miércoles, 21 de septiembre de 2016

...del exilio de la Filosofía y la reflexión...



Y me moría de risa de aquel que pretendía buscar alguna verdad en la Filosofía, cuando dejé de hacerlo por descubrir que hablaba conmigo mismo pues me estaba mirando reflejado en las supuestas aguas del conocimiento.
La Filosofía, nunca, pero nunca jamás, será verdadera.
Si cualquier teoría, pensamientos, ideas, las sacas de su contexto, el pensamiento pierde toda su validez y se convierte en un susurro del pasado que convenció y sedujo a algunos en su época y se dio, entre ellos, como verdadera.
Ninguno pasado responde a las inquietudes actuales y sólo fueron construidos para actuar contra o entre un espectáculo que ya, no se da.
La verdad no es más que la superación de lo que ya hubo.
Todo pensamiento, ama, odia, quiere cambiar, busca la verdad entre los objetos circundantes, y ésta no será más que un numero de operaciones mentales que le lleven a una supuesta solución. Ésta lo será hasta que llegué la próxima y sean los otros quien la superen y la dejen dormida y fuera de la actualidad.
Tenemos que estudiar y mucha Filosofía, pero no buscando la solución y la verdad única, que ni la hay ni existe, sino consiguiendo una operatividad máxima y fiable de nuestro pensamiento. Amemos el conocimiento, pero sólo como el funcionamiento bello de nuestro pensamiento.  
La correcta construcción de estructuras racionales bajo principios lógicos y necesarios, nos valdrán como herramienta en la vida cotidiana. Nos prepara la mente para pensar.
Pero no más. Lo demás es un puro acto lúdico.
Soy un Filosofo, por mis estudios y reflexiones, pero la bella verdad en su inutilidad de explicación cosmológica y en su gran labor formativa, me seduce.
Filo en la sophia es mi regalo de cumpleaños.
Impresionado y emocionado por su grandeza, leo y deduzco, siguiendo a los grandes.
La metafísica me vuela, la epistemología me arrastra, la teología me lleva a la duda, la ética me produce rabia y la lógica es mi pasión.
Pero sé que la verdad nunca estará, ni en mis palabras ni en mis pensamientos.
La verdad no tiene más forma que el camino de su búsqueda. Pobre de aquel que piense que con su razón va a llegar a un estado estable e indiscutible.
Es la gran paradoja y contradicción de mis palabras, al levantarlas hasta el punto de solución del que huyo como fin.
Encontraré aquellos verbos que calmen la búsqueda en la inquietud de mis soluciones, trabajaré con esos razonamientos que me hacen olvidar la entelequia de ellos y me llenan con su forma.
Es el opio del pensamiento que me hace olvidar la imposibilidad de una solución global, de una realidad única, de una explicación siempre válida.
Sumergido por momentos y cada vez más en la individualidad y propiedad de mis pensamientos, establezco un paralelismo entre mi vida y la de la filosofía y recuerdo tal y como me la encontré, me enamoré, cuando comencé a estudiarla y como estoy ahora, tal y como acabo el siglo XX, viviendo la realidad como único referente.
Mi amor, textual por el pensamiento, me recuerda al pintor del amanecer, que nunca puede acabar su cuadro al no encontrar nunca la quietud y permanencia del modelo.
La Filosofía me ha enseñado a pensar, a situarme, a discutir, a decidirme, pero sigo tan perdido, no en lo que voy y debo hacer, si no, hasta que punto tiene alguna validez a temporal, mis pensamientos.
La Filosofia, mi amada por siempre Filosofía, está condenada al olvido, por su falta de utilidad directa y su oscuro acto formativo y educativo en las dimensiones actuales.
La educación como personas, dimensional como tales, murió en la pena de las ultima guerra y genocidio Europeo.
Tengo Filo por la sophia, amo al conocimiento, al razonamiento, pero mi camino toma la tangente de la preparacion. Se convierte en un asunto gnoseológico y no ontológico.

Amacado y balanceado en lo que parece, aunque no lo sea, una verdad irresoluble

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