sábado, 31 de enero de 2015

MI TERRIBLE DEMOCRACIA.


Y entre los ahogos de las conclusiones llegadas, trato de asumirlas.
El vértigo me envuelven cuando concluyo que todos no tenemos el mismo derecho a votar.
El temor ante la malainterpretación me invade, pero digo que según algunas circunstancias, habría que poder votar o no.
Aquel alcohólico que tendrá problemas para regresar a casa tras introducir su voto por la inconsciencia en la que vive, no puede tener la misma capacidad decisoria que mi vecino de enfrente, que sale todos los días, de una manera equilibrada a trabajar y relacionarse con el mundo de manera consciente y normalizada.
Sí, hay que establecer unas condiciones más exigentes para votar.
Las personas debemos de estar en nuestra completa capacidad para decidir.
¡Y quien decide los que pueden decidir! - me dijo aquel a lo que yo contesté que esa pregunta son simplemente ganas de paralizar el proceso.
Si que se pueden establecer unos criterios que quitarían la posibilidad de voto a algunas personas.
No es un acto despectivo hacia nadie, sino, al revés, es darle el valor merecido a otros que si.
¿Y la edad de voto?
Miren, yo independientemente quien sea, donde viva o sea hombre o mujer, siento que mis pensamientos han variado de ahora a cuando tenía 18 años (edad de voto España), y además, a mejor, pues sé lo que hay, y consecuentemente qué cambios para llegar a los objetivos.
Votar con más edad y tener cumplidos una serie de requisitos sociales, como serían no ser adicto a ninguna sustancia que produzca desequilibrio mental o no haber realizado algún acto criminal de cierto grado que implica un desprecio claro a la estructura y orden buscado sea este cual fuera.
Estas palabras son dinamita y lo sé.
La democracia que entendemos en el mundo occidental, no tiene nada que ver con aquella que entonces surgió.
Por otras razones pero ésta, no era el voto de todos los habitantes, sino de sólo aquellos que ellos consideraban propios para hacerlo.
Los verdaderos demócratas debemos de ser conscientes de la dificultad de emitir un voto correctamente.
Deben de haber más exigencias para decidir por el futuro de todos.
Amo, quiero, creo en la total democracia, pero si no la desarrollamos correctamente, se puede convertir en la trampa de los tontos.
Tú te puedes meter un “pico” de heroína y con éste en el cuerpo ir a decidir sobre mi futuro.
No, no.
Por una medida de pura viabilidad y funcionamiento, hay que acotar las condiciones de desarrollo.

No hago política, estoy mirando con la lupa de la ciencia y buscándole corrección al proceso.


articuloshiperbolicos.blogspot.com
Amazon. libros. Alberto barata Aznar

….DEL ERROR EN LA CONCEPCIÓN Y USO DE LA FILOSOFÍA


Cómo me duele mi relación con mi sufrida filosofía.
Comienzo por no saber realmente como llamarla, continuo por no poder completar su totalidad de contenido, me envuelvo en problemas sin solución, la adoro, la admiro, tan pronto como la veo con desdén aquellos días en los que pienso de su inutilidad.
Las filosofía sobre elementos abstractos, cualesquiera, es el camino, por propia definición, sin fin.
En su origen etimológico, así era y todo, es decir el amor a la sabiduría, sin más motivo que su contemplación. Las personas eramos, y lo hemos sido hasta hace poco, comprendidas dentro de una estructura de entidades metafísicas, tales como el orden existente, la esencia de los objetos, la bondad de los actos, la existencia de la justicia y otros contenidos similares.
Y he aquí donde tendremos que establecer la bifurcación en el camino y buscar un cambio del pensamiento, es decir, reflexivo, pero que se acerque bastante más a nuestra comprensión de la vida.
La verdad está en lo fácil y lo sencillo, lo primero es simple.
Hay muchas sentencias de grandes y conocidos filósofos que huyen tremendamente de la comprensión directa y fácil y se sumergen en unas estructuras de conceptos difíciles de entender y de relacionar.
Hay que hacer reflexiones aplicables, un estudio de la realidad circundante sin más apoyo y ayuda que tus sensaciones primeras.
La incursión de grandes e inmensos términos y significados, son los que hacen que las personas huyamos de los escritores llamados filósofos.
En sus primeros momentos, aquellos que la formalizaron y comenzaron a tratarla como tal, poco o nada tenían que ver con las personas de la realidad actual.
Hay que hacer interesante y atractivas estas reflexiones para todos y esto consistirá en darle una utilidad a esta acción, quitarle su pura dimensión artística-intelectual y trasmitir los pensamientos de una manera clara y sin términos no usuales y cotidianos.
He estudiado el arte de la filosofía, pero no quiero que se quede en el museo, sino que salga a la calle y para ello, hay que quitarle el marco conceptual y demás de grandísimo peso y pasearla debajo del brazo y conversar con los demás sobre ésta.
La filosofía ha de cambiar, debe de dejar de estar hecha bajo una serie de condiciones que permitan su extensión y deje de ser un bicho raro en el corral de las ovejas.
Los autores deben de entender al público que van dirigidos sus escritos.
Me niego a pensar en la filosofía como una fruta del bosque carameleada sobre una galletita y quiero que la entendamos como un buen plato de pasta que nos dé energía.
Yo disfruto con Wittgeintein, Nietzsche, Kant, Hegel, Ortega, Aristoteles, pero soy también consciente que su lectura y disfrute no está enfilado hacia casi nadie, sin experiencia en esto, pues se convierten en una lectura difícil, lenta y de dura comprensión y además, tras ello, te queda, para aquellos que la busquemos, una gran satisfacción intelectual, pero nada más, y esto no ha de ser así.
No hay que hacer de la capacidad humana de reflexionar sobre algunos temas vitales, un ejercicio de filosofía lejana e inutilizado por su propia definición.
No filosofía, si no, historia del pensamiento y reflexiones.
Las reflexiones sobre el mundo, su entidad y su orden tenemos que plasmarla y explicarla en el mismo plano de aquello sobre lo que desean explicar.
Si queremos hablar del espíritu, hablamos de hasta donde llega tu alma con esta canción y la existencia o realidad de esta esta que lo acoge, allí y en ese momento y no sobre la necesaria Ontología metafísica en la dualidad inherente en el ser humano.
Busquemos una reflexión interesante y no una filosofía tórrida y lejana.
Dejemos de entendernos como totalidades a la hora de explicar los acontecimientos y expliquemos el mundo desde nuestra pequeña individualidad.
Cuanto más alejas la filosofía de la persona primera, menos interesante será potencialmente.
Hablar con sabiduría (sophia), no necesita de los grandes discursos e ideas.




