Embaucados con nuestros propios engaños nos imponemos
dificultades que no existen.
Atados en nuestra cobardía velamos nuestros
pensamientos con problemas falsos.
Las escusas para no cambiar son el pan de cada día.
La vida humana va más allá para aquellos que así
quieren ver y salir.
Me mareo y mi alma voltea con las maniobras de
razonamiento y justificación racional de lo que ocurre y su normalización.
La realidad establecida, toma vida, se impone por sí
misma como entidad independiente con funcionamiento propio en el cual las
personas ya no decidimos y somos un componente más sin decisiones esenciales en
su camino y desarrollo.
Chorradas y tonterías dichas por chaquetas rellenas
de gente degenerada y enferma de la mentira imperante.
La justificación y existencia de algún pensamiento
entendido como competente o acciones vistas como necesarias reflejan
directamente y sin pausa de continuidad una malformación instaurada entre los
seres humanos y que hay que extirpar.
Seamos valientes en opinar y decidir.
Abandonemos la cobardía en las decisiones
aparentemente justas y que por normalidad, para serlo, se quedan en la tierra
de ninguno y no llevan a ningún lugar.
Que las ideas cambien con el lenguaje y éste nos
lleve a la comprensión.
En los momentos de lucidez entiendo la mentira,
apoyada, explicada, normalizada y vista como realidad necesaria. Con nuestra
razón podemos hacer bastante más y mejor.
Ya no tiemblo al afirmar mi repudia total al modus
operanti y teleología propios del cosmos que nos hemos montado, con el ejercicio ya cansino de aquellos que
actúan desde su egoísmo e ignorancia.
Ni violencia, ni desgracia ni mal, pero sí tener
fuerzas para la más grande, magnifica e inapelable ignorancia hacia los responsables
públicos de todo esto, el máximo desprecio desde el desinterés hacia sus actos e ideas.
La sublime indiferencia.
La libertad desde mi error propio.
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