Habíasae
perdido el primer tren de la mañana y le tocaba coger el segundo.
Lo
que era una desgracia, pasó a ser una bendición.
-
Sí, sí, Andrés, mira que me lo he dicho veces, ¡fíjate en el
letrerito de la vía!. Se había vuelto a equivocar. Segunda vez en
años, pero era demasiada evidencia.
Pensose
que iba a tener un pequeño follón pues sus compañeros igual tenían
algún pensamiento despectivo por su supuesto desinterés o con el
mismo por su incapacidad para darse cuenta de la jodida letra que te
decía en que vía salida el tren.
Se
hizo la ilusión que era su cabeza la que más problemas ponía, que
el mundo no tiene capacidad para descolocarte, marearte, aturdir,
sino que es tu cabeza, tu mente, tus pensamientos, tus sentimientos
surgidos de las conclusiones o cual otra cosa similar, lo que
impacta y marea tus pasos hacia allá donde fueras.
El
pasado ya murió, el futuro no tiene ni una sola pincelada, lo único
que hay es presente, el cual, no quiere vivir mareado por los
supuestos incidentes ni agobiado por sus consecuencias.
Decidíó
que iban a ser ellos, los demás, quienes tuviesen que acatar y
sufrir a este descolocado fraile de la minifalda.
El
escaparate social nos afecta a los más débiles, que no podemos
evitar sentirnos observados.
Además
de sentirnos observados, querer y necesitar hacer gozar al que nos
observa. La felicidad está en los demás.
- Jo, Andrés, ¡Cómo exageras!
- No, Antonio, sal del agujero y observa lo que te rodea.
Así
pues, iba a llegar tarde al trabajo y aquella fue la primera vez, en
muchos años, que no se sentía con la necesidad de dar explicaciones
y explicar sus aventuras y desaventuras, o a no ser que se lo
pidieran, y con potestad o suplicios.
En
el tren supuso su inocencia y el camino continuó o comenzó con
tranquilidad mientras se decía y hacia alusión a la capacidad que
tienen aquellos a los que todos permanecemos sumisos a darnos
verdades constitutivas y que nosotros asumimos con rapidez. Es ¿por
lo fuerte de sus razonamientos!, no, es por la falta de creencia en
los nuestros. Aquella mañana comenzó a tratar de imponer más sus
pensamientos independientemente de la similitud, continuidad de
aquellos que supongamos verdaderos y primeros.
Mira,
los pasajeros de este tren - pensaba- que a punto estuve de perder,
tenemos la misma capacidad de encontrar las maneras mínimas de
funcionamiento y ventajas de que cogiera su tren, igual que el
revisor, conductor ayudante, pero pensaremos que cualquier reflexión
sobre el impacto directo que tendrá en nuestras vidas el uso del
tren, se lo dejamos a los que consideramos especialistas.
Y
estos, arruinan nuestra libertad y realización.
Los
valores constitutivos y primeros en cuanto a la dinámica de
funcionamiento y desarrollo del ser humano como tal, están ya
fuertemente asumidos y postulados y el resto de los individuos no
debemos que recogernos ante sus decisiones.
Pero
el tren seguía y ya se acercaba al colegio.
Andrés
se iba repitiendo lo que era importante y, asumiendo la dificultad y
peligrosidad del camino, decidió, siempre respetando a los demás,
encontrar su modo particular e independiente de sentarse, a pesar de
todos los consejos del listo, resabido e interesado, siempre,
revisor.
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