Articuloshiperbolicos.blogspot.com

Amazón. Libros. Alberto Barata Aznar

jueves, 29 de enero de 2015

..de la música y mi espíritu


La música convierte y trasforma unos momentos en otros.
Es un hecho evidente y claro que los ritmos, letras y aquel lugar donde la oímos por primera vez alteran, enturbian, confunden a nuestro estado anímico.
Es un estado conocido y sabido por todos.
Lo menos tratado es la definición de la música y la relación entonces con nuestro estado anímico, es decir, cómo, entonces, una acción externa, material tiene acto sobre lo más abstracto y racional, es decir, nuestro espíritu, nuestra persona.
Son, sin duda, dos elementos distantes que en esta conexión dibujaran más y mejor sus elementos propios confortantes.
Las ganas de escribir poesías o la pasión por dibujar cuando escuchas alguna canción, poco tiene que ver con la frecuencias de distancia entre las olas de esa onda acústica.
Entonces y quizás la primera conclusión es la independencia esencial
Una clara interacción pero por definición entre dos entidades diferentes.
Veo imposible que está relación directa a nuestro estado emocional pueda venir de un elemento físico. Las lagrimas en mi corazón o las alegrías en la boca, no concibo su existencia por unas determinadas cargas y descargas eléctricas llevadas a cabo entre las conexiones neuronales.
Es un asunto difícil y complicado, pues si se acepta plenamente las conclusiones y se llevan al máximo sus consecuencias, el cambio es más bien grande por aceptar nuestra naturaleza.
En la sociedad actual, al menos, la que se llama occidental, el aceptar verdades solo adquieren su fiabilidad cuando se les aplica una forma material.
Además, el estudio o búsqueda del termino espiritual conformante de las personas, de manera científica, es decir, no más que interesada en su conocimiento para su posterior utilización, que en justificación de unas ideas u otras ya sean religiosos o metafísicas.
Tenemos el sentido auditivo para interactuar correctamente con el exterior. Así la naturaleza ha ido seleccionando a individuos con estas características hasta llegar al moderno ser humano que posee oído para que reacciona ante hechos externos sonoros. Pura adaptabilidad con sentido y explicación metodológica de funcionamiento.
Ahora bien, ese oído, preparado para captar la frecuencia del sonido asociado a una pequeña rama y salir corriendo ¿cómo ha llegado a cambiar el color de la realidad, mirando la belleza,de lo que antes se consideraba desgracia con la lluvia de unas notas?
Es sencillo no buscar una solución a esta importante interacción. Está asumida pero no desarrollada.
Se ve a los poetas y a otros artistas, como gente que vive un tanto lejos de lo que es, cuando en realidad puede que vivan más cerca que ninguno de la verdad constitutiva.









Amazon.Libros.Alberto barata aznar

miércoles, 28 de enero de 2015

De la diferencia entre el ser y el pensar

De la tranquilidad de la decisión anterior, al momento puntual de aplicarla, hay un cambio Ontológico.
El de la distancia que sosegadamente recapacita sobre su actos, desaparece y deja al qué actúa en el momento en el cual deja de ser espectador.
Son los momentos del pensamiento y el ser como adjetivos calificativos sobre la definición de lo que somos.
Nos pensamos desde la distancia, nos vemos desde lejos y desaparecemos en nuestra pensar cuando somos.
Son dos momentos distinguibles y manifiestos.
Describo lo que todos hemos experimentado.
Son dos actos voluntariosos, uno en el momento de la acción, se decide y otro en el pensamiento anterior sobre la acción. La voluntad es reflejo de una identidad propia pertenecientes a cada uno, que define.
La interacción entre ambas entidades, el ser y el pensamiento, es clara y manifiesta, pero su diferencia existencial y operativa también.
Sí, no se puede pensar sin ser, pero el ser que no es pensado, no tiene existencia. Se necesitan para manifestarse, pero ésto no ahoga se independencia.
La imposición del pensamiento sobre la existencia, es un acto beneficioso y constructivo para nuestra persona. Nuestro ser es inalterable pero puede ser conducido o controlado. Jamás dejaremos de tener los mismos impulsos, gustos y reacciones, pero pueden no salir nunca más después de la última, con el control de nuestro pensarr. Nunca dejaremos de ser lo que somos, aun pudiendo actuar de manera contraria.
Y de aquel que quería no fumar más, que en la tranquilidad de su pensamiento sobre la cama después del último cigarro y ver su necesidad de dejarlo, llega la mañana y el pensamiento estático y dominador desaparece y el ser llega con un cigarro entre los dedos.
Debíamos para nuestro mejor control, dirección y estudio diferenciar de manera más estricta nuestra dimensión en el pensamiento de nuestra existencia.
La mejor manera de conocerte es la máxima diferenciación entre cuando eres y cuando te piensas.
Observarte, conocerte y poder actuar desde la paz de y en la reflexión.
El estado más alto de satisfacción sería tener una existencia conjunta de ambas esferas, siendo el pensamiento, que sin bailar ni beber, tomara las decisiones en la fiesta de la vida.
Pero esto es imposible pues nuestra existencia es primaria, al pensar sobre ella. Siempre los actos irán por delante a sus reflexiones sobre ellos.
Cuanto más potenciamos nuestro pensamiento y la utilización de la voluntad, más humanos seremos pues el pensar en abstracto como elementos formativos de una realidad es propio nuestro, mientras que ser y actuar en el momento dado y puntual, es signo de vida generalizada.
Cuando vivimos, pensamiento desaparece y la entidad sin control, el futuro, aparece.
Cuando pensamos, el vivir se detiene y observamos en el pasado.








Articuloshiperboilicos.blogspot.com

Amazon. Libros. Alberto barata aznar

domingo, 25 de enero de 2015

La última decepción (VI)


