Patéticos
me parecen, todos aquellos intentos de definir La Felicidad como un
hecho objetivo, esencial, estático.
¡Todos
hemos tenido un momento de felicidad!
¡todos
nos hemos bañado por un momento en el rio de La Felicidad!
Pero,
no para, es un delirio de emociones que no tiene ningún momento de
estaticidad que se pueda dibujar, delimitar, concluir.
¿De
qué nos vale saber el recorrido del rio hasta allá donde nos
llegaran nuestros, siempre limitados, ojos, si nuestro barco se rompe
en el rugir de los improvistos de las siempre injustas aguas del rio
de la vida?
De
nada.
Sólo
cuenta en el estado estético de La Felicidad, el barco con el que
navegues, independientemente de allá a donde lleva el rio que jamás
llegaras a su final.
Es
decir, el orden esencial y metafísico como elemento de búsqueda de
las realidades operativas propias de nuestro actuar, es inútil.
La
felicidad, siquiera en su práctica, tiene ningún aspecto igual en
todos aquellos que disfrutan de ella. Movimiento y más movimiento.
La
manera resolutoria del asunto será un orden correcto constructivo.
Orden,
siempre orden, que es el mejor de los instrumento para llegar a una
siempre ansiada pero nunca conseguida, justicia total.
En la
puesta en practica de cualquier orden se produce el encontronazo
entre el individuo y la totalidad.
Y aquí
aterriza el problema máximo, pues ¿tendré que renunciar a parte de
mi libertad por el bien del conjunto?
- Sí, hombre – tengamos un comportamiento cívico.
- No compañero, te hablo de una formalización de los problemas en los cuales el individuo desaparezca y vengan y entren, las variables constructivas. Es decir, es la resolución de los problemas entre países, comunidades e individuos olvidándonos, en todo momento, de aquellos sujetos que son representados por aquellas variables y actuamos con ellos como si tuviesen entidad propia y no mojama cargada de historia que siempre deja olores y aromas en las manos.
- ¿Eres consciente del mal que trae la prioridad máxima de los ordenes?
- Sí, sí – le contestó algo irritado a sabiendas de las verdad de sus palabras – pero me da lo mismo, me la juego y te lo digo, mis ganas que hubiera un orden constitutivo a nivel mundial que limitara mi libertad pero que diera más estabilidad para realización propia e individual.
- En España ya tenemos unas leyes que se encargan de eso ¿No?
- No, te hablo del desapego a todo estado estético, moral y propio a la hora de construir cualquier nueva circunstancia.
- Es decir ¿cambiar la dirección de la flecha constructiva, tratando de olvidarnos de aquello que, supuestamente, somos concluyendo con lo que debemos hacer y comenzar a construir, sistemas estables, independientemente del contenido de las variables que lo ocupen?
- Sí, eso barrunto, amic.
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