Es
complicado escribir con una temática abstracta, trascendente, causal, especulativa
y otros para saltar, tras esto a una
realidad que tiene poco o nada que ver con su forma y menos con lo escrito.
Es decir, este poco que ver, no hace alusión a lo
injustificado o invalido de los razonamientos, sino a la poca atención, incluso
desprecio hacia esta actitud y escritos. Y mas si es filosofía, que cuando
quema su escritura, las sirenas de incendio suenan por todo el edificio.
Escribir, aun cuan dicen que no, te aleja de esta realidad
humana como tal.
Sólo el mero hecho de la concentración en la conexión inteligible, ordenada, buscada y
comprensible de estos objetos, es decir, ideas con forma de palabras, ya se
entra en un montante que se mueve a otro ritmo y nivel que el usual, mundano y mayoritario.
Escribiendo y leyendo llegas a la bañera de los sueños con patos
de plástico para que juguemos los adultos.
El problema estriba en que esta diferencia de contenido se dilata y aleja. Deja de ser un
pequeño paso y se convierte en un gran salto.
La experiencia lo justifica.
Aquellos libros cuya lectura provoca una pequeña reflexión,
está cada día más distante de una centralita de teléfonos o del bar de la
esquina.
Hubo un tiempo en el que la gente no leía por su
analfabetismo. Cuanta desgracia.
Ahora es mucho peor, pues, además, algunos se vanaglorian de
no hacerlo.
Es en demasiadas ocasiones cuando ves que la persona que lee
o escribe, ya sea filosofía, historia o literatura en general y además les
gusta hablar de esta afición, estas personas forman minorías y son claramente
desplazadas.
Es muy peligroso y dañino para la humanidad que se dé forma mínima
de una dimensión fundamental y definitoria de la persona, del ser humano, como
es leer y escribir.
¡Cuan triste resulta!
Me digo y os repito que penoso que aquel que lo ame, sea
extraño, raro y apartado.
Esta es, como principio y final, la diferencia del
homo. Escribir y leer con la forma del
lenguaje articulado.
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