La trampa de la publicidad, la enajenación del individuo y la perdida de la persona.
I.
Nuestro
estado vital, es decir, nuestro conformismo respecto a lo que tenemos
y la felicidad consecuente, es machacado y engañado con las imágenes
oníricas de la concepción más popular y vulgar de los deseos
para ser feliz.
Pues,
¡que bien que iba con mi pequeño coche X, contento y feliz!, hasta
que aquel anuncio me hizo ver que para ser feliz debía de conducir
otro. Uno no, pero otro tras otro anuncio con este tipo de mensajes
invade y ocupa parte del subconsciente propio de cada uno de
nosotros. Y actúa.
Y
las medidas que le daban su felicidad, aumentan y ella, queda más
lejos llena de problemas económicos, competitivos, estresantes.
Lo
que era un pequeño rinconcito en la búsqueda de tu realización
personal, se convierte en un suplicio del quiero porque lo necesito
impuesto por las publicidad y el dominio mediático de la sociedad,
ciega, interesada, con libertad propia y creativa, consecuente de los
medios de relación económica y material.
Pero
y repito, la sociedad toma independencia y los mass media, objetos de
ésta, malforman al sujeto y le crean necesidades, y
consecuentemente, objetos, formas y maneras, innecesarias pero
interesadas.
La
publicidad debía de de desaparecer.
Ninguna
imagen construida con la intención de resaltar alguna cualidad para
su venta, es neutral, justa, valida, objetiva.
La
inocencia se pierde y el dominio mediático transforma al individuo.
II.
Nuestra
esencia primera, si la hay y fuese cual fuera, permanece escondida
bajo las circunstancias que envuelven al individuo.
Sea
cual fuere la época histórica en la que nos situemos, las personas
y su desarrollo humano, físico y mental, está directamente definido
por las estructuras que le rodean.
Actualmente
es máxima la enajenación de la supuesta y querida, siempre,
esencia, bajo una cultura metropolitana que aleja al ser humano de
sus condiciones primeras en las cuales está definido.
Aunque
hiciéramos filosofía tratando de huir de toda la realidad imperante
y circundante, no seríamos capaces de ello, a no ser que ésta
cambiara pues siempre actuaríamos desde ella y siempre estaremos,
entonces condicionados por los axiomas primeros de ella en el
razonamiento.
Admitimos
con normalidad unas normas de relación que son claramente
inadmisible en la obtención de unos mecanismos de propios de nuestra
constitución.
El
los nervios, las prisas, las compras, los vehículos, el ruido, la
falta de contenido y la imposición de las formas, la normalidad en
la dependencia, la violencia normalizada, las mentiras aceptadas, las
estructuras sociales y económicas construidas ajenas al sujeto y
otras cuestiones, han sido vistas, como temas de resolución pero
dentro del marco mismo que provoca los problemas. Y la enfermedad
sigue.
Y
la educación es el hecho en el cual más se descubre este problema.
Para el futuro se considera más importante las divisas que produzca
un país, que los niveles educativos, de cultura y convivencia que
tenga su pueblo en general.
¡Ignorantes!,
hay que ser ciego para no verla, la educación, como directa y única
solución a toda circunstancia.
Estamos
totalmente enajenados por las normas de funcionamiento de un sistema.
La
política actual, no se mueve en función del bien individual, sino
en función de los tantos por ciento de votos obtenidos con
determinadas operaciones.
El
mercado actual, no actúa bajo las manos de los poderos. Va solo. Ni
sube ni baja cuando un individuo lo decide. Los inversores actúan
después de que éste, el puto mercado libre, con vida propia, suba o
baje. No hay límites de beneficios ni de diferencias de ganancias
entre todos los que los componemos.
La
ciudad y los medios de trasporte, condiciona los movimientos y
velocidad del individuo. Tú dejas de decidir el tiempo de trasporte
y la velocidad y te subes al tren de las prisas en la ciudad.
III.
La
persona desaparece y el individuo se difumina.
No
se puede ser uno, sino uno más.
La
realidad física constitutiva del ente ha sido sustituida por unos
sustantivos abstractos sin ninguna existencia.
El
asunto se encrudece cuando los propios individuos, vemos a la
totalidad como una unidad formativa, existente, total y no como un
grupo de elementos individuales, diferentes, propios, tal y como
somos cada uno.
Nuestros
pensamientos se ven limitados y coaccionados por la totalidad, a la
que imaginamos como existente y poseedora de la verdad.
Tenemos
dificultad en sobresalir de lo ya dado y aceptado.
El
borreguismo y colectivismo que tanto significó en su definición
como se da, en su máximo grado, en sus medios.
La
globalización y perdida de autenticidad y diferencia se está
haciendo máxima.
El
miedo a pensar y decidir se hace patente.
Las
cosas ni las ves ni te parecen, solamente las entiendes como los
demás.
No
es tu mundo resoluto y particular frente a la monotonía general,
sino será conseguir la concienciación de la colectividad como la
suma de las individualidades.
Que
la unión no fagocite a los elementos componentes.
La
variación debe ser un hecho constructivo y formativo, pero no,
tratamos y tenemos una serie de principios, pensamientos y formas
admitidos como normalidad y que adquieren vidas ante la aceptación
generalizada.
La
misma validez tiene tu originalidad y diferencia que la de los demás,
pues estos también son tu mismo, con las mismas posibilidades.
No
dejemos que muera nuestro elemento intimo, nuestra individualidad, mi
persona en las manos de las generalidades y la, consecuente
inutilidad de tu posibilidad de escoger un camino diferente
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