La
primera semana estuvieron estudiando y preparando el trasporte. Era
un trabajo difícil, complicado y lento, muy lento. Ambos dos,
tácitamente, aunque fuera un acuerdo sin palabras, comenzaron a
bajar sus ritmos hasta lo posible. La capacidad de sacrificio, es
decir la comparación de realidades con posibilidades era un elemento
injuzgable por los invasores. Redujeron a un 50 por ciento todo
trabajo en equipo. Debían, sobre todo, de hacer estudios de
aplicación de planes y técnicas de mantenimiento de la masa humana.
Estaban discutiendo y ordenando como trasportar y organizar al ganado
llamado humanidad. Fue por la presencia de uno junto al otro lo que
hizo que esto fuera soportable.
La
ilusión fue creciendo en los ojos de Carolina, cada vez que pasaban
por debajo de la parabólica y Boris le podía ir avanzando, tanto el
experimento físico-biológico referente a la expulsión de oxígeno
puro en la respiración y pequeños esbozos de las ideas que tenía
para la comunicación y el desarrollado de la liberación.
Durante
las dos primeras semanas, se miraban y observaban
constantemente. Un cuarto de Milenio sin ver a otro ser humano
ninguno de los dos. Boris, comenzó a ser tratado a los 45 y Carolina
a los 36. Ahí dejaron de envejecer. Ambos dos subían y bajaban la
escaleras hacia el telescopio con la mirada fija del otro. Les era un
autentico acto de irrealidad hablar y ver pasar a otra persona.
Comían juntos, y podían estar toda la comida en silencio total,
hasta darse cuenta y hablar al unísono. Emocionados e ilusionados,
pero francamente alterados.
-
Lo haré Injectándoles
Berilio con alteraciones atómicas..
-
¡Es un potentísimo veneno!, Boris
-
Ya lo sé. Con la variación atómica podría evacuar el
carbono por el sudor y no producir el CO2 gaseoso. No podrían ya
respirar aquí.
-
¡Bien!, ¿lo tienes acabado?
-
No
-
¿probado?
-
Tampoco
-
¿Y? – la cara de Carolina cambió otra vez ¿qué tienes?
-
Toda la teoría – le dijo con la inmensa cara de felicidad
que se regalaba de vez en cuando en su gran soledad- tengo todas las
ecuaciones correctas, no me será difícil. Tendremos, eso sí que, o
bien esconder o engañar sobre el hecho de hacerlo.
-
¿Y con quien lo vas a probar? - le dijo Carolina, con ojos de
interés máximo y con una mayor cercanía que iba sumiendo a los dos
con cada cuarto de hora más.
-
Con las tortugas, pues sólo han sobrevivido algunos reptiles y más
las tortugas de las costas norte africanas en el atlántico –
Boris.
-
¿Y cómo lo vas a experimentar?
-
Con la que tú me vas a traer. Recién llegada a la isla, vida ya
nunca vista y la encuentras y te la traes. Bajarás a la playa y allí
hay. Si lo hiciera yo, sospecharían. Fueron mi compañía ya hace
mucho tiempo.
Carolina
llevaba tantos años sin tener un solo momentito de decisión propia
que su capacidad de actuar por ella sola se había anquilosado
ligeramente y el proponerle planes a realizar y sin saber realmente
los resultados y consecuencias, le hacía temblar el alma
-
¿Y si me descubre?, ¿qué les digo?
-
Ellos saben que el ser humano tiene el impulso de la diversión con
muchos y diferentes objetos. Nos dominan y mantienen bajo estos
principios. No será muy difícil engañarles como acto de puro
divertimento.
-
Nos vigilarán.
-
Sí, Carolina, y mucho. Podrán calcular todas las magnitudes
cuantitativas a todos los niveles y en todos los momentos de tu
cuerpo, pero no podrán leer ni tu mente ni la mía.
-
¿Y el laboratorio?
Se
inclinó y sacó, debajo de un mueble, allí, debajo de la antena una
pequeña bola de cristal estanca y un maletín con instrumentos
médicos.
-
¡Con eso pretendes hacer un descubrimiento trascendental y máximo!
- le dijo Carolina, con cara, de desesperación e indignación.
-
Carolina, llevo decenas de años estudiando este asunto. Aquí hay
poco, pero lo necesario para concretar que necesitamos exactamente.
Boris
levantó la cabeza y coincidieron las dos miradas.
Se
miraron, por fin, como dos iguales, como dos personas más. Los dos
supervivientes de la hecatombe, habían desaparecido y habían
llegado dos personas en la búsqueda de la salida, de igual a igual
liban conociéndose. Algo que ya no era parte de ellos, volvía.
-
Y supongo – continuó hablando Carolina- que aprovechando las
circunstancias, que nos van a llevar aquí y allá, estudiaremos o
pondremos en marcha la manera de la comunicación, la trasmisión y
el convencimiento de los actos al resto de la humanidad.
-
Sí, sí - le dijo Boris sonriendo al momento que cogía su mano en
signo de confianza y amistad.
A
ambos dos les iba a costar olvidar aquella sensación. Había sentido
algo biónico y vivo. Tras centenas de años rodeados de plásticos y
metales, aquello fue todo un auge de fuerza, una toma de aire que
dejó a la habitación de ambos sin. Rápidamente se separaron y
apartaron. Continuaron hablando del asunto, hasta que calculando los
tiempos para actuar dentro de la normalidad, se dispusieron a salir.
-
Carolina, que no se te olvide que no son Dioses. Tienen una
tecnología impresionante, inconcebible para nosotros, pero nunca
serán dueños de nuestros pensamientos e intenciones. Podemos
engañarlo, siempre bajo la divina y querida antena.
Se
miraron y se rieron. Se morían de placer entre la compañía de otra
persona pues ya estaban superando la incredulidad y sorpresa inicial
y ya se entendían y reconocían. Salieron de la antena.
-
Habrá, entonces que adoctrinar, al resto de los humanos, bajo los
principios de necesidad y conveniencia de estos actos que les vamos a
presentar – dijo Carolina.
-
¿Y les vamos a dar a todos la misma utilidad? - añadió Boris
-
Eso no está en nuestras manos.
Quiso
esconder Boris toda mirada de comprensión o colaboración para no
ser descubierto por los invasores, pero notaba que su mirada se hacia
cada vez mas blandita y tierna cuando miraba a Carolina. La había
observado, musculo tras musculo, como subía o bajaba las escaleras.
Cuando tuvo posibilidades de juzgar, la vio como una mujer hermosa,
delgada, atlética y sobre todo real. Le costaría mucho tiempo
olvidar el calor de aquella mano que había cogido aquel día.
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