miércoles, 14 de noviembre de 2018

EL LIBRO A LA CHIMENEA






Sabía que, casi con toda seguridad, no le dejarían entrar al congreso con aquel libro de las soluciones a los problemas de manera racional, desinteresada, neutral, sin más bandos que el bien de la totalidad.
Llevaba años confeccionándolo y los mejores profesionales de muchas especialidades, en su libro, tocadas, abriendo los ojos desmesuradamente, le habían dado, si cabía le decían, su aprobación, aunque él ya sabia de su total validez.
Escéptico, pero ilusionado, llego a la puesta del congreso con su libro entre las manos.
Los leones de la entrada rugieron a medida que el pasaba. Les miró y no sabia si rugían por el apoyo a las soluciones o por olor a sangre que mis ideas comenzaban a despedir.
Las risas del primero fueron quizás algo mas controladas que las del segundo interlocutor al los cuales les enseñaba el libro en el cual se encontraban científicamente demostradas las soluciones y el camino de aplicación de ellas.
El tercero al que puse el libro entre sus manos, fue el subdirector de relaciones laborales de los trabajadores de los diferentes magisterios vinculados a la zona agrícola y laboral del campo y su repercusiones en los mercados centrales. Es que no pudiéronle dar más resonancia ni tonalidad para crear el ministerio y darle algo más de cachivache. Total, hacia unas 5 reuniones anuales para finiquitar todo el trabajo de este pasajero ministerio que llevaba ya 15 años en funcionamiento. Éste, más que risas, que también las hubieron, miraba al libro como si se tratase de un objeto sexual, un consolador, mientras sus pupilas divergían de punto de escape.
    • Señor..ehh...
    • Andrés García – respondí
    • ¿está usted seguro de que en este libro encontraremos la solución a todos los problemas?.
    • Sí, pero no solo estoy seguro, sino que así es.
    • Bueno, Don Andrés, es que las cosas, aun soponiéndolas como verdadera su afirmación, no son tan sencillas.
Y aquí fue cuando comencé a ver con claridad los hechos y los asuntos que seguía, empecinado, en no creerme. Aceptaba, veía que las soluciones podían estar allí – seguía mirando el libro, con su ojo un tanto perdido solo cuando lo hacia, con sorpresa, impresión, excitación, desconfianza y mal rollo de las posibilidades de que se acabase lo que había trapicheada y que le daba muchos euros mensuales de dominio y heradio publico.
No querían soluciones.
La lucha interna entre los partidos y sus inutiles divergencias, le proporcionaban el sueldo. No tenia, aun dándose, a pasos los caminos infalibles a seguir, la más mínima intención de alcanzar ningún acuerdo con ninguna fuerza política contraria que llevase a la paz, orden y efectividad consiguiendo que todas las banales e interesadas instituciones que se habían creado, por efectividad restante dejasen de funcionar.
    • oh¡, y donde conseguir que me miren y me traten así como aquí lo hacen cuando no lo merezco - Don Raúl y su astigmatismo, bien que lo sabían.
Salí del congreso con olor a basura, apestufado de intereses, con los zapatos sucios de malas intenciones y con la camisa desteñida, pues 2 horas allí, ya habían comenzado a actuar sobre mis ideas.
Encendí la chimenea, miré el libro, y lo tiré a las llamas de ella. No estaba dispuesto a luchar contra el mundo. Estaba cansado de soñar con ello. Mi cabeza no podía más. El libro se fue quemando poco a poco, pagina tras pagina, haciendo ver y dejándome bien claro allí se iban mis instiles ilusiones.

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