Y por la calle, que subía por la izquierda de la iglesia, a la plaza
llegó y, como siempre, estaba llena.
Los del pueblo, en sus lugares habituales, esperaban y los que de
fuera venían, buscaban rincones por los cuales asomar sus orejas.
A pesar de la expectación, caminaba despacio, a cabeza baja y con
las manos en los bolsillos. Hasta que llegó al centro de la plaza y
alzó, súbitamente, la vista y sin mirar a nadie, pero señalando a
todos dijo:
- ¿a qué venís a aquí?, ¿a escuchar mis dudas e
incomprensiones?, ¿mis quejas y protestas?, ¿mis dolores
existenciales?, ¿es esto lo que lo hace atractivo?
Ahora sí que los miró a todos mientras elevaba los hombros y
levantaba ligeramente los antebrazos en signo de interrogación.
- Ves, ya está con sus acertijos, no nos cuenta nada, nos divierte
con su espectáculo y nuestro aburrimiento – Dijo Matilde, viuda de
Don Anselmo y dueña del supermercado con una gran e irónica
sonrisa. Pero el destino aterrizo y el sabio de pelo y barba blanca
canosa continuó.
- Lo que os trae aquí es el espectáculo – Matilda volvió a
sonreír – pues aquí oís, en mi boca aquello que no os atrevéis
a decir y, después, dejáis de sentir.
Matilda ahora resopló y Marga, su prima más pequeña, hizo una
sonrisa muy discreta – le encantaba cada vez que alguien, sea como
fuera, contradijera o puntualizase a su siempre mandona prima mayor.
Ana y Juan, habían venido de Valencia capital a verlo, pues en un
club-café de libros, les habían comentado que estaba bastante bien
los monólogos de este hombre – elocubraciones distintas,
diferentes, sin medo, les habían dicho. Atentos esperaban.
- Venís aquí a verme y a oírme pues vosotros no sois capaces
aunque lo queréis. Expresar las dudas y extrañezas, sin miedo y sin
sensación de lejanía, es difícil. No os queréis sentiros extraños
entre las muchedumbres. Contaría con los dedos de las manos aquellos
de la plaza que se hubieran plantado alguna vez, cómo son, qué
quieren y hasta donde quieren llegar.
Estas últimas palabras levantaron un murmullo generalizado. Todo el
mundo tenía algo que decir ante estas.
- ah¡, ahora sí, os doy la oportunidad y pie y de una manera
irreflexiva e inmediata discutís, pero, y sigo, ¿alguna vez
mantenéis una conversación pausada, reflexiva, constructiva
respecto, y digamos, a vuestra construcción personal?, no¡,
diantres¡ ninguno? - dijo entrecerrando el entrecejo.
La Sra. Ruiz, desde la sabiduría de sus 92 años, con los ojos
claros y su lucidez mental, sonreía. Entre los anquilosados
machismos de su época poco había podido desarrollar su amplia
perspectiva de pensamientos. No oía términos de esa penuria en
todos aquellos lugares en los que se había movido. Entre las mujeres
de la época, asumiendo el papel que se les había sido asignado, no
había escuchado conversaciones que hiciesen referencia a el valor,
destino, fin o similares de la vida de cada una de ellas. Tenía una
sonrisa llena de tranquilidad y sabiduría. El sabio de las paseos
buscaba su mirada. Encontraba comprensión y empatía.
- Ser tú, es complicado y difícil. No es un acto de dificultad
metodológica, es un asunto de valentía y capacidad de decibilidad.
Cualquier acto humano tiene el mismo valor total que cualquier otro,
pero el valor que toma en el propio individuo es particular. Cuando
empecemos a ser lo que somos sin interferencias circunstanciales
externas a nosotros comienza la felicidad, entendida siempre como la
satisfacción contigo mismo. Hasta entonces viviremos en los demás.
No nos observamos y contemplamos, será, el mundo exterior, mediante
sus sonrisas quien nos configure.
En el edificio más alto en la esquina justo enfrente de la iglesia,
Andrés y Antonio conversaban
- Sí, sí que se acerca a algún autor pero toma rápidamente un
camino nuevo – comentó Andrés, profesor de Filosofía mientras se
inclinaba hacia la barandilla y apoyaba sus codos encima de ella.
- Bien, pero claramente conducen sus pensamientos – añadió
Antonio, profesor de Historia mientras se giraba y miraba a su amigo.
- Es bueno, muy bueno.
- Sí, ya te lo digo y lo pienso.
Continuó dando vueltas a la plaza, hablando de la falsedad en la
cual vivimos.
- y como si estuviese seguro de lo que hablo, dejadme que os diga,
que no dejéis de ser vosotros mismos, si no, la angustia del camino
perdido os llegará algún día.
Tal y como vino, se fue.
Se fue bastante más excitado que cuando vino. Pareciase salirle humo
de la cabeza ante los pensamientos que rozaban entre si buscando el
orden y la paz.
- Este hombre es un listillo – dijo León a Margarita- fíjate las
tonterías que dice.
Margarita giró la cabeza con dulzura y clavo sus ojos verdes manzana
sobre los suyos.
- Y ¿no será que las verdades duelen?
Ya comenzaron, mientras se iba, a levantarse e irse cuando el alcalde
les dijo a los amigos que en la puerta del ayuntamiento, casi
contigua a la iglesia
- Bueno, bueno, éste habla muy bien, y hoy, siendo Sábado, ¿que os
parece unas cervezas en el bar y entre risas lo hablamos?, y riéndose
ya, comenzaron el camino.
Parecía que no, pero dentro y entre sus barbas blancas tenia el oído
muy fino.
- Alcohol, bares y risas huecas…..este es el medio universal de
unión grupal del mundo, triste, muy triste.
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