martes, 19 de junio de 2012
MICRORELATO
Veo junto al reloj de Andres unos números grabados en su piel, y en el giro que estaba haciendo mi cabeza, me detengo, los observo, y me zozobro en el mareo al descubrir que era el teléfono de la difunta Blanca. Arrastrado hacia la sorpresa, quiero que todo sea un sueño que muera en el olvido. El juez me señala, el jurado me mira, el abogado me pregunta, el tiempo se para, la estancia gira, y a la par resuenan en mis oídos las palabras de Andrés, anoche, diciéndome que no la conoció. Lagrimas de impotencia caen pesadamente sobre el engaño y la mentira.
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