Y cansado de la normalidad, decidí sumergirme de nuevo en
mis dudas, y aunque no hay ninguna otra manera de avanzar ante lo nuevo, entré directo en el misticismo
al arrivar a unas imposibilidades de seguridad, en su existencia y forma, que
llevan, también, directamente, al cobijo de cualquier conclusión.
En aquellos momentos, me veo más pronto, haciendo misticismo en cualquier oráculo, que
paseando por el ágora vestido de blanco.
Y ¿Cómo contestar a tales preguntas?, y ¿Cuándo puedo hacérmelas
dada sus características?
Es poco oficial y usado referirse a cantoautores en un
intento explicativo de unos elementos metafícos.
Pero, esto no es una explicación, si no una imposibilidad de
explicación racional definitiva y una huida al alma de la belleza.
Única pregunta fundamental y consecuentemente absoluta
sería, dada mi naturaleza humana ¿Dónde está mi felicidad como tal que soy?
Cualquier explicación racional estará siempre sujeta a
cualquier puntualización, negación o relativismo.
El coche de la lógica, en el camino por la gnoseología propia
de la pregunta, derrapa constantemente en cualquier curva hasta llegar a una
bifurcación en la carrera hacia la solución, sin indicaciones que te digan, por
donde continuar hacia la meta.
¿Cómo saber qué es lo que proporciona plenitud en la persona?
Y, cuando escucho música, pienso que el arte.
Sé que el plantear estas dudas, tienen el origen en el trato
con los autores de filosofía.
Pero entiendo que me proporciona más cercanía a mi persona, el
sueño en la canción de aquel poeta entre las guitaras, que la satisfacción que
encuentro comprendiendo la naturaleza dinámica de la realidad en la que Aristóteles
basó su Física y Metafísica.
¡Claro, claro que tiene unas consecuencias ontológicas este
asunto!
Pero el poeta me canta al oído y mis pensamientos cambian.
Freud, ¡Dime!
Seguiré las palabras de aquel y buscaré tranquilidad, entre los
juegos de palabras, sentidos y vividos, en las pequeñas vicisitudes en la vida
de cualquier personas, que cuenta cantando este literato.
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