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La belleza no tiene ni rectas ni curvas, lo hermoso ni forma ni volumen, la simpatía no tiene la boca ni abierta ni cerrada. El arte va sin nemotécnicas ni epistemologías directamente al corazón
El encontrar unas formas acabadas y definitorias es un sinsentido. La curva de la hermosura se dará a través del grado de en la visión que lo haga, el arte empieza y acaba allá donde viene la mirada.
Es un sindecir, es una vía de escape y reconstrucción, es la falta de intención de definir lo indefinible. Las ideas se amontonan, se empujan y ninguna triunfa sobre las otras.
El camino de llegar a la belleza, se torna, gira y se confunde con la búsqueda de la verdad, de la armonía y el equilibrio. La verdad no tiene porque ser la hermosura y la mentira puede resultar bella.
Pero, ¡quién se atreve desde nuestra pequeñez a atisbar una definición sobre lo hermoso y bello! Puede que precisamente en el campo estético encontremos nuestra singularidad, individualidad ante la falta de normativa posible aplicación y generalización en su aprecio.
El tiempo y sus circunstancias nos encadenan, nos engañan y nos hace creer en absolutismos. El arte es el ejemplo del mayor engaño al que estamos sometidos todo nuestro género. La belleza es pletórica, constructiva, enriquecedora y formadora, pero que jamás a nadie se le olvide que es una enorme demostración de la inexactitud de las personas como tales y nuestra falta de universalidad.
No creo en afinidades siquiera. No creo en mecanismo de pensamientos parejos y simétricos de una para con el otro. Tenemos un universo propio y formador. La misma reacción ante situaciones similares no es más que una imposición educativa. La evolución nos llevo a la libertad y la naturaleza nos mantiene unidos.