Pienso que tenemos la mala costumbre
de analizar el asunto debatiendo sobre las características del que
recibe la acción y no del que la hace.
El enfermo y problemático no es la
víctima, sino el que la provoca,.
Aquel que tiene un defecto y problemas
en su personalidad es el acosador, esto que normalmente olvidamos.
Tendemos a asumir la fortaleza del que
acosa y a deducir, entonces, la debilidad que se considera como una
característica adversa del acosado.
La verdad estriba en que la
deformación y la patología es del que acosa.
Las consecuencias del acto injusto,
son, o suelen ser graves.
Ahora bien, dejemos de referirnos como
un acto de debilidad la incapacidad de responder violentamente y
démosle más valía a la actitud no-violenta del que sufre las
incoherencias y defectos personales de la mal llamada, parte fuerte
del asunto y empecemos a denominarle, tal y como es, es decir, una
pobre alma en pena que busca en sus actos una realización que jamás
tendrá.
El paciente, el sujeto a tratar,
deberá ser el acosador.
Las patologías y los elementos a
estudiar y corregir, será el de aquel o aquella, chulo, macarra,
faltón, que debido a su falta de personalidad y su estado hueco en
sus conocimientos realiza actos de escape.
Poco tienen que ofrecer más que la
violencia.
A los acosados habrá que ayudarlos a
salir del estado traumático, pero el que necesita un tratamiento
psicológico, debido a una patología, que hace daño propio y daño
exterior, es al acosador.
Quizás fuera un elemento correctivo
el hacer público estas características del agresor.
Quizás dejando claro la poca valida
de aquellos que aterrorizan ante su falta de todo lo demás.
Quizás con la opinión colectiva que
repudiara ese acto como degenerado de la persona que lo hiciera,
estas acciones, se redujeran.
Sigo convencido que la manera de
solucionar el problema, es curar a los enfermos, enfermos
patológicos, es decir, los que no tienen más elemento de avance,
que la violencia.,
La patología del cobarde y no el
problema del débil.
Es la agresión frente a la ligereza.
Estas convicciones irían aumentando
la opinión colectiva sobre y en contra de los acosadores o chulos
macaras del patio del colegio.
Ante la negación colectiva y miradas
cargadas de reproche, se reduciría al máximo el asunto de acusación
que se produce en los colegios, no por ser tal, sino porqué están
los muchos chavales.
Con la mentalización y aceptación
colectiva del problema y éste se acabaría.
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