- !Ridículo resultas y eres si
opinas o dices eso!, - torpón.
- ¡Que el ser humano tiene su
realización en el arte y la sabiduría! - inútil.
¡Ja, ja, ja!
- ¿la felicidad y realización del ser humano en los conocimientos ? - ¿quieren que se rían de ti vayas a donde vayas? - ignorante.
Andrés miró con desprecio y
desasosiego al interlocutor. Cargado iba con sus libros. No se
acababa ni uno pero los estudiaba y leía todos con curiosidad e
interés. Lo despreció y se dio la vuelta. Continuó sus andares y
dejo al interlocutor equivocado y sigió en el camino de la
diferencia por buscar la sabiduría.
Y comenzó a hablar solo en el vagón
del tren, que aquellas horas de la mañana, estaban sólo del
conductor y de él.
- ¿Estamos olvidando lo que somos?, ¿nuestra única dimensión de felicidad?
No podía evitar mirar con envidia,
cuando lo estudiaba o leía, la Europa Ilustrada de los siglos
XVIII-XIX, donde buscaban la sabiduría y el poder de los
conocimientos como realización y fin de la vida de las personas.
Andrés no lo era. Su interés era inmenso, pero sus conocimientos
eran los de un simple aficionado. Se imaginaba paseando y yendo hacia
la imprenta para publicar un libro que hablara sobre el circulo
vital de los anfibios, realizado solo por la adquisición de nuevos
conocimientos. Con su levita ajustada de cintura, paseando y hablando
por algún otro ilustrado cuando le explicaba como pensaba planear y
exponer el desarrollo y la problemática.
Odiaba verse ubicado en la época
histórica que le había y le va tocado vivir.
El interés por la sabiduría, la
educación, el conocimiento, como corriente social, había muerto.
Aquel que hablase del amor por la sabiduría sabia que solo lo podía
hacer en círculos cerrados y selectivos, no pudiendo salir de ellos
bajo condena de las risas y las caras de incomprensión colectivas.
- !Mierda¡, me quedo con mi particularidad¡, !no aguanto más la ignorancia bien vista, bien vestida y bien alimentada¡. Cuando veía algunos personajes famosos y conocidos a nivel social sentía desprecio. La pena ya se le pasó. ¿algún escritor, algún científico, algún artista?...no, la sociedad no ve, ni aprecia, ni le importa estas otras cuestiones. Miraba el interés de la inmensa mayoría de los habitantes de la ciudad sobre aquella mujer de los pechos y labios operados o de aquel musculitos con los laterales del cabello rapados que se había peleado por la mirada lasciva de éste a una amiga de aquella.
!No perdáis el tiempo¡, !no
arruinéis vuestra vida¡, !no améis los conocimientos!, !no
busquéis la sabiduría¡...si queréis que os atiendan o hagan caso,
ser vulgares, repetitivos, falsos y cuya visión futura a nivel
general, cosmológico, mundial, personal, no te pase de la sucia
primera esquina.
Comenzó o siguió andando hacia su
trabajo. Con la cabeza baja, mirando la punta de sus pies caminaba
totalmente atrapado estas conclusiones.
- Hombre, Andrés, ya viniste, amigo – era Joaquín, su compañero del piso de abajo, en la imprenta- Estaba gordo como un oso de comer y devorar hamburguesas, sin pausa ni medida - ¿prepara para el circuito del Cheste y GP? - me dijo-...!hamburguesas, cervezas y motos?...a ver ¿qué más?
Y decidme, como le iba a contar que me
me gustaba calcular la velocidad del móvil, vehículo, para llegar a
Andrómeda, galaxia circular situada 2537 años luz de la
tierra...¿cómo?.
Por la tarde, bajó de la imprenta al
café de la esquina y se encontró con Antonio, literato que
publicaba libros haya donde trabajaba Andrés.
- No sufras, amigo – le dijo Antonio a Andrés- la cultura y el amor a la sabiduría, están siendo fagocitados por la ignorancia promovidada por los mercados, el dinero y la codicia de las personas. Pero volverá y nos da felicidad a los que la ejercemos. La felicidad no necesita la aprovación ni seguimiento colectivo.
- De revolutionivus urbitum coelestium, Antonio. Cogeré algún libro y moriré abrazado a éste en mi cama.
Los dos se rieron.
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