viernes, 16 de diciembre de 2016

...la muerte en la Entropía...




-         Mira Pedro, las posibilidades ya son reales.
-         Superando demasiados inconvenientes – contestó tajantemente.
-         Sí, cierto, pero los campos de estudio ya están moviéndose por el mundo de trabajo conveniente para este fin.
-         Andrés – se echó algo hacia atrás- de esta incipiente capacidad para regenerar los tejidos y componentes orgánicos, aplicables al ser humano, está muy lejos de hablar de la inmortalidad.
-         Sí, estoy de acuerdo contigo, muy difícil, pero imaginable, pero el asunto y disfrute es otro….preguntarse, si dándose la posibilidad de ser inmortales sería positivo para nuestra especie
-         Imagino que queras que te conteste sin ningún elemento personal, religioso,  propio y  abstracto.
-         Sí – le contestó mientras gesticulaba con sus manos un sincero gesto de invitación.
-         ¿la desidia y el cansancio?
-         No, pues eso es un asunto personal, no  aplicable al funcionamiento global del sistema.
Pedro se quedó mirando a su amigo con cara de interés. ¿por qué sería un elemento autodestructivo la infinitud?.
-         Y, además, define empíricamente un hecho puro y espiritual, entonces – añadió Pedro. Pero dime, ¿Dónde está su mal?
-         En la falta de regeneración mental, espiritual, intelectual, sentimental. Por impedimento  añadido, los nuevos nacimientos cesarían. Espacio, mantenimiento…hay un límite.
-         Bueno, pero no veo el impedimento para el crecimiento esencial como personas. La evolución regenerativa, no impide el cambio cosmológico en su totalidad. Cierto que los cambios globales existentes han sido por personajes concretos y regenerativos,  pero si no ¿Qué problema hay?
-         Mira, amigo, la evolución y trasformación es en sí un cambio, y los cambios, del ser humano como social, está en la aparición de nuevas mentes.
-         Vale, vale, Andrés – y Pedro sonrió ligeramente - ¿Qué problema hay, sí Platón diese una conferencia en el Ateneo y Aristóteles diera entrevistas paseando por el nuevo cauce  del rio, aquí en Valencia?

Pedro realizaba gestiones en la Editorial y Andrés diseñaba y operaba en el proceso de impresión de los libros. Fuera del café, no los hubieras colocado en esta situación. Andrés, tenía más inquietudes y conocimientos humanísticos y Pedro era un hombre culto e inquieto. Su margen de unión era las discusiones sobre asuntos, siempre y en la temática que fuesen, con aspiraciones trascendentales. Pedro tenía un gran interés e inquietud por el conocimiento y Andrés siempre sentía lo que decía.

-         Que no situarías a estos dos envidiables personajes en las circunstancias actuales. Son las nuevas mentes las que superando a las anteriores trajeron el supuesto cambio  correcto y evolutivo -  replicó Andrés.
-         ¿Y por qué hemos tenido la necesidad de cambio?, ¿es que no nos podíamos haber quedado en la Atenas de Pericles y no ir a más? – preguntó Pedro, con cara de curiosidad y  sinceridad, esperando una respuesta.
-         Porque todo sistema esta regido por el principio de Entropía y es entonces imposible mantener  un orden total eterno, sino un desorden total final. La degeneración es un hecho componente de toda organización.
Tras esto, Andrés, echó un breve resoplido mientras se erguía.
-         Aquí tienes una prueba empírica de por qué no podemos esencialmente ser eternos y, como conclusión, que la muerte es un elemento compositivo de nuestra esencia. No te he dado ningún elemento a apriorística, ningún juicio primero. Es empirismo, es un hecho empírico para hablar de nuestra esencia mayor.

El barman estaba boquiabierto a pocos metros de los dos. Pero no lo estaba por las conclusiones y trascendencia de sus palabras, lo estaba por la temática y los términos utilizados – muerte, infinitud, regeneración, entropía – y además era una sorpresa llena de benevolencia añadiendo, entre sonrisas  - ahyy, cómo están estos dos.

La temática continuó, hasta que, muy sucintamente, Andrés dijo que se iba, Pedro que se iba también, el barman, entre risas que él se quedaba, y sin dejar de hablar, pagaron  y, tras un par de frases de cada uno en la puerta del café, se fueron en direcciones opuestas.

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