A la mañana siguiente, con un buen sol pero un frio relajante salieron a almorzar a una terraza cerca de la playa. La distancia entre el centro de la ciudad y la playa era poca y se podía tomar una buenas tapas viendo el mar. Entre boquerones y sepia, hablaban.
- ¿Entonces me dices que su cara no te suena?
- No, en ningún sitio y menos en los relacionados en el juego, lo he visto.
- Sabes, Ana, qué lo que más me preocupa es que me parece que no ha venido aquí a ganar dinero, cuando tiene cartas buenas, apenas gana y cuando son malas, no pierde nada.
- Sí, Andrés. Detesto entrar en el mundo de las sensaciones, ya sabes, pero siento, en ocasiones, que le interesan más y observa, otros asuntos, cuando te mira esperando cualquier decisión.
- Pues, bombon, ya te he dicho que estas son fundamentales. Alguna sorpresa tendrá este hombre. Lo presiento.
Hablaban de Pedro. Una persona total y absolutamente normal en cuanto a sus características físicas menos en su sonrisa y su mirada. Era difícil encontrar algún signo interpretativo en sus gestos y expresiones, te miraba y sonreía igual que cuando apostaba 1.000 euros a cuando te pedía fuego.
Dejaron de conversar sobre sus andanzas de póquer y comenzaron a discutir, si había beneficios, donde se irían cuando aquel tomate terminara. Qué si San Petersburgo en avión a si a Nápoles en la moto. Cada uno salió por su lado preparando la ceremonia de llegada al casino.
Todo permaneció como lo que había sucedido todos los días y allí habían entrado uno a uno y cada cual más discreto.
Con la dinámica de las partidas anteriores, lo que estaba pasando era, que todos se estaban llevando, le estaban ganando, todo el dinero a Antonio.
La sensación de nerviosismo y desesperación era evidente éste.
En la mitad de la partida Antonio se levantó. Había perdido todo lo de aquel día. Y casi sollozando comenzó a decir que no iba a firmar más cheques.
- Antonio, no puedes hacerlo a no ser que quieras abandonar totalmente todas estas partidas, aquí y en otras muchas mesas, sabes que por el bien de todos tu nombre saldrá de esta mesa totalmente magullado – dijo Pedro con la voz firme, mientras todos miraban impertérritos la escena, no habrá ni uno sólo de esta mesa, por su bien, que no lo diga tu nombre allá a donde vaya.
Tropezando con todo se fue mascullando maldiciones. Entre los Whiskies y los nervios desequilibrado salió.
- Antonio Mirales – dijo Ana, acordémonos.
Tenían todos muchos kilómetros recorridos al rededor de las mesas de póquer y estas situaciones ya les eran conocidas. No le dieron apenas importancia. La partida siguió con normalidad. Dos o tres manos interesantes, un par de situaciones tensas y nada más. Acabó y bastante relajados comenzaron a levantarse de la mesa y como todas las noches, cada uno salió hacia algún otro lado como si no se conociesen.
Ana acudía al hotel a la media hora de haber acabado la partida y Andrés a la hora entera y su sorpresa, de ambos dos fue mayúscula cuando se encontraron a Pedro, como no sonriente, en la puerta del hotel.
- Casi me engañáis, pero no, bien con ayuda, pero no. Dormís juntos y actuáis en equipo ¡falta! - dijo pedro carcajeándose, sentémonos, compañeros de mesa.
El café del hotel tenía una decoración bastante simplista donde era difícil encontrar un lugar minimamente discreto. Aún así, lo consiguieron. Cuando llegó al hotel Andrés, Pedro ya había llegado y estaba con Ana, con lo que apenas pudo conversar con ella y salir de la sorpresa que llevaban. Los dos se sentaron y se quedaron mirando a Pedro expectantes.
- Sí, sí, me gustáis mucho, tenéis estilo y apostáis para ganar, tenéis buenos movimientos y se entiende que sois unos buenos profesionales sin miedo a jugar.
- Vale, vale, pero y vamos a tratarnos ya con sinceridad y díganos ¿de qué nos está tratando de intrigar? - dijo Ana
- Sí – echándose hacia el respaldo de la silla y sonriendo, cuéntanos este asunto a qué viene -continuó Andrés
- Vale, de acuerdo, os diré claramente – hubieron un par de segundos de decisión, quiero que vengáis conmigo a un país Árabe, ya os diré cual, a realizar una estafa tremendamente grande.
Se incorporó en el asiento y miro sin pestañear a ambos dos. Parecía aquello de dos manos buenas, mucho, en una sólo partida. Se miraban como si estuvieran todavía en la mesa del casino.
- Con sólo esos datos, yo, independientemente de lo que haga Andrés, no te puedo contestar.
- No tengo ningún problema morales en realizar una estafa a esos niveles pero sí metodológicos. A quién, cómo, qué beneficios y más, así que hasta que no nos cuentes, hombre misterioso – añadió con una mirada de solvencia, más cosas, no te voy a contar nada.
- Sí, lo comprendo y así lo esperaba. Jugáis bien al póquer y tenéis bien controlada vuestra capacidad de decidir. Cuando acabe la partidas, que nos quedan dos, os contaré todo el asunto.
- Bien, de acuerdo.
- Vale, así quedamos ¡ah!, y recuerde Pedro, el qué me acueste con Andrés, no significa que formemos un equipo en las ganancias que pienso tener – le digo mientras le esbozaba una mirada maliciosa y misteriosa.
Salieron del bar y, extrañamente para los dos, se fueron juntos al hotel, y una vez allí y debajo del mismo albornoz del día anterior y también desnudos y recién duchados, Andrés le preguntó.
- Óigame, amor, ¿qué quisiste decir con eso de que nos acostamos pero poco más?
- Andrés ¡tanto jugar al póquer y no ves un pequeño farolillo!
Le miró mientras se acomodaba en el sillón y Andrés, con cara de confusión, la fue calmando mientras se acomodaba también.



DEL MOVIMIENTO COMO ELEMENTO DEFINIDOR DE LA VIDA. En la vida, no hay un punto final, no hay un estado concluso, el devenir y el movimiento es su esencia. El estaticismo es nuestra manera cultural adquirida, de concebir la existencia de cualquier elemento. Cuando entendemos cualquier objeto, conjunto o entidad, ya sea física o metafísica, la estipulamos en un dinámica detenida en un punto o en un acto repetitivo, constante y definido, que por estas mismos adjetivos se constituye en estático. La definición del objeto implica la alusión a elementos constantes que funcionan como armatoste constructivo para su comprensión. La vida humana no tiene esta estructura definitoria pues no tiene en si unas características definidas por dar un estado de realización, es decir, estático y conclusivo. La vida está en contaste construcción sin ser posible donarle unas leyes de funcionamiento conclusas y que permita la previsión. No hay ningún elemento definitivo que defina por necesidad, ningún acto humano, electivo y voluntariosos. El camino se hace al andar, como decía uno y cantaba el otro. La búsqueda de definiciones en torno a qué es la vida y cual son los elementos a realizar para conseguir estados de realización por conformar nuestros elementos constitutivos, es un imposible. Las personas evolucionamos y nos construimos conforme a los elementos circunstanciales, de todo tipo, que nos rodean. La actuación correcta es la adaptación a ellas. La búsqueda en sí, es la esencialidad de la vida. La adaptación al movimiento implica una construcción y actuación constante. Es la idea del sin fin ni principio y su imposibilidad de individualización como objeto, que le dé existencia y posibilidad de ser entendido y estudiado. De aquí la improbable comprensión de la vida, de nuestra existencia en su totalidad, pues siempre habrá futuro y elementos constitutivos problables. Nuestra vida particular e independiente tenemos que aceptarla como un comienzo diario, pues esto es su esencia y existencia. Si el único conocimiento claro de la vida lo situamos en su constante construcción, esto nos lleva a poner el punto comprensivo en el propio momento oportuno de la definición. El pasado no me importa, no voy a ningún lado y voy a moverme correctamente en lo único que tengo, es decir, este presente. La necesidad de valores y elementos de definición son necesarios pero no por la búsqueda de un estado final, sino por el propio funcionamiento del presente. Me sentaría al lado de Heráclito, mirando el rio, y lo estudiaría como una metáfora de la existencia vital, su esencia, disfrute y realización. Articuloshiperbolicos.blogspot.com Amazon. Alberto Barata. Cartas a Jorge. Concierto callejero. Reflexiones literarias.


