martes, 5 de junio de 2018

LA PIEL DE LOS ZAPATOS



Había hablado con las dos y el estilo, las formas, el talante, la cultura y educación eran distantemente diferentes.
Ana, es sofisticada, espigada y muy elegante y Marta es una mujer discreta, con fuerza y una belleza muy bonita.
Ana, conducía un Mercedes deportivo 300 TI azul. El motor sonaba a melodías y casi que podías ver el flujo del aire en su dibujado perfil.
Ana conducía un Seat Toledo con máximo equipaje y complementos.
Así, tal, llegaron al lugar donde esperaban todas las personas que no conocían a ninguna de las dos.
Los movimientos, la atención, las primeras miradas y preguntas sobre el contenido, fines y condiciones del proyecto fueron hacia el mercedes. A los pocos metros de Ana, estaba Marta, que había llegado en su discreto pero suficiente vehículo, hablando sin apenas audiencia en sus conclusiones y comentarios.
Yo las conocía a las dos y les diré la verdad.
El proyecto no había sido más que la plasmación de unas ideas que tuvo Marta y Ana, en una muy profesional acción, no hizo más que ayudar, muy competentemente repito, en el proyecto e ilusiones de Marta. El trabajo lo dirigió ella.
Pero los ojos les volvieron a traicionar a los periodistas y espectadores.
Dejaron de mirar al sujeto, individuo o persona que bajó del coche y siguieron viendo las curvas bonitas del coche y sobre todo, el Cachè y Glamour que supone conducirlo, cuando la veían acercarse.
El otro coche podía haber sido casi el de cualquiera, incluso una clienta del supermercado contiguo y algo se sorprendieron cuando la Doctora Marta comenzó a opinar y hablar del proyecto.
Es una pequeña exageración que escenifica correctamente como en la sociedad actual, el fondo y el ser de la persona, se pierde y pasamos a ser individuos con propiedades.
Las palabras comienzan a valer menos que la chaqueta, y el adjetivo correcto y descriptivo queda ahogado por las rallas de la corbata.
El sujeto, el individuo como tal produce ya poca curiosidad y ya no es tenido en cuenta como ningún fin vital.
Os explico, nunca y jamas, escuchareis en el tanto por ciento general de lo que somos todos, alguno que en vez de ese precioso chalet - que marmota constantemente cómo conseguirlo, en las afueras os diga que en su pequeño apartamento en la ciudad, quiera alcanzar, digamos, un equilibrio o paz interior.
No nos miramos a los ojos, miramos la marca o la piel de los zapatos.
Habrá que saber que meternos en la vida totalmente material y estética nos aleja del ser que la naturaleza nos ha hecho.
¡que queréis que os diga¡
¿que mi satisfacción radique en la posibilidad de ponerme una súper-maxi chaqueta diferente cada día de la semana?
No, compadres.
Y, si vivís en el equivoco del nirvana de las chaquetas en luces blancas, os digo, sin albergar ninguna duda, os cansareis de ellas, ahora bien, de escuchar o leer, discutir o comentar, los pensamientos de los demás, puede no tener fin tu satisfacción propia.


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