- Pero, !qué más da¡, no tiene ninguna utilidad, ningún uso, ninguna existencia entonces.
- No, Andrés, no, sí que la tiene pero depositándola en otro lugar diferente de donde tú la colocas.
La tarde había pasado lentamente
acariciando las paredes del café. Había casi circunvalado
íntegramente a Pedro y Andrés. Tras la salida del trabajo, y por
accidente, habíanse envuelto en una siempre engañosa discusión.
Andrés siguió.
- Y ¿qué más me da conocer la verdad si no me provoca la felicidad?, ¿la verdad de todo en un libro, te produciría más placer y felicidad que tres meses recorriendo los Andes con todos los gastos pagados y a tuti plene, sin leer ni el periodico?, ¿caminar hacia el autobús del trabajo, con el libro de la verdad, única e invariable, en la sobaquera te haría más feliz que caminar, con tranquilidad, tras tomarte un pequeño bermut, yendo hacia la opera, como cualquier día hubieras ido sin ninguna obligación para el día siguiente, y no te hubieras, cogido para no leer, el libreto narrativo?, ¿la felicidad es cuestión de dinero o sabiduría?- dijo alzándose unos milímetros del alto taburete a orillas de la barra.
- Andrés -dijo Pedro- eres extremista hasta lugares insospechados. Esas circunstancias no se dan, nunca existe una elección tan radical. Recuerda, el termino medio, el termino medio, quizás ¿un dinero suficiente para bienvivir nomas, pero poder culturizare con intensidad? - le dijo levantando ligeramente la ceja izquierda. Tardo un rato en aparecer, pero poco a poco Andrés comenzó a exponer una sonrisa.
- Son situaciones imaginadas pero que son absolutamente descriptivas del problema. Si no se plantean realizaciones totales no podremos apreciar la utilidad del hecho. Así pues te sigo preguntando, ¿irías en autobús a trabajar a la oscuridad del garaje con tu libro de la verdad o preferirías que te recogiera tu chófer para llevarte a que pasearas oyendo música con los auriculares por la vera del mar?
- Bueno – dudando fue a contestar Pedro, consciente de que se estaba metiendo en una trampa- creo que el viento de la playa y la sensación de libertat que produce, me anima más.
Cuando iba a contestar paso por su lado
una mujer. Era Marta, trabajaba en el departamento de gestiones, con
Andrés, y, tenían, los tres, sin duda, conexión. Los miró al uno
tras el otro.
- No, no os preocupéis, extraños. Me voy, sólo era para saludaros - les dijo sonriendo mientras se alejaba saludándoles hasta que se giró.
Pronto volvió la mirada, Andrés hacia
Pedro.
- Hablas desde la influencia y mediatización social actual, impones la sinrazón de la felicidad aceptada como tal. Debido a mal utilización de la sabiduría, está perdiendo todo su fuelle, y ante la prontitud de los medios materiales, en ellos, se la busca. Pero, ya te digo, que lo material, se lo lleva el viento, pero tus conocimientos, siempre estarán contigo. Es la estabilidad de la inútil sabiduría o el desasosiego de posible perdida material, es la plenitud del conocimiento o la locura e inestabilidad del dominio pasional y su grandes placeres, siempre caprichosos materiales. Sabes, no es un asuntillo secundario, debía ser una convicción grande y popular y no un echo ya supuesto pero que no vale, anima, ni mueve nada.
- Bien, vale, ¿y como vamos a viajar en un carro cachambroso y lento, tirado por dos viejos burros, pudiendo ir en un buen deportivo?, diles que no, a las personas como tú o yo, que se suban al burro que ese el camino para llegar a la autentica felicidad, y además, añádeles que es un camino lento y complejo y que siempre estarán, nomas que paseando hacia más conocimiento – dijo Pedro, tratando de evitar, por su lugar, el gesto de pena y tristeza.
Y como, bien traída por los tiempos,
apareció Marta y los sacó a los dos de aquel problema que ya
sabían.
- ¿Vas a ir a la comida de Navidad de la empresa?, ya sabéis que tantas formalidades me ahogan, os necesito – les dijo levantando las manos hacia ellos.
- ¿de verdad tienes interés en esa información? - respondió Andrés entre risas.
- Andrés, lo ha dicho en plural por educación – se giró a Marta y le dijo- sí, si que voy- los tres se rieron muy gustosamente y así siguieron antes de desaparecer entre los ruidos y las luces de cualquier ciudad al anochecer.
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