En la vida, no hay un punto final, no hay un estado concluso, el devenir y el movimiento es su esencia.
El estaticismo es nuestra manera cultural adquirida, de concebir la existencia de cualquier elemento.
Cuando entendemos cualquier objeto, conjunto o entidad, ya sea física o metafísica, la estipulamos en un dinámica detenida en un punto o en un acto repetitivo, constante y definido, que por estas mismos adjetivos se constituye en estático.
La definición del objeto implica la alusión a elementos constantes que funcionan como armatoste constructivo para su comprensión.
La vida humana no tiene esta estructura definitoria pues no tiene en si unas características definidas por dar un estado de realización, es decir, estático y concluso.
La vida está en contaste construcción sin ser posible donarle unas leyes de funcionamiento conclusas y que permita la previsión.
No hay ningún elemento definitivo que defina por necesidad, ningún acto humano, electivo y voluntariosos.
El camino se hace al andar, como decía uno y cantaba el otro.
La búsqueda de definiciones en torno a qué es la vida y cual son los elementos a realizar para conseguir estados de realización por conformar nuestros elementos constitutivos, es un imposible.
Las personas evolucionamos y nos construimos conforme a los elementos circunstanciales, de todo tipo, que nos rodean.
La actuación correcta es la adaptación a ellas.
La búsqueda en sí, es la esencialidad de la vida.
La adaptación al movimiento implica una construcción y actuación constante.
Es la idea del sin fin ni principio y su imposibilidad de individualización como objeto, que le dé existencia y posibilidad de ser entendido y estudiado.
De aquí la improbable comprensión de la vida, de nuestra existencia en su totalidad, pues siempre habrá futuro y elementos constitutivos probables.
Nuestra vida particular e independiente tenemos que aceptarla como un comienzo diario, pues esto es su esencia y existencia.
Si el único conocimiento claro de la vida lo situamos en su constante construcción, esto nos lleva a poner el punto comprensivo en el propio momento oportuno de la definición.
El pasado no me importa, no voy a ningún lado y voy a moverme correctamente en lo único que tengo, es decir, este presente.
La necesidad de valores y elementos de definición son necesarios pero no por la búsqueda de un estado final, sino por el propio funcionamiento del presente.
Me sentaría al lado de Heráclito, mirando el río, y lo estudiaría como una metáfora de la existencia vital, su esencia, disfrute y realización.




Articuloshiperbolicos.blogspot.com

Amazon. Alberto Barata. Cartas a Jorge. Concierto callejero. Reflexiones literarias.

martes, 20 de enero de 2015

LA PERDIDA DE LA INDIVIDALIDAD





La persona desaparece y el individuo se difumina.
No se puede ser uno, sino uno más.
La realidad física constitutiva del ente ha sido sustituida por unos sustantivos abstractos sin ninguna existencia.
Andrés y Elena fueron olvidados entre la falsa e inexistente humanidad.
El asunto se encrudece cuando los propios individuos, vemos a la totalidad como una unidad formativa, existente, total y no como un grupo de elementos individuales, diferentes, propios, tal y como somos cada uno.
Nuestros pensamientos se ven limitados y coaccionados por la totalidad, a la que imaginamos como existente y poseedora de la verdad.
Tenemos dificultad en sobresalir de lo ya dado y aceptado.
El borreguismo y colectivismo que tanto significó en su definición como se da, en su máximo grado, en sus medios.
La globalización y perdida de autenticidad y diferencia se está haciendo máxima.
El miedo a pensar y decidir se hace patente.
Las cosas ni las ves ni te parecen, solamente las entiendes como los demás.
No es tu mundo resoluto y particular frente a la monotonía general, sino será conseguir la concienciación de la colectividad como la suma de las individualidades.
Que la unión no fagocite a los elementos componentes.
La variación debe ser un hecho constructivo y formativo, pero no, tratamos y tenemos una serie de principios, pensamientos y formas admitidos como normalidad y que adquieren vidas ante la aceptación generalizada.
La misma validez tiene tu originalidad y diferencia que la de los demás, pues estos también son tu mismo, con las mismas posibilidades.
No dejemos que muera nuestro elemento intimo, nuestra individualidad, mi persona en las manos de las generalidades y la, consecuente inutilidad de tu posibilidad de escoger un camino diferente.
Me niego, ya en primera persona, a que me metan en el mismo bote de los pensamientos de algunos o en el otro de los actos de aquellos.
Quiero pensar que la misma vida interna pero absolutamente diferente lo tiene el hombre que se sienta en frente, allá en el metro, y ver a la mujer, a su derecha inmersa en su propio mundo interno y particular, pero que se encuentra lejos del mio y muy lejos del otro hombre.
Aceptemos nuestra inalcanzabilidad como personas propias y únicas.
Sintámosnos orgullosos de nuestra particularidad.
Seamos conscientes que esto es un termino definitivo y definitorio de las personas.
Naveguemos sobre la diferencia pues es un elemento que enriquece, libera y permite el desarrollo personal.

Cansado estoy de no aceptar mis propias palabras y caminar solo en frente de la muchedumbre sin aceptar aquello que me propongo, es decir, cada uno somos un mundo particular y concreto y así, en esta individualidad y particularidad hemos de vernos los unos a los otros.

sábado, 10 de enero de 2015

La última decepción (V)


