martes, 6 de febrero de 2018

Las grandes ciudades y la denostada soledad.




Tenemos la tendencia a las grandes acumulaciones pues las entendemos como camino normal y propio para la proyección y realización como seres humanos.
Las grandes ciudades, de millones de habitantes, son el nido donde se desarrolla la esencia humana en la actualidad. La más alta multitud de intenciones, vidas, maneras, usos, costumbres, actos, ocupaciones, creencias, sentimientos y demás, dadas en su conjunto, son aceptadas como un momento máximo de cultura y el movimiento propio y correcto.
Pues dejadme que os diga lo que pienso.
El individuo se convierte aquí en una nada, en un suspiro sin capacidad de decibilidad, perdido entre la incomprensión de la indiferencia y el olvido de todos los demás por nuestra falta de intereses directos y comunes.
Imagínense que conocieras a tus vecinos, imaginémonos que el funcionamientos de la vida de la pequeña organización humana fuera colectivo y tus decisiones tuviesen una repercusión directa y fuesen escuchadas por todos aquellos que serán productos de ellas. Tu voz, o cuentas con fuerzas economicas que levanten su volumen o no será más que una opinión que se oye pero no se escucha ni se lleva a practica en un mínimo sentido grupal.
Las grandes agrupaciones humanas deberían de desaparecer, el ser humano debería de huir de colectivos que le despersonalizan.
Salgo a la calle y mi enajenación es máxima ante cualquiera que me cruce ya que una decisión de él o ella y una decisión mía no nos serán nada repercutivas, del uno con el otro.
El único futuro humanizado del mundo, es la disolución de las grandes agrupaciones anónimas en las que los individuos desaparecemos y no somos nada en ellas.
Quiero discutir con el vecino las condiciones del lugar allí donde vivo.
No cito a Engles y hablo del Anarquismo, hablo de una disolución de las grandes entidades donde las personas desaparecen.
Parece ser que no somos conscientes de nuestra capacidad de realización propia y única.
El contacto es necesario tanto por bienes materiales primeros como por nuestro desarrollo personal, pero, reitero, el contacto. En las grandes ciudades el contacto es mínimo. No hay que confundir nunca jamas el contacto, la conversación, las inquietudes comunes, los bienes colectivos, con los amontonamientos que nuestras maneras productivas y organizativas nos han llevado.
La soledad ha sido despreciada, denostada, abandonada. La reflexión propia, individual, tuya, exclusiva es un camino lleno de piedras ante su falta de transito.
La búsqueda de razones propias conformes a tu persona, son vistas como una rareza.
Aquel que no se encuentre subyugado a unos movimientos colectivos y globales es aislado en su aparente patología y malversación de una supuesta correcta realidad.

No quiero perder mi potestad propia e individual, pero cada vez, encuentro más complicado expresar la ridiculez que encuentro en muchos movimientos colectivos que realizamos.

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