Ya nos lo han dicho afirmando, sobre la dinámica forma, el
movimiento, del objeto o la imposibilidad de estatificación del concepto,
siempre intentada. (Sólo y únicamente para fingir que es un escrito Filosófico,
imaginaos, pues, a Heráclito y Nietzsche ).
El cambio conceptual y perspectivo de cualquier persona a lo
largo, ya os digo, por ejemplo, de un día, es claro. Y en cada uno de estos
momentos, la interacción con la realidad del sujeto, aun siendo nomás que en la
concepción de éste, se produce, y el mundo cambia de color.
Los sujetos somos entidades individuales y propias y sólo comparable
mediante métodos de repeticiones análogas ( Psicología. J.P Sartre). Más
dinamismo, movimiento, flujo, variedad.
Pues el problema se duplica cuando intentamos, por
competencias propias de nuestro funcionamiento, estatificar los asuntos para su
comprensión. Nuestra siempre mal venida Voluntad de poder (Nietzsche).
Somos libres, y nuestra angustia ante este continua toma de
decisiones (J.P Sartre) en una variable realidad, nos conduce a la
imposibilidad, en la búsqueda de la verdad plena. Quizás Dios te las responda (Kierkegaard)
El movimiento esencial y la falta de necesidad en cualquiera
de sus posible soluciones te lleva a un desorden que lo encuentras
perfectamente reflejado en la música.
La futurización de tus actos producidas en función de la relación
anímica que tengas ante una cualquiera clase de música, son, usualmente
placenteros.
La música nos aproxima, por una similitud de forma, con lo
que aquellos sabios nos dijeron, que era nuestra esencia y la del mundo.
Es posible que su comprensión estribe en un cambio de la dirección
de los componentes. El efecto final, emotivo, no viene dado por la canción, pieza
o lo que fuere, sino por el trace del sujeto al entrar en un mundo que
conoce.
El cambio de actitud y varios efectos más que produce la
música, pienso, es un tema interesante.
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