viernes, 27 de julio de 2012

BAJAR DEL ARBOL




“Bien, es absolutamente inevitable que en situaciones extremas actuemos por nuestros instintos  y que además nuestras directrices vitales están también marcadas por ellos.”
Ésto lo oí aquella tarde. No sólo pienso que no, sino que también quiero pensar que no.
No me siento preconfigurado por una naturaleza anterior. El ser humano ya hace mucho tiempo que bajó del árbol.
Hay elementos claramente definibles de momentos en los que se da este control.
En el mundo animal hay un elemento  claro sobre su modo de actuación, tal como es la competencia y la violencia necesaria, intrínseca y esencial de ella.
Cualquier actuación del ser humano en el campo que se quiera que produzca  competitividad  lleva intrínseca la violencia.
            La cultura puede y debe eliminar toda  la competitividad del círculo humano. Esto traerá la disfuncionalidad de la necesaria violencia natural que la mantiene como tal.
El ser humano con su cultura debe actuar por encima de la naturaleza, no en sentido biológico, sino moral
Hay sistemas filosóficos, políticos o sociales que tienen como motor la competitividad. A mi eso ya no me vale, yo ya bajé del árbol.
¿Solución?, la educación.
La educación, no la imitación, según lo dicho antes, es el elemento constitutivo de la cultura, o de lo propiamente humano.
Lo complicado, sería pues, el manifestar los criterios necesarios para su correcta realización, al estar en contra de los intereses usuales y aceptados del poder, del sistema a todos los niveles, desde una Aldea al más grande país. ¡Déjense de educar a grandes expertos en funcionar dentro del sistema, a competir y a ganar!, hay que educar con otros fines y conceptos pues la dicha competitividad es animal, y no humana.


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