sábado, 1 de diciembre de 2012

INMOVILISMO



            Vivimos envueltos en usos  y costumbres que nos marean y engañan.
            Estos dos últimos verbos vienen, no por la maldad de los hechos sino por la imposición irreflexiva.
            Aceptamos  y admitimos con excesiva facilidad lo ya dado y hecho.
            Nuestra capacidad de realizar una crítica constructiva es plena, pero nuestra posibilidad es mínima. Por un lado por la imposición social y por el otro nuestra falta de seguridad en nuestros pensamiento. Vivimos aferrados a la cobardía en nuestras aspiraciones vitales.
            Aquel que piense algo diferente, ¡ahy, pobre de él!, pues lo bueno es lo cotidiano, lo repetitivo, lo usual, como nos decidimos  e imponemos.
            Ahogados en la incomprensión del funcionamiento, busquemos una rebelión vital.
            Las acciones habituales no tienen necesariamente un carácter negativo e inherente pero si hay miedo, peligro y cobardía respecto a cualquier cambio.
            La reflexión intelectual en la búsqueda de la mejoría en las variaciones, suele ser apartada y abandonada. Vivimos sujetos en la engañosa seguridad de lo repetitivo.
            El sentimiento trágico de la vida o la rebelión de las masas son menospreciados e incomprendidos.
            El nihilismo formador es aceptado. La huida espiritual es  tanto admitida como reducida a la no importancia.
            Estamos atrapados entonces en la equívoca construcción social, humana.
            Nos bañamos en aguas sociales que corrompen nuestra naturaleza. Así nos han enseñado a ser felices.
            Somos buenos por naturaleza, nuestra humanidad nos une y nuestra sociedad nos corrompe. Que no nos domine y nos trate y nos construya en ritmos y en etapas.
            Estamos, las personas, por encima de cualquier camino ya marcado y construyamos por nuestra cuenta.  No hay destino, el futuro es contingente y casual y sólo con nuestra libertad actuamos frente a él.
            La globalización potencia la esclavitud generalizada. El anonimato quita valor y decisión a las opiniones y cambios.
            Soñar es necesario, pues sin esto no hay cambios.

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