domingo, 16 de julio de 2017

LA TECNOLOGÍA DE LA FELICIDAD. 2.




Vivo bajo techo techo de la Filosofía.
Me ducho en sus ideas cada mañana que me levante.
Compito constantemente en la comprensión de sus proposiciones.
¡Me gusta!, ¡la disfruto!, me forma y me construye, sí.
Pero no me equivoco cuando me entiendo y veo que la filosofía no tiene ninguna utilidad para optimizar ningún ejercicio práctico humano.
Es decir, mi búsqueda de las esencias queda, no más, con la introspección de la única y exclusiva existencia abstracta, que es mi propia consciencia. Todos los demás intentos de generalización en modo de abstracciones no son funcionales, sino más bien, ansias de totalidad.
Mas que me pese, me arrastro por un amplio materialismo, empirismo y funcionalidad en las concreciones de los actos a nivel social.
La operatividad, sea cual fuera sujeta bajo unos principios básicos – me conformo con igualdad, fraternidad y libertad- no tiene más base existencial que el movimiento optimo del conjunto social.
Por inducción llegares a los principios primeros de funcionamiento y su posterior construcción correcta.
Es una inutilidad funcional, debatir, sobre cual es el lugar al que debe de ir la humanidad.
Discusiones, malformaciones, abstracciones, principios, valores, irreconcializaciones, irresolubles. Estos son algunos de los Adjetivos y Sustantivos que en el camino aparecerían.
La formación del sistema debe de partir sin prejuicios constructivos.
Las únicas condiciones serian la libertad, la fraternidad e igualdad.
La forma resultante, de este movimiento, sin fin pero con condiciones, será incalculable.
La sociedad actual debido a estas - supuestamente bien deducidas ideas formadoras- encasilla y estanca la libertad y movimiento del sujeto.
Esas supuestas verdades concluidas, encadenan los movimientos propios de los sujetos en su capacidad de exponer sus opiniones.
Los caminos ya están elegidos, las elecciones ya están determinadas.

- ¡Mis ganas de ver a los actuales dirigentes de todos los países con la perspectiva de solucionar el problema absolutamente circunstanciado y definido y no de insertar el asunto en un movimiento abstracto que complica o imposibilita su resolución! - me dijo aquel, en el café, tras beberse la última cerveza de la tarde.


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