A la mañana siguiente, con un
buen sol pero un frio relajante salieron a almorzar a una terraza
cerca de la playa. La distancia entre el centro de la ciudad y la
playa era poca y se podía tomar una buenas tapas viendo el mar.
Entre boquerones y sepia, hablaban.
- ¿Entonces me dices que su
cara no te suena?
- No, en ningún sitio y
menos en los relacionados en el juego, lo he visto.
- Sabes, Ana, qué lo que más
me preocupa es que me parece que no ha venido aquí a ganar dinero,
cuando tiene cartas buenas, apenas gana y cuando son malas, no pierde
nada.
- Sí, Andrés. Detesto
entrar en el mundo de las sensaciones, ya sabes, pero siento, en
ocasiones, que le interesan más y observa, otros asuntos, cuando te
mira esperando cualquier decisión.
- Pues, bombon, ya te he
dicho que estas son fundamentales. Alguna sorpresa tendrá este
hombre. Lo presiento.
Hablaban de Pedro. Una persona
total y absolutamente normal en cuanto a sus características físicas
menos en su sonrisa y su mirada. Era difícil encontrar algún signo
interpretativo en sus gestos y expresiones, te miraba y sonreía
igual que cuando apostaba 1.000 euros a cuando te pedía fuego.
Dejaron de conversar sobre sus
andanzas de póquer y comenzaron a discutir, si había beneficios,
donde se irían cuando aquel tomate terminara. Qué si San
Petersburgo en avión a si a Nápoles en la moto. Cada uno salió por
su lado preparando la ceremonia de llegada al casino.
Todo permaneció como lo que
había sucedido todos los días y allí habían entrado uno a uno y
cada cual más discreto.
Con la dinámica de las
partidas anteriores, lo que estaba pasando era, que todos se estaban
llevando, le estaban ganando, todo el dinero a Antonio.
La sensación de nerviosismo y
desesperación era evidente éste.
En la mitad de la partida
Antonio se levantó. Había perdido todo lo de aquel día. Y casi
sollozando comenzó a decir que no iba a firmar más cheques.
- Antonio, no puedes hacerlo a
no ser que quieras abandonar totalmente todas estas partidas, aquí y
en otras muchas mesas, sabes que por el bien de todos tu nombre
saldrá de esta mesa totalmente magullado – dijo Pedro con la voz
firme, mientras todos miraban impertérritos la escena, no habrá ni
uno sólo de esta mesa, por su bien, que no lo diga tu nombre allá a
donde vaya.
Tropezando con todo se fue
mascullando maldiciones. Entre los Whiskies y los nervios
desequilibrado salió.
- Antonio Mirales – dijo
Ana, acordémonos.
Tenían todos muchos
kilómetros recorridos al rededor de las mesas de póquer y estas
situaciones ya les eran conocidas. No le dieron apenas importancia.
La partida siguió con normalidad. Dos o tres manos interesantes, un
par de situaciones tensas y nada más. Acabó y bastante relajados
comenzaron a levantarse de la mesa y como todas las noches, cada uno
salió hacia algún otro lado como si no se conociesen.
Ana acudía al hotel a la
media hora de haber acabado la partida y Andrés a la hora entera y
su sorpresa, de ambos dos fue mayúscula cuando se encontraron a
Pedro, como no sonriente, en la puerta del hotel.
- Casi me engañáis, pero
no, bien con ayuda, pero no. Dormís juntos y actuáis en equipo
¡falta! - dijo pedro carcajeándose, sentémonos, compañeros de
mesa.
El café del hotel tenía una
decoración bastante simplista donde era difícil encontrar un lugar
minimamente discreto. Aún así, lo consiguieron. Cuando llegó al
hotel Andrés, Pedro ya había llegado y estaba con Ana, con lo que
apenas pudo conversar con ella y salir de la sorpresa que llevaban.
Los dos se sentaron y se quedaron mirando a Pedro expectantes.
- Sí, sí, me gustáis mucho,
tenéis estilo y apostáis para ganar, tenéis buenos movimientos y
se entiende que sois unos buenos profesionales sin miedo a jugar.
- Vale, vale, pero y vamos a
tratarnos ya con sinceridad y díganos ¿de qué nos está tratando
de intrigar? - dijo Ana
- Sí – echándose hacia el
respaldo de la silla y sonriendo, cuéntanos este asunto a qué viene
-continuó Andrés
- Vale, de acuerdo, os diré
claramente – hubieron un par de segundos de decisión, quiero que
vengáis conmigo a un país Árabe, ya os diré cual, a realizar una
estafa tremendamente grande.
Se incorporó en el asiento y
miro sin pestañear a ambos dos. Parecía aquello de dos manos
buenas, mucho, en una sólo partida. Se miraban como si estuvieran
todavía en la mesa del casino.
- Con sólo esos datos, yo,
independientemente de lo que haga Andrés, no te puedo contestar.
- No tengo ningún problema
morales en realizar una estafa a esos niveles pero sí metodológicos.
A quién, cómo, qué beneficios y más, así que hasta que no nos
cuentes, hombre misterioso – añadió con una mirada de solvencia,
más cosas, no te voy a contar nada.
- Sí, lo comprendo y así lo
esperaba. Jugáis bien al póquer y tenéis bien controlada vuestra
capacidad de decidir. Cuando acabe la partidas, que nos quedan dos,
os contaré todo el asunto.
- Bien, de acuerdo.
- Vale, así quedamos ¡ah!, y
recuerde Pedro, el qué me acueste con Andrés, no significa que
formemos un equipo en las ganancias que pienso tener – le digo
mientras le esbozaba una mirada maliciosa y misteriosa.
Salieron del bar y,
extrañamente para los dos, se fueron juntos al hotel, y una vez allí
y debajo del mismo albornoz del día anterior y también desnudos y
recién duchados, Andrés le preguntó.
- Óigame, amor, ¿qué
quisiste decir con eso de que nos acostamos pero poco más?
- Andrés ¡tanto jugar al
póquer y no ves un pequeño farolillo!
Le miró mientras se acomodaba
en el sillón y Andrés, con cara de confusión, la fue calmando
mientras se acomodaba también.
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