Que unos
dejen descansar los huesos de los poetas en la tierra y a sus versos,
otros, volar por encima de la historia.
Que no me hablen siempre de moda o de
motor y me envuelvan en alguna conversación de filosofía o música.
Que dejemos tantas frivolidades y
abandonemos el camino hacia el vacio.
Que el caballo del mercado no se nos desboque
entre la entrepierna y sea el fiel, domado y adiestrado rocín que arrastre pacíficamente
nuestro carro en la vida.
Que la inconformidad sin salida no
atraque en nuestro corazón y el barco de la voluntad abandone la ciudad en
busca de nuevas tierras.
Que se estropeen todos los televisores del
mundo y que vivamos sin hacer caso a los que te cuentan que les ha contado otro
que contaba lo que pasaba.
Que el alcohol no sea el agua bendita que nos arrastra a los templos
sordos de la noche.
Que componer un poema sea condición necesaria
para acabar los estudios.
Que nadie pueda ganar más de mil veces
en nada que ninguno.
Que atardezca y se ponga el sol en la
contemplación placida de una pareja en un balcón del medio de la ciudad.
Que seamos conscientes del caldo para
cucarachas que estamos cociendo.
Que los libros dejen descansar las
camas sobre el suelo, que dejen de ser plataformas de la lamparita y salten y
tomen el bolsillo de la gabardina para
abrirlos en cualquier lugar.
Que la carpa del circo no cubra toda la
ciudad y que las cortinas del teatro no cierren todos los días.
Que no nos vendad lo que no queremos ni
les compremos lo que no nos hace falta.
Que la crítica no sea crónica y patológica
y la discusión nos sane y construya.
Y sobre todo y ante todo, que los niños no sufran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario