viernes, 3 de marzo de 2017

LA MUERTE DE SÓCRATES





Los alumnos se habían ido ya. En un diván, semitumbado sobre el apoyabrazos y cansado se quedó. La fatiguez de su cuerpo le vaticinaba una muerte no muy lejana. Triste estaba pues pensaba la injusticia en el juicio, por sus conciudadanos, que le habían hecho de sus actos y opiniones.
  • ahy – decía mientras levantaba la última copa de vino - ¡que pocos recordaran todas las ideas y conclusiones a las que he llegado en la experiencia de mi vida!, espero que a alguno de estos alumnos que con tanta sinceridad me escuchan, le valga, al menos para encauzar su vida.
Una risa profunda, tenebre, oscura y alegre sonó por toda la estancia. Realizando una gran contraluz con el sol de mediodía que entraba por las ventanas, vio aproximarse a un hombre vestido de blanco con togas y pequeñas trenzas de soga. Caminaba, pero a dos palmos del suelo. Sócrates, puso la otra mano sobre la cama, y comenzó a abrir la boca. Su pelo era absolutamente blanco, fuerte, rizado, desordenado, y, una grandes patillas, también rizadas y desordenadas.
  • ¡Quién eres, que quieres! - exclamo Sócrates.
  • Espera, ahora te cuento, pero dime, ¿de verdad piensas que tus palabras y conocimientos no pasarán más allá de tus alumnos? - dijo sonriendo con una celestial maldad.
  • Sí, la pequeñez máxima de mis pequeñas charlas en círculos pequeños, hará que mi nombre se pierde en el transito de la información.
  • ¡No, no! - dijo abriendo los brazos y provocando un alargado pequeño temblor de todos los rincones del salón- ¿cuantos habitantes tiene Atenas?
  • Unos 250 mill – contestó con seguridad, espera y curiosidad.
  • ¿Y si te dijera que en un futuro te estudiarán un numero más alto que todos los habitantes de Atenas?
  • Imposible.
Volvió a reír y se giró bruscamente. Una larga cola roja azotaba, con dulzura y elegancia el espacio que iba dejando su cuerpo. Sócrates ya pensó que era su día.
  • Pero ¿Por qué tú has venido? - alegó sin variar un ápize la expresión en su cara. Su curiosidad siempre podía más que su temor.
  • No, siempre viajamos juntos, no te equivoques. Ya te cuento después y dime, ´¿y si te contara que iban a ser millones de personas las que conocerán tus palabras? Por tus alumnos llegaran a otros lugares y serán estudiados por personajes y en paises que jamás podrás, aquí, imaginar.
  • Pero ¿cuando?
  • Te estoy hablando de aquí a 2 mil años - El delirio y la aluzinación espiritual le abrazaron. Pensaba que ocurría debido a la locura de su muerte era máxima y de aquí esta imposible conversación.
    El diablo volvió reír a carcajadas. Tenía la piel que llevaba al descubierto, blanca e impoluta. Menos las grandes y exagerada patillas y las largas melenas rizadas, el resto de su rostro era absolutamente imberbe. Camino dándole la espalda, hasta se volvió a girar enseñándole los pequeños, pero afilados y brillantes, colmillos y le dijo.
  • - ¿Tú eres consciente de la futura utilización de tus palabras?
  • - Ahora sí, y no tengo nada que arrepentirme de lo que he dicho.
    El diablo se giro dándole la espalda, entrecerrando algo los ojos mientras apenas suspiraba una tremenda sonrisa. Lo había conseguido y Sócrates se quedó pensando en la influencia futura de sus palabras en el caso que tomase las dimensiones que este ser de Argos le contaba. Su pequeñez aumentaba en segundos mientras se veía e imaginaba hablando ante millones de personas y cuando el mundo ya no fuera lo que entiende ahora. El diablo le dio la cara otra vez.
  • - Hemos venido, la unidad que formamos los dos, a advertirte del problema que tendrás con los dirigentes de está ya inolvidable ciudad que será.
  • - Sí, lo sé, pero mi sitio está aquí.
    Se giró y comenzó a andar. La cola había desaparecido y la sonrisa se había tornado amable y cariñosa cuando lo miró de nuevo.
  • - Has dado grandes y buenas enseñanzas, y en el futuro, gente y pueblos, más lejanos y deferentes posibles, habrán oído hablar de ti.
    Sócrates se arrimó hacia el respaldo de su cama. Trataba de ordenar su mente en un acto imposible. El delirio, sin aceleración ni respiratoria ni cardiaca, continuaba.
  • - Tu nombre pasará a la historia, dentro de 2 mil años habrá alguna persona en cualquier lado escribiendo Filosofía o alguna otra historia en la cual tu nombre aparezca. - El mareo y los vértigos le hicieron recostarse algo más. Desde su pequeñez se le hacia imposible aceptar tales medidas.
Allí se quedó levantando su copa al aire y sintiéndose en el punto y momento más álgido de realización de su vida, y entre los últimos efluvios de la copa de vino, sus ojos se fueron entrecerrando mientras el ente celestial le extendía las sabanas sobre los hombros y ponía algo más de madera en el fuego central-


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