Mi sorpresa ante el ridículo se incrementa. Varios fantoches
convencidos de nuestra comprensión de sus verdades a medias me obnubilan.
Salto de un medio de comunicación a otro y el circo no
descansa. No me rio ante inocentes payasos, sino que me mareo en la podredumbre
propia de la jaula de animales.
Platón y Montesquieu llorarían cogidos
de la mano si estuvieran en el espectáculo, junto a Felipe II, lamentándose que
no fue la tormenta económica quien hundió las naves, sino el peso del oro
robado en las Américas.
Listas abiertas ya, pues quiero comprar en pan en el
mercado y no comer bocadillos envasados al vacío y venidos, ni siquiera Dios,
sabe de dónde.
Orbitando al redor del policentrismos sube y baja la
marea de nuestra economía según la distancia con y amplitud de, sus mentiras y
corrupción. La falsa diferencia en los poderes del estado, resulta agria, y lo
que fue agua bendita pocos años a, en vino amargo ha acabado. Regeneración urge.
Firmado por un ciudadano que se ve impotente para el
cambio y se siente atado de la barbas, y nunca mejor dicho, de otros.
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