- Y la democracia se desploma ante mis lagrimosos
ojos – le contestó con una mirada y sonrisa de resignación.
Sufro esta acción desde en punto muy cercano, en un momento de transición gubernamental, por la
falta de capacidad, efectividad, intencionalidad y propósito de aquellos que
serán, para mi mal duplicado, los que gobernaran mi única y siempre incomprendida
por sus integrantes, España.
Me duelen los oídos de escuchar a campanas que no paran de
balancear, remover y aburrir con el asunto de la democracia como el gobierno
menos malo para justificar, con falsa, pero mucha sinceridad, las
circunstancias. Los ojos de mi amigo tienen muchas más lágrimas en esta pena
aparente ante una vía necesaria pero mala.
Pero yo no.
Me planteo, mareado y asqueado de la actitud del resultante
de mi voto, el camino a seguir en la democracia.
Y me concluyo que ante nuestra ignorancia y fácil manipulación
por fuerzas poderosas, que justifican situaciones, opciones y procesos total y
absolutamente perjudícales, no tengan otras condiciones, medidas de elección, procesos
seleccionaros y demás, que proporcionen una mayor utilidad de un gobierno para
cualquier país.
-
Bueno, Alberto (es mi nombre), debes de comprender
que el respeto a la libertad ha de ser máximo.
No quise alargar la discusión y no traté de que me explicara
que entendía él por libertad.
La peligrosa libertad, la convertimos en fundamento de una
traicionera y siempre ingrata democracia.
Canto al viento el deber y deseo de poder expresar mis
intenciones, mis gustos, mis fundamentos, mis ideas. Libertad estética,
organizativa, política, religiosa, intelectual y todo aquello que nos hace ser
lo que somos, es decir, como seres con concepción de si mismo y con la
consecuente capacidad de elegir el camino que le plazca dibujarse.
Ahora, esto no implica nunca jamás que se pueda hacer o
decir todo, ni que todas las personas tengamos el mismo derecho a ocupar
ciertos cargos públicos ya sea por falta de capacidad o por trucos y artimañas
del circuito de cobre que tienen bien insertado en el chip de su propio
funcionamiento.
No quiero que me dirijan grandes oradores, sino
profesionales en los diferentes asuntos.
Y hay, ya se lo aseguro, unas maneras de elegir a las mejores
mentes pensantes para solucionar problemas inmediatos y sus consecuencias
futuras.
Pero no pisaron nunca jamás la sede de ninguna de las
máquinas de producir votos o no bailan como princesas y príncipes entre las
bellas palabras de aquel futuro que ellos, también saben que nunca llegará.
No me atrevo a decir condiciones puntuales, pero sí
generales. Según el campo de trabajo, estudios, preparación, experiencia e
idiomas.
-
¡Eres un hombre elitista y desprecias a otras
clases sociales que no tengamos esas posibilidades! – me dijo, a lo que yo le
contesté:
-
Bien, pero quiero que en el momento, esos
especialistas, entre los cuales no estoy, me den una posibilidad de serlo en un
futuro.
-
¿Y quien los elige? – me contestó haciendo
aspavientos con las manos.
-
Las Universidades – le dije mientras se le
tropezaba alguna palabra en la boca.
Me hastía y marea ver el movimiento de estos
semiprofesionales en nada y que cabalgan por los intereses con sus caballos de
rotundas ideas, que son un su mayoría imposible pero y además, ellos lo saben
también como tales. Son los discursos vacíos cuyo último objetivos es la construcción
pura y dura.
Me paso la vida haciendo filosofia, cuando no la escribo,
martillea, suave y con amor, mis pensamientos. Las ideas finales, las
intenciones, la esencialidades de los hechos son en muchas ocasiones, la
ocupación de mis pensamientos.
Por esto, es por lo que, aunque nunca diría que no, tendría
unas posibilidades limitadas de dirigir al gobierno de un pequeño pueblo.
El total practicismo e inmediatismo basado siempre en la
dignidad de los sujetos debe de ser la intención imperante.
Mi vida quiero que sea arte y belleza, pero también, o mejor,
sobretodo quiero, que los que dirigen mi país sean profesionales en la mejora
del país, para yo precisamente pueda pintar mi vida como considera oportuno.
Pero aquí no acabo el discurso y agarraros los machos.
Ni todo el mundo podría presentarse a ninguna selección
publica ni, y aquí viene la confesión, habría que tener unas condiciones
particulares, aunque extendidas y generalizadas en la mayoría.
Aquellas personas que hayan realizado actos delictivos
contra la sociedad, se les debía de retirar el derecho a voto, tras su
manifestación de negación ante aquello que se intenta construir, y tras esto, y
soy yo el que me agarro a la barandilla, aumentar la edad de voto.
-
¡Si quitamos a los más jóvenes del voto, reducimos
la capacidad de cambio!
Eso me han dicho en muchas ocasiones, pero yo cada día creo
más en la experiencia como camino para tener la capacidad de solucionar los
problemas.
-
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