martes, 19 de abril de 2016

...Y la última parada. ..



Y cuando quise darme cuenta, estaba al inmenso y pletórico borde del precipicio de las banalidades, pues me encontraba sufriendo por el significado y el por qué de aquello que me pasaba.
Afortunadamente aquella canción me devolvió a la vida y me sacó del callejón sin salida de la pregunta sin respuesta.
Mis pies despegaron y se libraron de todos los lodos formados ante la necesidad de la búsqueda de puertos trascendentes, eternos e infinitos.
La voz de la mujer que escuchaba acompañaba muy bien al Pop que interpretaba la guitarra y a mis ganas de libertad.
El puntuado, guitarra Española y mis ganas del olvido, se casaron ya para siempre. Se besaron al subir al tren, mientras entre La pasión voló casi toda La filosofía.
La trascendencia de las ideas bajaron del tren, la ontología propia del ser, no tenía billete, la lógica valió, sólo y únicamente, para hervir el agua. La máquina a vapor,  salió a toda velocidad, y, ahora, yo, todavía siento el aire del amado sinsentido.
Partí de la sucia ciudad de mi justificación y llegué a las verdes y felices montañas de mi insignificancia.
Cuando quise darme cuenta, la música me había llevado a aquel lugar que tanto había buscado en la sabiduría de los libros.
Entre las últimas notas trataba de sujetarme a la finitud y contingencia de la vida, buscando olvidar los errores que nunca descansan.
Ponerme un plato más de olvido y sírvame una botella de vino añejo de la inconsciencia.








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