Algo destemplado se había levantado Andrés y por esto, su estado anímico, estaba un tanto revuelto. Ana siguió durmiendo mientras él salia a la calle.
Los mechos poblados y puntiagudos del cabello que le caía por la frente conjuntaban con el negro de su cazadora, ya sabéis, recta y de piel. Paró el ascensor y antes de que la gente de su alrededor pudiese darse cuenta, su cuerpo ya, algo inclinado y trasversal a las puertas del ascensor salía.
Escondido entre sus pensamientos, bebía lentamente el café. Los colores estaba más apagados aquella mañana y se giraba, con los brazos, por los codos, apoyados en la barra del bar, y veía lo que le rodeaba en tonos grisáceos. Mientras su cara salía en primer plano, salía el bocadillo en el cual él se decía que mejor hubiese sido seguir en la cama aquella mañana. Pero no, las séptima partida era esta tarde. Lo estaban jugando muy bien y entre los dos, las ganancias eran más que apetecibles.
Igual que Ana jugaba sacándole las tripas a las probabilidad, con calculo y nomotécnica, Andrés conocía, intuitivamente, a el resto de los jugadores. De que van, como eran pero y sobretodo, cuando mentían.
Todo dentro de control salvo algún detalle de aquel tal Pedro. Manteniéndose en nivel, es decir, con algunas perdidas absolutamente inevitables, realizaba algunos gestos, motivos y acciones que estaban desconcertando a Andrés. Observaba y vigilaba a cada uno de la mesa, tenía especial interés en Ana y se pensaba que en él. Pudiéndose jugado dinero, aceptado el riesgo propio del poker, no entraba a las corridas. ¿Literato buscando inspiración?, no, tal y como manejaba las cartas, muchísimas debían haber pasado por entre sus dedos. Pero, y se intentaba comprender, su cara de complicidad y comprensión se le escapaban tal que el mal humos entre los efluvios del último whisky.
Entró Ana en la cafetería.
Fugaz y con un pequeño escorzo justa al lado contrario en el que estaba Andrés, pasó directa al otro extremo de la barra.
Frente a frente, sin hablar, uno pensaba en el otro.
Ambos dos se querían, pero ambos dos también sabían de la inocencia del amor y era justo aquello que con éste no compartían.
Ana adoraba las facciones faciales de Andrés. Pocas curvas y muchos ángulos negros. Los ojos entre cortado en su final con una formas trasversales que le daban gran profundidad a su mirada. Ni formal ni rígido, peor si muy elegante. Distante y extraño.
Andrés estaba tremendamente enamorado de Ana. Con control, pues sabía de la trampa del amor. Rebelde, en su forma de vestir y sus gestos, pero nunca desubicada o perdida en su disconformidad. Su pelo negro y ondulado, cayendo sobre sus hombros, resaltaban ferozmente ojos oscuros como el ébano.
Como si se acabasen de conocer algo más de dos minutos y ambos se hubiesen sorprendido el uno con el otro, así se miraban de entre los cuerpos de los camareros que se cruzaban entre ellos y los reflejos y brillos de las botellas situadas en la pequeña repisa interior del espacio.
Llegó la hora y con media hora de diferencia salieron del café.
Salía siempre primero Andrés, no le gustaba esperar y después Ana, a ella le gustaba ver como siempre se iba a perder el tiempo su compañero hasta que ella apareciese.
Ella también había notado algo extraño en Pedro y no le gustaba. En el mundo del juego, mejor, por no decir indispensable, hay que saber a quien tienes delante.
Por error de ambos, llegaron a la par, por caminos apuestos, pero a la vbez, los dos. Todos se les quedaron mirando. Quizás alguno sospechara algo de su conocimiento pero nadie lo daba de manifiesto. Lo único fue la pequeña sonrisa que el enigmático Pedro, dibujaba en su cara, sin que ésta nadie pudiera verla.
No estaba permitido conocer ni mantener ningún tipo de relación entre dos jugadores. Los motivos eran claros y evidentes por el paso de información sobre las cartas de ambos. Contar con el doble de información era una ventaja enorme. Ana y Andrés no realizaban ninguna trampa, no tenían ningún código de comunicación, alternaban sus posiciones para que se pudiera relacionar éstas con las posibles trampas. Jugaban limpios. Sólo compartían que eran maestros en el asunto y que se ganaban muy agusto juntos los beneficios, desde pasarse dos horas bebiendo champagne sin parar en cualquier ciudad y a cualquier hora a sentirse libre como el viento cruzando los Alpes con su motos oyendo resonar el grave, potente y agradable sonido de su chooper 1300cc entre el eco de los grandes valles rodeados de las altas cimas cubiertas de nieve.
Antonio el mayor, entre lloros se había retirado a mitad de aquella séptima partida. Todo perdido, incluso su dignidad llorando como un niño aquello que no había sido capaz de llevar a cabo como un hombre que parecía que fuera. El resto de la mesa, abrigados en algo de pena, le dejaron levantarse sin pagar el restante de las tres partidas que quedaban. El único que protesto de los jugadores fue Ana, alegando que ella se había sentado en una mesa sin principios éticos.
Carmen estuvo desplumándonos a todos. Pedro, Ana y yo, habíamos tenido bastantes perdidas con ella, básicamente la mitad de nuestro montante correspondiente a la partida, pero el otro jugador, Matías, estaba totalmente con el mismo dinero con el que comenzó. Las cartas pasaban y quedaron, en la última mano, carmen y Matías.
- Matías, ya te lo digo, tendrás que sacar la chequera, pues tú no te vas sin pagar.
- Y tú sin ganar -Matías estuvo apunto de soltarle un piropo a Carmen, que bien se lo merecía, pero no se lo dió, pues ser jugador es en demasiadas ocasiones sinónimo de caballero en los gestos y sabía con abundancia que Carmen miraba con desprecio a cada uno que le decía lo guapa que era. Que bien que lo era.
Las cartas las repartía pedro.
Carmen se quedó cuatro cartas y pidió la restante solamente. No la miro y encima de la mesa la dejó. Mtias si que la puso al descubierto, un tres y un cinco, primos, para hacerlo bonito.
- Pero, Carmen ¿no me vas a dejar ver la carta que te ha tocado?
- ¿Qué te parece si jugamos los dos sin verla?, Matías.
Impresionante, ¡sí!, pensaron todos los de la mesa, y Pedro intervino
- Si el resto de la mesa está de acuerdo y como sólo quedan aquellos dos en la mano, no tenéis ningún problema, tú dirás Matías.
Éste sonrió mirando fijamente a Carmen, mientras le decía
- Amiga, si tu curiosidad es tan grande como la mía por ver esa carta paga esto que pongo. Puso mil, más los dos mil que ya habían daban unos muy jugosos tres mil euros, tras lo que añadió
- Me estas mintiendo - y consciente que no le gustaba le añadió, cariño – confiaba en su trío de doces
Carmen, levantó el mentón riéndose mientras le comentaba a Ana que los hombres eran todos cincelados por el mismo martillo.
- Los veo y te pongo dos mil más.
¿Tendrá entonces un poker o es un farol que me lanza con un trío bajo? - Matías comenzó a dudar, las mujeres no son buenas, se decía. Si se retiraba ahora, perdía tres mil euros, pero mantenía a cero su cuenta de gastos. No había ganado ni perdido, pero ¡diablo!, tenía un trío de doces cantando entre sus dedos. Carmen permanecía impasible. Pensaba que no iría Matías. Que la maniobra de no levantar la última carta se lo hicieron a ella y tenia un bonito trío de onces y el posible full o Poker, con la carta escondida, tapada bajo el misterio y las ansias por descubrirla.
Tras un minuto de silencio, Matías dijo
- Quiero ver y descubrir si eres mala o buena, te igualo la apuesta.
Se destaparon las cartas, se vio que el trío de Matías era mayor que el de Carmen, e inevitablemente, todos sonrieron cuando Carmen iba a levantar la carta perdida en el olvido. Ni ningún full ni poker. Matías, sonrió con mucho respeto y dijo
- Trío de doces, amiga, perdiste – el tres y siete no había valido y el trío de Matías fue más alto.
Andrés pensó que los dos acabarían en la misma cama como les paso a él y a Ana. En el poker, al acabar las partidas, no se ve a nadie mas que a ti.
Carmen se fue con menos dinero pero con más gana de devolverle, la jugada a Matías y éste se fue, con algo más de dinero pero con unas pocas menos fuerzas hacia Carmen, le gustaba. No hay nada mas atractivo que un buen o buena jugadora de poker guapo o guapa y que te mantenga la mirada fuera de todo sentimiento.
Andrés se fijo como salían hablando de la sala de la partida., y allí se rencontraron y pronto estaban los dos durmiendo sin más que esperar la partida de mañana.
Y entre sonrisas salío, algo más tarde de allí camino del hotel
Se reencontraron en el hotely rápidamente se durmieron.

