La ciencia del pensamiento o el disfrute del razonamiento o el sentimiento
organizado es decir la filosofía que conozco y manejo, hoy no me vale y no me
sirve.
Un día, como cualquier otro, mi mente se mece en el
sedante producido por mi mente tratando de no sentir lo que veo y no escuchar
lo que me dicen.
Es entonces cuando la filosofía Griega me parece vacía,
la escolástica medieval la entiendo como un camino de huida, el racionalismo
modernista lo siento como ilusiones y la filosofía contemporánea la veo como
alumbrando frustraciones
Pocos días escapo de mis ideas que me mantienen
alerta, busco soluciones y me sumerjo en mi clara y veraz ignorancia. La
tranquilidad del desconocimiento y la resignación ante la imposibilidad es
profunda y me descansa.
No quiero teatro, tragicomedias, dramas, ironías,
quiero pensar desde la minúscula pequeñez a la que pertenezco.
Nietzsche, no quiero el poder desde la grandeza, sólo
la tranquilidad desde mi pequeñez.
Hegel, no quiero ordenar todo el mundo bajo la razón,
sino encontrarme tranquilo y sosegado navegando en el desorden en el que he de
vivir.
Cuánta razón, Heráclito, todo cambia y el rio desciende por el camino de la
vida,
El sol va saliendo, amanece y el sentirme perdido fluye
en el olvido.
Sube el sol con el día, y la ontología de Aristóteles,
me comienza a saciar.
Es entonces cuando atardece y bajo el manzano disfruto con la entereza y
aceptación con Ortega y Gasset.
Y comienzo a andar de nuevo.
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