-