Tenemos la tendencia a las
grandes acumulaciones pues las entendemos como camino normal y propio
para la proyección y realización como seres humanos.
Las grandes ciudades, de
millones de habitantes, son el nido donde se desarrolla la esencia
humana en la actualidad. La más alta multitud de intenciones,
vidas, maneras, usos, costumbres, actos, ocupaciones, creencias,
sentimientos y demás, dadas en su conjunto, son aceptadas como un
momento máximo de cultura y el movimiento propio y correcto.
Pues dejadme que os diga lo
que pienso.
El individuo se convierte aquí
en una nada, en un suspiro sin capacidad de decibilidad, perdido
entre la incomprensión de la indiferencia y el olvido de todos los
demás por nuestra falta de intereses directos y comunes.
Imagínense que conocieras a
tus vecinos, imaginémonos que el funcionamientos de la vida de la
pequeña organización humana fuera colectivo y tus decisiones
tuviesen una repercusión directa y fuesen escuchadas por todos
aquellos que serán productos de ellas. Tu voz, o cuentas con fuerzas
economicas que levanten su volumen o no será más que una opinión
que se oye pero no se escucha ni se lleva a practica en un mínimo
sentido grupal.
Las grandes agrupaciones
humanas deberían de desaparecer, el ser humano debería de huir de
colectivos que le despersonalizan.
Salgo a la calle y mi
enajenación es máxima ante cualquiera que me cruce ya que una
decisión de él o ella y una decisión mía no nos serán nada
repercutivas, del uno con el otro.
El único futuro humanizado
del mundo, es la disolución de las grandes agrupaciones anónimas en
las que los individuos desaparecemos y no somos nada en ellas.
Quiero discutir con el vecino
las condiciones del lugar allí donde vivo.
No cito a Engles y hablo del
Anarquismo, hablo de una disolución de las grandes entidades donde
las personas desaparecen.
Parece ser que no somos
conscientes de nuestra capacidad de realización propia y única.
El contacto es necesario tanto
por bienes materiales primeros como por nuestro desarrollo personal,
pero, reitero, el contacto. En las grandes ciudades el contacto es
mínimo. No hay que confundir nunca jamas el contacto, la
conversación, las inquietudes comunes, los bienes colectivos, con
los amontonamientos que nuestras maneras productivas y organizativas
nos han llevado.
La soledad ha sido
despreciada, denostada, abandonada. La reflexión propia, individual,
tuya, exclusiva es un camino lleno de piedras ante su falta de
transito.
La búsqueda de razones
propias conformes a tu persona, son vistas como una rareza.
Aquel que no se encuentre
subyugado a unos movimientos colectivos y globales es aislado en su
aparente patología y malversación de una supuesta correcta
realidad.
No quiero perder mi potestad
propia e individual, pero cada vez, encuentro más complicado
expresar la ridiculez que encuentro en muchos movimientos colectivos
que realizamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario