sábado, 11 de octubre de 2014

LA MISERIA DEL SIGLO XX Y SU NECESARIA SUPERACIÓN



Y el ser humano, allá donde se creía que estaba el centro de la civilización, se pensaba capaz de tener un dominio total sobre el conocimiento, sobre la técnica y sobre la forma y manera de vivir.
Los Ingleses, franceses y Alemanes, sobre todos y algunos más, tenían el total control mundial.
Las grandes teorías económicas, producto del la segunda revolución industrial, al hacer extensivo el comercio y los mercados, explicaban su funcionamiento y eran aplicables. El mercado tomaba vida, era la mano invisible de H. Spenser
La Filosofía se movía en términos del Objetivismo total, caso de Hegel, o la elevación del hombre a su máxima independencia como tal, tal como postularía Nietszche.
Los democracias incipientes comenzaban a ostentar el poder de las decadentes monarquías absolutas.
Los avances técnicos eran acelerados e impresionantes. En pocas decenas las distancias se evaporaron, tanto por los medios como por sus comunicaciones.
Con el fonógrafo de Edison, lo que antes eran meses de comunicación, Europa y los EE.UU, se convirtió en minutos. Jhoin Ford hizo asequible el coche a las masas, el hombre empezó a dominar el cielo con los dirigibles de Solomon Andrews y los aviones de Ader, los aires se alejaron de los sueños, Inglaterra, Francia, Alemania eran cruzadas por grandes vias de trenas. El gran tren transiberiano tomo vida y se pudo cruzar toda Asía. El mundo se hizo, en pocas decenas, más pequeño.
Todo era avance técnico, Medico y Científico, y, además, Europa llevaba varias decenas de años sin guerras entre los países conformadores, que salvo en la alta edad media en la cual la historia se paró, jamás había ocurrido.
En estas circunstancias y por la disputa de unas fronteras tan lejanas para los habitantes de la Europa occidental y pequeñas para los grandes imperios, como fueron las de los países de los balcanes, en este caso Servia, surgió una guerra que engaño a todos, tanto en su concepción como en su desarrollo.
La ilusión por ella de la juventud, por diferentes motivos en los países, como la solución rápida esperada por los dirigentes, se difuminaron en la crueldad y duración de una guerra, que aun equiparable a todas las muertes en la historia realizadas por la violencia, jamás pilló tan de sorpresa ni fue tan desconocida como entonces.
Los soldados Alemanes, decididos y comprometidos, seguros de su superioridad, los soldados Franceses, decididos y sintiéndose justificados, los soldados Ingleses decididos y seguros de devolver el orden, fueron a la guerra engañados de lo que se iban a encontrar.
Se dieron cuenta pronto, de lo misera y retorcida que puede ser la naturaleza humana y que ellos no sabían ni se esperaban. Sintiéndonse ratas en la trincheras. Supieron que su vida no valía más que el precio de las balas. Concepto del ser humano cayo en picado por el camino de la angustia.
La gran guerra, la primera guerra mundial, acabó.
En los países vencedores la angustia anido en el alma de la sociedad y cayó en el olvido. La frivolidad se hizo dueña de su mundo y llegaron los felices años veinte en los cuales solo querían esconder lo que ya sabían que había pasado.
En los países vencidos, la rabia y la humillación había hecho estragos. La máxima racionalidad centro europea estaba siendo vencida por la ideología ciega. Las estructuras democráticas se iban deteriorando.
La concepción de la estructura anímica de las personas cambió. Freud entendió que teníamos otras fuerzas que actuaban sobre nosotros y desviaban nuestra consciencia, el Eros, el Tanatos, nos impulsaban a la atracción o el odio, hablo del consciente, Subconsciente e inconsciente. El ser humano dejó de ser una unidad completa a explicar. Las nuevas ideologías surgieron ante la caída de las antiguas estructuras. Lenin revolucionó al pueblo ruso contra las anquilosadas estructuras monárquicas de los zaristas. Picasso cambió el arte. Munch reflejo la angustia. El existencialismo sustituía todo tipo de objetivismo en el pensamiento. El ser y la nada, no más que ser, nos hablará J.P Sartre. Fuimos parte de la nada y nos convertimos en puros individuos atrapados en el movimiento del tiempo. Es la revolución de las masas que ya había anunciado Ortega y Gasset. La física también tuvo un gran punto de inflexión, cuando Einstein en 1905 y en 1917, dio un vuelco a la concepción del tiempo y del espacio que la especie humana tuvo desde su nacimiento como tal.
En estas aguas calenturientas, en este caldo de cultivo, agarro el poder, tras la aceptación de su pueblo, el mayor asesino, por cantidad, que jamás ha existido, Hitler.
Con el odio acumulado creó el ejercito mas grande y potente nunca jamás visto y que solo fue vencido por la propia ceguez que el odio y la ambición le puso en los ojos al, ya entonces dictador, en su intento de conquista Rusia.
Tras los 80 millones de muertos en las dos guerras, el mundo vivió pendientes de un dedo que apretase un botón y el Argamedon llegase a la tierra en forma de guerra atómica.
Un siglo desastroso, un siglo en el cual el ser humano perdió toda la confianza en si mismo.
Y toda esta miseria la heredaron las generaciones nacidas tras la segunda guerra mundial, buscando cualquier tipo de salida diferente a los hasta entonces impuestos, movimientos hippies, drogas de evasión y buscando nada, absolutamente nada más que la huida.
Las últimas del siglo XX nos hemos encontrado con nada.
En la actualidad la inquietud humanística es nula.
Podemos encontrar en pequeños grupos algún tipo de acción reflexiva o filosófica discutiendo sobre nuestro futuro o naturaleza. Pequeños y escondidos por no caer entre las miradas de incomprensión de los grandes programas de espectáculos actuales.
La creencia en la construcción de un mundo seguro, cómodo, humano, feliz, tolerante y pacifico está absolutamente y totalmente perdida.
El practicismo de arreglar como podamos lo que hay para sobrevivir es la seña de todo el movimiento. Es el camino, pero no el fin ni el horizonte que ya no existe.
A nivel del orden mundial, estamos todavía viviendo las consecuencias de las tensiones propias del mundo occidental y esto produce mas desasosiego.
Ni siquiera la angustia de Jean Paul Sartre tiene cabida, el pasotismo y la ocupación en trivialidades es máxima.
Abogo por recuperar la confianza en nuestra especie y genero.
Creo y pienso que podemos seguir buscando una máxima realización de las personas en todos los lugares del mundo.
Cansado me encuentro ya de escuchar como idealistas y utópicas, es decir irrealizables palabras como estas.
No lo hagamos imposible y partamos de lo que hay.
Hemos de recuperar la confianza en nuestras posibilidades y salir del infierno al que la sinrazón del siglo XX ahogo a nuestros pueblos.
El conjunto de circunstancias y hechos que sufrió el mundo en aquellos años no tuiene por qué significar un hecho definitorio y definitivo del ser humano.

Que dejen de llamar soñador a aquel que luche y busque un mundo mejor. 

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