sábado, 6 de diciembre de 2014

ERMITÁNEO





Y en la mesa de mi trabajo, cabeceo y me duermo.
Lejos ahora de ningún control, mis parpados bostezas y se alzan a media asta.
Una vez resignado, la tranquilidad y el sueño me invaden.
De pronto escapas de todas las supuestas responsabilidades y el sueño nos entra como a un niño tras todo el día jugando en el parque.
El asumir la culpa ex profeso, sin comprender que es un término vacío, es un hecho cotidiano.
Nos cuesta comprender que el mayor avance no es cambiar, sino asumir, sin resignación, lo que hay.
Cuando eramos unos chicos, en mi caso, pequeño, la felicidad es grande, en cuanto que no te sigue ninguna necesidad de realización o es su defecto, de paga de errores.
Cuando crecemos, nos encontramos con la necesidad de superarnos, de avanzar, de construir, e inmolarnos en el suicida deseo de realización vital. No nos podemos quedar contemplando la vida con lago de tranquilidad. Que el tiempo se va, te dicen los pajaritos a tus oídos.
Los niños, pueden pasar horas y horas, perdiendo el tiempo y esto les lleva directamente a la felicidad.
La ansiedad por ser, por llegar, por hacer, nos lleva a la desidia de la insatisfacción.
Entiendo como más fructífero para las personas, que dejásemos a un lado la necesidad última y única de una supuesta realización y dejásemos corretear la vida por nuestras venas, pero sólo como eso, como vida.
Observar desde la ignorancia, la belleza y complejidad de la natura, es un hecho igual de reconfortante y realizador que, digamos, el reconocimiento de un hecho o ideas, referente a tu persona y aplaudidas públicamente.
- ¿Hablas de los ermitáneos?
- No, hablo de vivir desde la consciencia de nuestra pequeñez y humildad. De la poca trascendencia de tus actos y palabras.
Ante esto, sólo hay dos salidas. Una sería el fin en manos de alguna criatura Divina, ante la que nuestras dudas y conclusiones cadecerían de sentido y la otra sería un sin fin, una falta de motivo necesario para la desaparición, un momento puntual en el infinito.
Por propia definición, si el tiempo no tiene fin, los acontecimientos, personas y cosas, aparecerán de nuevo.


 Ante esto último, viene la proposición de la vida desde una óptica desenfadado respecto al motivo último de ella. Hagamos y tengamos un comportamiento ético y moral propio y necesario para la vida en común, pero que nunca jamás nos inquiete la falta de sentido y sí que nos preocupe la incapacidad de disfrutar el momento. Esto es lo único que hay. Y no es resignación. Es verdad e ilusión.

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