viernes, 9 de enero de 2015

ANDRÈ, MONTESQUIEU Y EL FUTURO


Montesquieu paseaba por el salón principal del edificio, con la mirada siempre fija a delante y los ojos claros y muy abiertos. No apreciaba la vestimenta de sus congéneres, la que allá, a finales del siglo XVII, se empezaban a llevar entre la todavía bullente nobleza y aristocracia Francesa. Se sentía demasiado encarcelado entre los pliegues de las rectas chaquetas de gruesas capas de tela.
La Europa en la que se movía estaba ciertamente dominada por el racionalismo, en el cual, las soluciones eran buscadas absolutas e independientes y fuera de cualquier puntualización temporal. Él miraba con envidia el practicismo de la Europa de las islas, habiéndose leido febrilmente a John Locke.
- !Montesquieu, mon ami¡ - le llamó un hombre, quizás más mayor, desde el final de aquella sala, cubierta de mármol blanco con techos abovedados y mientras se acercaba rápidamente hacia él le dijo ¿qué le has dicho al Rey? - sonrió, ¿a quien pretendes darle poder?
- A nadie y lo sabes, Andrè, busco precisamente que nadie lo acumule y trate los asunto con un control total.
Andrè, sonrió y siguió su camino, mientras le comentaba que el poder estaba, está y estará previsto en los futuros, pues el mundo está bien dibujado, y que las nuevas corrientes que surgen en Europa no se impondrán nunca. Mantengámonos alejado de lo nuevo - le añadió, que Usted y yo vivimos muy bien.
- Sí, vivimos bien, pero tras salir de las nieblas de la ignorancia ¿no ansías algo más para los habitantes de nuestra siempre grande Francia?
-Sí, sí, como no, pero recuerda que cualquier cambio es un riesgo. Nuestra Francia está en un momento de gran esplendor, compitiendo con los Españoles e Ingleses en el dominio del mundo ¿qué pretendes?
- Pretendo que debemos elevar a la raza humana al punto aquel que se merece, que lleguemos a los lugares de belleza y sabiduría a los que estamos preparados. El hombre es el centro del Cosmos y como tal hay que pensar en tratarlo.
- Montesquieu, tienes una concepción excesivamente buena de los demás hombres. Has recorrido el mundo, has visto al menos lo que yo, y tras tantas barbaridades, me extraña que todavía pienses así.
- Andrè, seamos tolerantes con los pensamientos diferentes a los nuestros, con las otras religiones, razas, países diferentes. Los hombres hemos nacido para dominar el mundo desde la más absoluta comprensión producto de nuestro raciocinio. Estamos preparados para construir un mundo perfecto y lo primero que tenemos que hacer será establecer una forma de gobierno que sea útil y funcional
- Y ¿cual es ésta?
- La que en el poder esté dividido y no caiga en manos de una sola persona.
- ¿De qué me hablas?
- De dividirlo y que cada una de las partes controle a las otras.

Andrè comenzó a reír. Él todavía no creía en la posibilidad de solucionar pacíficamente y por medio del orden y la razón las diferentes situaciones. El poder, pensaba, era de Dios o de los hombres preparados para ello. Que los individuos, en su generalidad, eran torpes y sólo una clase preparada y privilegiada podía sustentarlo. Montesquieu lo miraba con pena y misericordia pues le traía a la cabeza aquel niño que jamás crecerá ni se realizará. Pensaba y sabía que en la organización, planificación y tratamiento de los problemas de manera puntual, estaba la solución. Despreciaba las grandes doctrinas de la edad media o del renacimiento que todavía buscaban una solución global donde los hombres no fuéramos más que piezas de algo más grande que existía. Practicismo y razón - pensaba y quería él que fuéramos
- Sabes, Andrè, el poder deberá estar dividido en tres niveles, el que sustenta el estado, el que realiza las leyes y los que las llevan a hecho estas. Ahí tienes una posible solución en la organización correcta del estado - así se lo dijo y mirándole se quedó
Las risas de Andrè, resonaron por toda la sala - no paraba de reírse, pero sólo por lo estranbótico que veía en la conversación y no del contertulio ! Mon deu!
- Amigo, sabes que te aprecio y te considero, si no el que más, si unos de los más grandes pensadores Franceses, pero, amigo, olvídate que en Francia dejemos de vivir bajo el mandato de algún Borbón y que el poder sea tal y como me lo describes.
Se despidieron y cada uno se fue por un lado.
Paseando seguía pensando en cual era la capacidad de los hombres para construir un mundo correcto, a través de utilización, metódica y práctica de la razón, pensaba que la ceguez impuesta al concebir al ser humano pequeño e inútil, debía de caer e iniciarse una primera ilustración en la visión futura.

