sábado, 22 de diciembre de 2012

LA FALSA ACTIVACIÓN GENERAL




                Embaucados con nuestros propios engaños nos imponemos dificultades que no existen.
                Atados en nuestra cobardía velamos nuestros pensamientos con problemas falsos.
                Las escusas para no cambiar son el pan de cada día.
                La vida humana va más allá para aquellos que así quieren ver y salir.
                Me mareo y mi alma voltea con las maniobras de razonamiento y justificación racional de lo que ocurre y su normalización.
                La realidad establecida, toma vida, se impone por sí misma como entidad independiente con funcionamiento propio en el cual las personas ya no decidimos y somos un componente más sin decisiones esenciales en su camino y desarrollo.
                Chorradas y tonterías dichas por chaquetas rellenas de gente degenerada y enferma de la mentira imperante.
                La justificación y existencia de algún pensamiento entendido como competente o acciones vistas como necesarias reflejan directamente y sin pausa de continuidad una malformación instaurada entre los seres humanos y que hay que extirpar.
                Seamos valientes en opinar y decidir.
                Abandonemos la cobardía en las decisiones aparentemente justas y que por normalidad, para serlo, se quedan en la tierra de ninguno y no llevan a ningún lugar.
                Que las ideas cambien con el lenguaje y éste nos lleve a la comprensión.
                En los momentos de lucidez entiendo la mentira, apoyada, explicada, normalizada y vista como realidad necesaria. Con nuestra razón podemos hacer bastante más y mejor.
                Ya no tiemblo al afirmar mi repudia total al modus operanti y teleología propios del cosmos que nos hemos montado,  con el ejercicio ya cansino de aquellos que actúan desde su egoísmo e ignorancia.
                Ni violencia, ni desgracia ni mal, pero sí tener fuerzas para la más grande, magnifica e inapelable ignorancia hacia los responsables públicos de todo esto, el máximo desprecio desde el desinterés  hacia sus actos e ideas.
                La sublime indiferencia.
                La libertad desde mi error propio.

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