El suicidio de la Filosofía.
Con sus largas coberturas de tela de
tele blanca, andaba cojeando y encorvada por el camino de los
conocimientos hacia el lugar del acuerdo, reunión y realización de
la felicidad humana. Pero su cansancio y desesperación eran ya
máximas, pues pensaba que ya jamás llegaría allí. La llamaron
Filosofía y nació en las entrañas de las dudas y la existencia del
conocimiento abstracto. Se creyó con la posibilidad y las fuerzas de
explicar y comprender todo lo referente a las personas. Conservo su
ilusión hasta que una Play Station la arrinconó en el último cuarto
en el que ya se había fundido la luz.
El materialismo nos aleja totalmente
del pensamiento filosófico o reflexivo.
Estoy rodeado de demasiada gente que
está a años luz del un pensamiento reflexivo y genérico que no
salga más allá de los cubatas tomados, de los comensales de la
paella o de las amigas a la fiesta.
Que basura, sonrisas de pato en fotos
falsas.
La filosofía sabía que apenas le
quedaban dos tres curvas más. Sabía que el espíritu reflexivo
quedaba ya en muy poca gente. Estaba enfermo y abandonado. No es que
no lo siguiesen o eligieran su no utilización conscientemente, es
que es un juego, que entre risas e inocencia, como si fuera su la
última travesura, te dicen que no saben nada de esos pensamientos y
autores y lo sitúan en la mas absoluta normalidad, entre risas, por
la pregunta tan graciosa.
La Filosofía se muere y con ella el
espíritu del ser humano.
Veo a la gente actuar en la vida y no
veo ni un solo acto que no vaya mas allá de la inmediatez siempre y
necesariamente relacionado con lo material.
Y la filosofía lo sabia.
No quería molestar con su muerte y
desaparición `pero sabia que ya no tenia cabida ni lugar.
El cianuro descansaba en la mesita de
noche.
La Filosofía venia de las clases de
la tarde en el instituto y de la lejanía de un amor abandonado.
Sabía que nadie la había mirado a
los ojos.
Que nadie había dejado de mirar el
mundo como una inmediatez material y anímica.
El ser humano había dejado de tener
camino de realización, ya no se buscaba la esencia de nuestra
existencia, solo contaba la diversión y disfrute, falso, pasajero,
débil y enfermizo.
Inclino la botellita dorada de cianuro
que tenía inscrito, en Latín, “para los que mueren por la verdad”
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