- El hombre es grande - le dijo a la ama de llaves mientras ésta, compungida, apenas levantaba el mentón.

martes, 6 de enero de 2015

LA ÚLTIMA DECEPCIÓN (IV)


Iban llegando a la cuarta partida.
La noche era clara, aunque la luna estaba ya decreciendo en su lucha por continuar.
El casino tenía una puerta de entrada, discreta, en la parte trasera del complejo. Apenas había luminosidad en aquella entrada y la calle era estrecha y, aun estando cerca del centro aquel lugar, apenas había movimiento, ni de coches ni de personas.
La partida empezaba, como todos los días a las ocho. Hoy allí estaban ya todos, menos Ana, unos minutos antes. Se las daba de dura, les hacía esperar y esto a Andrés, le gustaba mucho.
La partida anterior se estaba retrasando. Una a las cinco y otra a las ocho, con una hora entre las dos. Había algo de follón dentro, gritos y voces altas se escuchaban del interior, mientras comenzaban a salir. Andrés se apartó con curiosidad, no era la primera vez que estaba ante un caladero de estos. Era un pequeño tumulto alrededor de dos hombres corpulentos, ambos dos con traje de chaqueta, pero uno negra y el otro blanca, cogiéndose de los cuellos de la chaqueta, gritándose en la cara y otros cuatro o cinco a su al rededor separándolos. Creía Andrés que era su penúltima o última partida, y bien seguro que así se notaba. El alcohol sudaba por litros en aquellas mesas y la gente se ponía nerviosa. En la pequeña oscuridad de la calle se fueron perdiendo entre empujones y explicaciones.
El portero les hizo el gesto de entrada justo cuando Ana llegaba. Hermosa, hermosa, pensaba Andrés, mientras la dejaba pasar en la entrada, serio y sin apenas mirarla.
Tras la dinámica propia de las tres otras partidas se encontraban ya, casi en la mitad de ésta, de esta cuarta partida.
Antonio, el más mayor, estaba poniéndose nervioso. No sólo había perdido las apuestas iniciales de las tres partidas, es decir, 60.000 euros, sino que además había sacado ya cheques. Ana ya había visto los ligeros temblores en su mano derecha y Andrés había seguido la mirada de Ana y ya lo sabía también. Hoy no había ganado ni una mano. Pero allí todo el mundo de la mesa, sabían a lo que se iba y lo que había. Habían durante las diez noches 60.000 euros dentro de la pieza metálica central que se iban a pasear aquella noche por toda la mesa, y esto era realmente jugoso y traicionero.
En un momento, como cualquier otro, entró apresuradamente a la habitación un trabajador del Bingo, que se asomo y les dijo, en voz baja, que la policía había venido.
A partir de ciertas cantidades, el juego tiene que realizarse en unas determinadas condiciones y circunstancias que en aquel momento y lugar no se daban. Se levantó Pedro, que tenía más o menos la misma edad que Andrés y con mucha calma les dijo señalando al dinero que quedaba del fondo de las apuestas.
  • ¿Resto total para mañana?, ¿lo sumamos al dinero de la entrada?
Todos hicieron el gesto de afirmación, y éste se acerco a apretar el botón lateral que hacía que el cuento se abriera por la mitad y el dinero cayese en una bolsa de piel central. Pedro se agachó, la cogió y salieron todos, con prisas pero como siempre, con mucha discreción. Ya de manera desordenada fueron entrando en el bingo por la puerta principal, controlando a Pedro que iba a llevar la bolsa a las taquillas centrales en las cuales había cajas fuertes personales. Lo introdujo en una y le dieron la llave. Si no lo estabas observando, no te hubiera llamado la atención el gesto en el cual subió la llave, mostrándola e introduciéndosela en el bolsillo.
Andrés se quedó, un rato más, tomándose un Whisky cerca de la ruleta. Le gustaba verlo, como se emocionaba y alegraba la gente o como se iban de allí cabizbajos y maldiciendo su suerte. Nunca había jugado a ella y hoy no iba a ser menos.
Ana salió directamente del bingo y con la intención de darse un gran paseo, al hotel acudió.
No pasaron muchas horas hasta volvieron a estar juntos en la habitación.
  • Rápido y frio es Pedro, cuidado con él, Andrés
  • Además juega con calma – añadió él, tengámoslo los dos.
  • Y también – continuó Ana, interpreta fenomenal las cartas que están encima de la mesa.
  • Pensar correctamente bajo la presión, es una virtud.
  • Y Antonio ¿qué te parece, Ana?
  • Lo va a perder todo, los pálpitos de su corazón se escuchan por toda la mesa.
  • Sí, estoy de acuerdo contigo y sabes, me está dando pena.
Aquí Ana levantó la cabeza y le miró con cara de sorprendida. Se puso la mano en el mentón y apoyó el codo en la mesa. Durante unos instantes, los dos permanecieron callados. Ana, sin hablar, se levanto arrastrando por el suelo el largo albornoz blanco del hotel y tocándose el cabello todavía mojado, le dijo
  • Los sentimientos, déjalos única y exclusivamente para nuestra relación y cuando estemos solos, sabes perfectamente que el mundo del juego es cruel. Somos pocos los que sabemos estar y vivir en este mundo.
  • No te preocupes, nos llevaremos el dinero de todos y nos iremos otro medio año más a recorrernos Europa en la moto, durmiendo en los mejores hoteles y cenando con champagne todas las noches.

Andrés se desnudo y se taparon los dos con el albornoz mientras veían un rato la televisión.

lunes, 5 de enero de 2015

LA ÚLTIMA DECEPCIÓN (III)



La mesa era para seis personas. Toda ella se encontraba cubierta por dos lamparas colgantes ambas dos con una gran cobertura circular. Las bombillas eran de baja potencia y los faldones tenían tonos amarillentos. Había de todo menos la pureza de la luz blanca. Lo iluminado, dibujaba un espacio sagrado donde bailaban las cartas.
Andrés había entrado con todos los demás.
Sin sonrisas pero con amabilidad se fueron quitando las cazadoras y las gafas oscuras. El último que se negó a quitárselas mientras jugaba, perdió y además nunca jamás fue de nuevo invitado. Tenía diferentes edades, como él, 43 años, pensó que dos, dos más mayores y el sexto invitado, que esperaba que entrara y fuese su gatita, que arañaba a los ojos cuando jugaba. La ropa es adecuada, según sea quien y como la lleve y Andrés siempre andaba bien vestido. Mucha clase. Con las botas de piel o la chaqueta. Lo llevaba impreso , su estilo, con números en su frente.
Andrés se quitó su cazadora de piel y dejó enseñar una deportiva chaqueta gris con una oscura camisa azul. Vestía de una manera muy atípica. Pero la ropa no es bonita, lo parece o no, según quien la lleve.
En medio de la mesa, había un gran cuenco plateado, en el que cada uno de los que en aquella mesa se habían sentado, había puesto 10.000 euros, cogiendo las fichas correspondientes a aquel dinero.
Había que gastárselo todo. El montante total de las apuestas de aquella partida y de cada uno de ellos debiérase ser, de 10.000 euros, ganara o perdiera. Si no las hubiera apostado a lo largo de la partida, todo iría a la última mano. En aquella mesa no estaban espectadores, no se venía a pasearse. Eran emociones fuertes. O te ibas con un pellizco fuerte de cash, o perdías digamos casi todos los euros del principio. Que eran dinero que ya dolía, bastante o mucho, al perderlo.
Había dinámica. Sufrimiento, alegría y dolor.
Debías ser duro para aguantar, con asiduidad, ganandote la vida entre las partidas. Flotando a la par que las cartas vuelan hacia tu posición, creciendo observando la cara de aquel que te mira y calcula, viajando entre los dedos de aquel que mueve sus fichas en las apuestas. Es el sueño del dinero fácil, es vivir en aquel momento y justo ese día.
Cuando Antonio, el más mayor de los entonces cinco, se disponía a cerrar la puerta, apareció Ana. No lo llevaba, pero Andrés, así como todos los demás, les pareció que entraba con los ojos cubiertos por el antifaz del misterio. Dos mujeres y cuatro hombres, pero en estas partidas no existía el género.
Se disculpo, amablemente, y sin esbozar ni la más leve sonrisa. No haría prisioneros, no habría piedad. Allí. Con Andrés, apenas cruzó una mirada de indiferencia. La distancia entre la tierra y la luna era poca para la distancia que parecía que tuvieran los dos en aquel momento y lugar cuando la noche anterior, desnudos en la cama se habían contado todos sus secretos a los oídos.
Era la primera de las 10 partidas previstas.
Sería la más relajada y tranquila.
El presupuesto para jugarlas todas se situaba en unos 100.000 euros, y todavía la desesperación, la histeria, la ambición o el descontrol no había aparecido.
Eran dos horas de partida con una mano más una vez se acabara el tiempo.
Dos de ellos permanecieron la parte final de la partida con los brazos en cruz sobre el pecho. Habían perdido los 10.000 y no quisieron gastarse más. En aquel momento, todavía la gente dominaba la huida a tiempo.
El hombre más parecido en edad a Andrés, cuyo nombre no se sabía todavía era el que más ganancias tenía. La dos mujeres Ana y la otra, también habían perdido una cantidad y él la ganaba, no mucha pero si que tenía beneficios sobre los 10.000 primeros.
Quedaba poco más de 10 minutos para el final de la sesión cuando se quedaron solos, en la segunda ronda de apuestas, Ana y Andrés.
Nadie diría que tenían un mundo tan grande solo, única y exclusivamente suyo.
  • Doblo tu apuesta, señorita – le dijo sonriendo amagando el guiño que en cualquier otro lugar le hubiera hecho.
Ana sonrió. Malévola, seca, misteriosa. Cualquier hombre, sudaba con sus sonrisas.
  • La acepto y la aumento, ¡ah!, señora, aunque le importe.
Permanecieron cayados los dos.
Llegó el descarte y, pocker descubierto, dos ases para Ana y uno de los dos ases perdidos y el doce anterior, y ademas, los dos de corazones.
Ambos dos manejaban y acariciaban las cartas.
Se fijaban la mirada y trataban de saber hasta donde llegará le valor de sus cartas.
En estos momentos, eran aquellos en los cuales los dos se dedicaban a recordar aquellas primeras partidas, retos, desafíos y desafinados con el mundo circundante. Hasta que no hubo botas y moto por el medio, la cama permaneció bien lejos de los dos. Aquella noche Ana llevaba una camisa blanca cuyos cuellos eran bonitos bordados, pero la curvatura de cintura y pechos le daban una gran modernidad. Los pantalones negros, buenos, alegantes y siempre ajustados. Estaba realmente atractiva.
Andrés alargó sus manos desde el comienzo de la mesa hasta el centro, sin tocar la bandeja central, arrastrando todas las fichas que le quedaban.
  • Ahí va toda mi apuesta, 11.500 euros, y señora, si cree que gana, si quieres ver mis cartas vaya rascándose el bolsillo, billetes o cheques.
Ana se decía, “mentón alto, moviendo la mano izquierda, escondiendo la sonrisa, los ojos entre cerrados, no creo que pueda con mi full, dos ases y tres dieces, las posibilidades apenas llegan a un 30 por ciento”. Así pues se metió la mano en el bolsillo y tras preguntarle el nombre, le hizo un cheque por un valor de 3.500 euros que eran los que le faltaban para cubrir la apuesta más sus 8.000 que le quedaban de la primera cantidad.
  • Ahí tienes, pichoncito enséñame las cartas
  • No, eso si que no, llévate mi dinero, pero no me cambies el nombre y menos así, señora – dijo mientras se inclinaba hacia atrás y la observaba en la lejanía pero con mucha atención. Casi con un gesto de desprecio volteó sus cartas
  • - tú pagas para ver, y aquí lo tienes
Andrés tenía el hermano huérfano del otro as que tenía que bailaban y jugueteaban con tres doces. Era el full más grande, potente que el de Ana. Sus ojos volvieron a chispear con furia, odio infantil, rabia de la adolescente destronada ¡otra vez no! Sin mediar palabras le depositó todas la fichas y el cheque encima de ellas.
- Tú ganas, pero esto no ha hecho más que empezar.
Era la primera partida y el final fue pacífico y cordial. Se recogieron las chaquetas, se apagaron los cigarros, se encendió la luz y todo volvió a la realidad. Todos se fueron al bar externo del bingo a tomarse unos Whiskys a la salud de sus perdidas o ganancias. En dos días todos, con más dinero, concretaron que allí volvían. Segunda partida será.
Andrés y Ana se despidieron y se fueron por caminos contrarios como si tuviesen intención de verse nunca más. La última mano le había dolido mucho y Andrés lo sabía. Ella sufría y él, con amor verdadero, disfrutaba de estos dolores ante la perdida con él.
  • No me engañaste, lo tenía que jugar, era penúltima mano, tenía buenas cartas encima de la mesa – le dijo con la cabeza medio levantada y con cara de no darle importancia.
  • Sí, y lo sabes – le dijo Andrés mientras se acababa la cena que les habían subido a la habitación, que has creído que no tenía nada ¿los movimientos de mi mano izquierda?, ¿la posición de mis ojos?. Eres buena, muy buena, pero, amor, conmigo hay que jugar muy bien. Además, entre tú y yo es una cuestión más de honor que de dinero. El cheque, pichoncito, sale de nuestra cuenta.
  • Si me vuelves a llamar pichoncito, ya sabes que esta noche tendrás que pegarte un baño de agua fría si no puedes más, hombrecito.
    Esto último se lo dijo ya con una sonrisa incipiente, que acabo con un leve giro de cintura mientras se sacaba la camisa para quitársela. Su ombligo era una total cárcel del pecado.
Los dos se rieron, cenaron, se fumaron un cigarro en el balcón de la habitación y se fueron a la cama, rodando entre abrazos y besos, viviendo en el Nirvana hasta que salió el sol en el día siguiente.