lunes, 19 de febrero de 2018

DISCURSOS VESPERTINOS (V)




Y por la calle, que subía por la izquierda de la iglesia, a la plaza llegó y, como siempre, estaba llena.
Los del pueblo, en sus lugares habituales, esperaban y los que de fuera venían, buscaban rincones por los cuales asomar sus orejas.
A pesar de la expectación, caminaba despacio, a cabeza baja y con las manos en los bolsillos. Hasta que llegó al centro de la plaza y alzó, súbitamente, la vista y sin mirar a nadie, pero señalando a todos dijo:
- ¿a qué venís a aquí?, ¿a escuchar mis dudas e incomprensiones?, ¿mis quejas y protestas?, ¿mis dolores existenciales?, ¿es esto lo que lo hace atractivo?
Ahora sí que los miró a todos mientras elevaba los hombros y levantaba ligeramente los antebrazos en signo de interrogación.
- Ves, ya está con sus acertijos, no nos cuenta nada, nos divierte con su espectáculo y nuestro aburrimiento – Dijo Matilde, viuda de Don Anselmo y dueña del supermercado con una gran e irónica sonrisa. Pero el destino aterrizo y el sabio de pelo y barba blanca canosa continuó.
- Lo que os trae aquí es el espectáculo – Matilda volvió a sonreír – pues aquí oís, en mi boca aquello que no os atrevéis a decir y, después, dejáis de sentir.
Matilda ahora resopló y Marga, su prima más pequeña, hizo una sonrisa muy discreta – le encantaba cada vez que alguien, sea como fuera, contradijera o puntualizase a su siempre mandona prima mayor.
Ana y Juan, habían venido de Valencia capital a verlo, pues en un club-café de libros, les habían comentado que estaba bastante bien los monólogos de este hombre – elocubraciones distintas, diferentes, sin medo, les habían dicho. Atentos esperaban.
- Venís aquí a verme y a oírme pues vosotros no sois capaces aunque lo queréis. Expresar las dudas y extrañezas, sin miedo y sin sensación de lejanía, es difícil. No os queréis sentiros extraños entre las muchedumbres. Contaría con los dedos de las manos aquellos de la plaza que se hubieran plantado alguna vez, cómo son, qué quieren y hasta donde quieren llegar.
Estas últimas palabras levantaron un murmullo generalizado. Todo el mundo tenía algo que decir ante estas.
- ah¡, ahora sí, os doy la oportunidad y pie y de una manera irreflexiva e inmediata discutís, pero, y sigo, ¿alguna vez mantenéis una conversación pausada, reflexiva, constructiva respecto, y digamos, a vuestra construcción personal?, no¡, diantres¡ ninguno? - dijo entrecerrando el entrecejo.
La Sra. Ruiz, desde la sabiduría de sus 92 años, con los ojos claros y su lucidez mental, sonreía. Entre los anquilosados machismos de su época poco había podido desarrollar su amplia perspectiva de pensamientos. No oía términos de esa penuria en todos aquellos lugares en los que se había movido. Entre las mujeres de la época, asumiendo el papel que se les había sido asignado, no había escuchado conversaciones que hiciesen referencia a el valor, destino, fin o similares de la vida de cada una de ellas. Tenía una sonrisa llena de tranquilidad y sabiduría. El sabio de las paseos buscaba su mirada. Encontraba comprensión y empatía.
- Ser tú, es complicado y difícil. No es un acto de dificultad metodológica, es un asunto de valentía y capacidad de decibilidad. Cualquier acto humano tiene el mismo valor total que cualquier otro, pero el valor que toma en el propio individuo es particular. Cuando empecemos a ser lo que somos sin interferencias circunstanciales externas a nosotros comienza la felicidad, entendida siempre como la satisfacción contigo mismo. Hasta entonces viviremos en los demás. No nos observamos y contemplamos, será, el mundo exterior, mediante sus sonrisas quien nos configure.
En el edificio más alto en la esquina justo enfrente de la iglesia, Andrés y Antonio conversaban
- Sí, sí que se acerca a algún autor pero toma rápidamente un camino nuevo – comentó Andrés, profesor de Filosofía mientras se inclinaba hacia la barandilla y apoyaba sus codos encima de ella.
- Bien, pero claramente conducen sus pensamientos – añadió Antonio, profesor de Historia mientras se giraba y miraba a su amigo.
- Es bueno, muy bueno.
- Sí, ya te lo digo y lo pienso.
Continuó dando vueltas a la plaza, hablando de la falsedad en la cual vivimos.
- y como si estuviese seguro de lo que hablo, dejadme que os diga, que no dejéis de ser vosotros mismos, si no, la angustia del camino perdido os llegará algún día.
Tal y como vino, se fue.
Se fue bastante más excitado que cuando vino. Pareciase salirle humo de la cabeza ante los pensamientos que rozaban entre si buscando el orden y la paz.
- Este hombre es un listillo – dijo León a Margarita- fíjate las tonterías que dice.
Margarita giró la cabeza con dulzura y clavo sus ojos verdes manzana sobre los suyos.
- Y ¿no será que las verdades duelen?
Ya comenzaron, mientras se iba, a levantarse e irse cuando el alcalde les dijo a los amigos que en la puerta del ayuntamiento, casi contigua a la iglesia
- Bueno, bueno, éste habla muy bien, y hoy, siendo Sábado, ¿que os parece unas cervezas en el bar y entre risas lo hablamos?, y riéndose ya, comenzaron el camino.
Parecía que no, pero dentro y entre sus barbas blancas tenia el oído muy fino.
- Alcohol, bares y risas huecas…..este es el medio universal de unión grupal del mundo, triste, muy triste.





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