Si
vinieran seres de vida finita, inteligente, con principios y
fundamentos materiales, como los seres humanos, y nos describieran,
probablemente no nos reconociéramos, ni nuestros movimientos,
razones y motivos.
Actuar
de espectador, se me torna imposible ante el necesario vicio que se
encuentra en la conclusión.
No
se puede ser juez y reo en el mismo juicio.
Aplicamos
la falacia naturalista a los juicios que hacemos, pues lo que
entendemos como normalidad y realidad es siempre bajo nuestros
principios formadores y visión estructurada respecto a estos.
Principios
de unión, maneras de resolución de los problemas sociales,
relaciones personales, fines, razones que vemos los humanos en
cualquier lugar del mundo como elementos formadores de éste, pueden
no ser más que modos, maneras y costumbres, de acción y comprensión
válidos para la estancia puntual y la funcionalidad en este punto y
momento, lo cual no implica que este haya de ser así.
La
construcción que la raza humana la da al mundo, tanto físico como
social, aun siendo una constitución racional, no nos lleva a la
necesidad de que así sea.
Si
no tuviéramo altura, solo nos moviéramos en lo ancho y largo, desde
nuestras dos dimensiones, no comprenderíamos el volumen conformante
de la realidad.
Este
visitante espacial, nos podría hacer ver y entender de manera
diferente la realidad con la misma validez que la nuestra.
Esto
nos llevaría, sin duda, a una mayor objetividad y capacidad de
conocimiento propio.
Si
no tenemos, como nos pasa, una visión total y global del asunto, no
se puede entender éste.
Nuestra
visión es interesada hacia nuestra persona y subyugada a nuestros
límites comprensivos.
Nuestro
egoísmo la condiciona.
Nuestros
principios de movimiento, acción y juicio, la malforman.
Si
vinieran del espacio exterior unos seres inteligente finitos y
materiales, probablemente no entenderíamos la descripción que
dieran de nosotros y los motivos, circunstancias que tenemos cuando
actuamos.
Salir
del solipsismo propio y formador es imposible, lo que queda por
estudiar sería la validez que éste tiene, en función de la
importancia o necesidad de describir la realidad en su originalidad o
describirla como la construcción de aquello que podemos comprender.
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