Erróneo es el intento de escribir tal cual hablo y pienso.
La diferencia entre los pensamientos escritos y hablados es,
en la forma y contenido, enorme. Los pequeños gestos como el elevar ligeramente
el arco ocular o retirarte despacio del
contertulio antes de hablar, actúan de manera constructiva en el significado de
la frase. La interacción de los hablantes en su expresión oral, es directa,
definitiva y definitoria en la comprensión del pensamiento.
En los coloquios
razonamos, entendido como puro elemento necesario para construir las
frases, de manera corrupta. Es decir en la pura y lógica necesidad en el
desarrollo del pensamiento, introducimos,
utilizamos y expresamos elementos sentidos, vividos, pasionales y
circunstanciales que dichos y hechos en aquellas circunstancias, tienen su
sentido total. Pero sólo ahí.
El escribir es el arte de la belleza y la forma en la
construcción de frases. El lector es una persona en un acto receptivo en el que
no interviene en su creación. Los conceptos han de estar acabados y las
expresiones completas. No puedes introducir esa idea que mirando a los ojos del
lector mientras la dices va a comprender, sólo y simplemente porque nadie te
mirará ni oirá. Esto dicho en tono genérico, sin personas.
Los ensayos albergaban la dificultad e incomprensión propia
de un pensador arrastrado por sus emociones que escribe pensando, en un
ejercicio de fantasía abominable, que
sus temblores y caricias están también, en ese momento, en la cabeza o corazón
del lector. Y de eso nada. La distancia
entre el lector y el escritor, es siempre, grande.
Nada tiene que ver esa frase del amigo que aquel día maldijo
su suerte en el bar rodeado de amigos entre cervezas y la reflexión que me hizo
ese otro amigo cuando maldijo su suerte aquella mañana escribiendo su reflexión
para decírselo a otra persona en la comprensión de la distancia.
Así pues, se acabó de escribir pensando y circunstanciándome
en la cercanía del contacto humano y abrazo la lejanía y distancia de la
construcción correcta de las ideas en frases escritas en las que la comprensión
se queda sólo en ellas y la figura comprensiva del escritor como tal,
desaparece.
Escribo entendiendo el texto como arte del espíritu y deporte del alma,
de pensamientos que realiza uno cualquiera y para otros tantos de lo mismo, es
decir cualquieras también.
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