viernes, 15 de febrero de 2013


HYLEMORFISMO

            Cuando pregunto por esta asunto en alguna conversación me encuentro, con normalidad caras de sorpresa, bien por la temática o por el propio  interés de ella por alguno.
            Y, ante esto, dada la madurez social, en cuanto a la posibilidad de expresarte, lo encuentro como resultado de una malformación de la cultura imperante en el mundo occidental.
            Cuando me encuentro con una variación sentimental o un cambio anímico en un corto espacio de tiempo sin más actividad que meditar, me pregunto si una variación eléctrica o un campo electromagnético pueden dar como resultado un asunto claramente espiritual
            ¿Qué siente el fracaso?, ¿Qué siente el orgullo?, acaso ¿según la forma geométrica de las interconexiones neuronales, en “U” o “V”, provocan el sentir éxito o fracaso?
            Se me escapa por todos lados, sitios y lugares esta continuidad entre mis neuronas y sentimientos, entre mi cuerpo y mi estado anímico.
            El Hylemorfismo cada vez cabe más en mi persona y me lleva a separar la materia del espíritu o el cuerpo del alma.
            Vuelvo a entender que todas las personas tienen en algún momento dado este pensamiento. El problema estriba en que es aceite en agua, el introducir una reflexión sobre esta relación entre la materia y nuestra persona. Es un movimiento intelectual totalmente extirpado de nuestra actualidad, y si se trata tiene muy poco de objetividad en sus conclusiones, sea por ética o religión y todos sus axiomas puros.
            Pienso que debemos de ser consciente de su importancia y tratarlo científicamente, es decir, separarlo totalmente de cualquier valoración y realizando únicamente una investigación fenomenológica.
            Este asunto es, sin duda, el elemento más importante en la definición ontológica del ser humano.
            Sus consecuencias son definitorias y definitivas con respecto a nuestra actuación necesaria y oportuna.

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