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No tengo que hacer nada y nadie me
espera en ningún sitio, a vivir y disfrutar del presente me dedicaré
La vida es demasiado corta, es un
suspiro de emociones, tristezas y alegrías y como tal momento voy a
actuar.
No buscar un fundamento y una razón de
ser a conseguir y concluir en una estructura buscada.
No voy a sentirme mal por no tener
aquello que no es mio.
Disfrutaré de pertenecerme totalmente.
No, no vamos, al menos en la tierra, a
ningún lugar a dar cuentas a nadie.
Dejemos de correr por entre las
carreteras de los acontecimientos buscando desesperadamente algo más,
pues el viaje acaba en el camino. Pagamos por el crucero por entre
los fiordos de la vida y no por la vuelta, allí donde salimos.
Mi corazón se va en los impulsos de lo
que se cree y subiendo en los autobuses de realización y
reconocimiento veo, cada vez, por la ventanilla, a aquellos que se
quedaron en la parada disfrutando de un día soleado y que sin sentir
la necesidad de cambiar, avanzar, llegar, conseguir, ríen y
disfrutan del momento.
Aquel día me di cuenta que me ahogaba
en la grandeza del futuro y no era capaz de disfrutar de la dulzura y
la sencillez del presente.
Agarrado a mis inquietudes, desajustes,
volteos y sueños, duermo revolcado a la insatisfacción de buscar lo
que nunca encontraré y de serlo, con esfuerzo y dolor.
No le pidamos a la vida aquello que
nadie jamás nos prometió.
No nos creamos que ésta es un cuento
maravilloso de color rosa.
Aceptar la realidad es el camino y
comprenderse a ti mismo, el culmen, del estado de tranquilidad y del
dormitar entre los sueños dulces que te dan tus límites.
Ahogado me encuentro en ocasiones, si
no por lo que yo pienso, sí por lo que me cuentan.
La ambición material o de
reconocimiento externo, es la vía ecuanun de funcionamiento y razón
impuesta, por los más infelices, de la realidad.
Conozco y sé de gente que vive sin
vivir tirada por entre las ambiciones futuras que cruzan sus vidas y
que les impiden nunca jamás dormir disfrutando de lo que se tiene.
Huir del presente hacia el futuro es
una trampa que ponemos entre la vida y nosotros.
Las grandes ambiciones son un agujero
sin fondo, son la sinrazón de una realización errónea y falsa.
El futuro soñado nos ata a la cama del
presente.
El viaje, tal y como empezó, así se
acabará.
De la nada o Dios vine y a ella o Él
volveré.
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