Encuentro un gran conflicto entre nuestra necesidad técnica
y el alejamiento que esto produce de nuestra esencia como personas.
Siempre olvidamos allá de donde venimos.
La posibilidad de construir grandes estructuras y formas de
obtener energía, nos han ayudado a la hora de facilitarnos, digamos, el
movimiento con grandes y rápidos vehículos, o posibilitar operaciones laser o
construir enormes edificios donde darnos cobijo a todos. Bien, sí,
aparentemente bueno.
Esta apariencia tiene dos trampas.
Una, imaginada y sabida, consistente en la consecuente
posibilidad de fabricación de todo tipo de armamentos y dos, y peor, el
alejamiento progresivo de una naturaleza de la cual nunca podremos prescindir
de ella, pues siempre, por encima de nuestras decisiones, en nosotros habitará.
Primer ejemplo.
Las grandes acumulaciones humanas, comprendidas y vistas
como elementos consecuente de nuestra acción evolutiva, y esenciales
componentes a prioristicos, no son así.
El sentir la inmensidad de la montaña, la tranquilidad del
valle, la blancura de la nieve en las últimas cimas, el olor a madera y otros
elementos similares, no son un sueño o hecho bucólico, perteneciente a los
cuentos de los niños. No, es una necesidad humana para la correcta formación
como tal.
¿Por qué?
Porqué nuestra esencia que adquirimos en el proceso evolutivo
hasta llegar hasta nuestra constitución actual de Homo Sapiens Sapiens, fue
siempre entre la naturaleza, y de forma directa formativa.
En las primeras formaciones culturales, hace 12.000 años, el
ser humano ya estaba constituido esencialmente y ya tenía la base sobre la que
actuó las formas culturales que fuimos adoptando.
Mirando un documental de carreras de bicicletas de montaña
en el pirineo Aragonés, sentía una atracción sin motivo, más que su existencia,
por las grandes montañas.
La belleza de los ríos, montes, vegetación, estriba en que
allí nos hemos convertido en lo que somos.
Hay algunas personas que se consideran cosmopolitas, otras
no.
Y aquí también surgen dos cuestiones. Una será la necesidad
de estancia para miles de millones que aquí estamos y dos, la artificial
separación que la existencia técnica a colocado entre las ciudades y los
montes.
Si la invasión de
elementos sintéticos, mecánicos y digitales fuera rebajada, la naturaleza
tendría, inmediatamente, una gran recuperación y aproximación.
La dependencia de la tecnología y todos los elementos que
utiliza, nos aleja constantemente de nuestra esencia como personas.
La sociedad es nuestro desarrollo, pero la naturaleza,
nuestra esencia.
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