martes, 12 de abril de 2016

SPINOZA, EN EL CANAL HACIA EL MAR BÁLTICO



Paseaba despacito y tranquilo, por una bella Amsterdan, cubierta de amplias flores blancas, caducas, sutiles, efímeras, pero esplendidas en su corta madurez.
El verano era corto.
Marchaba lento y pensativo pues su tuberculosis le producía problemas en el movimiento pesa a su juventud.
Observaba lo que le rodeaba y luchaba por no sentir odio y desprecio hacia aquellos que lo había apartado del mundo del pensamiento por alegar la existencia y manifestación en la realidad como parte de la misma ontología, a Dios. Su pensamiento y la belleza extensional de los blancos tulipanes expuestos en cada balcón de aquella ciudad construida con una madera clara de frescos y grandes abedules, eran parte divina, era el panteísmo omniabarcante.
Se dirigía a su taller. Los antiguos Sefardíes, los Judíos expulsados de la península Ibérica, no lo despreciaban por no asumir los principios primeros de Dios lejano, primero y juez, pero sí le apartaban y sólo le dejaban dedicarse a la artesanía.
Spinoza, se sentía feliz puliendo las lentes para sus amigos científicos, pues le permitía reflexionar y mantener contacto con buenas mentes pensantes.
Apoyado en los vallas protectoras de un canal, elevado por la marea, se le acercó un antiguo alumno, que ahora ocupaba un puesto de dirigente importante en su comunidad. Nunca estuvo cerca de lo fanáticos, pero siempre fue un hombre precavido.
- Maestro ¿cómo está?
- Bien, mi amigo, tratando de, contemplando la belleza, olvidar los dolores en mis huesos.
Acercándose más le dijo
- Ya está impresa su obra, el tractatus teologico-philosophicos. Vamos a empezar a mandar a los tantos otros pensadores racionalistas que le siguen en el resto de Europa.
- ¿A Liebniz?
- Sí, también
- Alumno Christiaan, probablemente deba irme a la Haya, en cuanto se haga oficial mi excomunión y me gustaría que siguiéramos, en secreto repartiendo mi obra.
- Sí, señor, cuente conmigo, pero dígame ¿qué alegan para condenarle?
- Mire, el gran admirado por mi parte, Descartes, quiso separar ontológicamente al ser humano de Dios, para mantener su capacidad de elección.. Su cuerpo, su alma y Dios, no eran lo mismo. Y yo le pregunto a Usted ¿en qué punto rebajo un centímetro el poderío y omnipotencia divina si le afirmo que Dios también se encuentra y se da en la belleza de las flores que cuelgan de los balcones?
- Bueno, Señor, pero nuestro Dios, Yave, es superior y está por encima del ser humano.
- Pero, mi alumno el que yo piense no me da independencia divina ni la existencia de las flores como realidad tampoco. Todo lo existente es Dios, nuestra libertad está en la asimilación de nuestro destino como parte creadora, es la Panagea, todo es y está en Dios.
- ¿Los mismas vertientes formadoras de Santo Tomas?
- Sí, parecido – y le dijo acercándose, cuidado con nombrar a un santo de la iglesia católica, cristiana, apostólica y romana, aquí, en este barrio comercial grande y Judío muy judío.
- ¿Quería Dios que le hayan apartado de la iglesia y no le permitan instruir a los jóvenes, señor Spinoza?
- Te voy a decir una cosa, y que nunca se te olvide, Christiaan, la iglesia, sea cual fuere, no está formada por Dios, son los hombres quien la hacen y la componen y todos los pecados y defectos que tienen las personas fuera de ella, la tienen dentro también.
La última mirada fue algo melancólica. Sabría que debería de partir hacia se nuevo lugar de residencia pronto. Su capacidad intelectual estaba pletórica, pero su cuerpo se consumía con lentitud. Apenas tenía 40 años, pero pocos más le quedaban, le dijeron algún amigo intimo médico, con otras palabras.
- Baruch- por un momento sintió la fuerza para tutearle ¿podremos, con la razón explicar el mundo?
- No sólo podemos, sino debemos. El mundo no es más que la manifestación del orden divino. Nuestra mente llegará a su conocimiento pues somos parte de Dios. Somos, esencialmente seres racionales y con nuestra razón llegaremos a la más alta comprensión, lease por favor a Descartes, siempre lo he admirado.
Se despidieron y su antiguo alumno se fue con paso ligero pues tampoco quería que se le siguiera asociando en la cercanía con él.
El canal estaba enfocado hacia el mar báltico, en el norte y el sol se ponía en su hombro izquierdo con lo que no le molestaba y podía ver los rayos de luz caer trasversales en la madera húmeda del casco de la pequeña barca cargada de girasoles que llevaban hasta la costa.
- las religiones no son malas, la maldad esta en las personas que dicen que la representan – dijo en voz alta, sin miedo pues los dados de su destino, ya estaban jugados.

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