A la par que la filosofía me abandona, la poesía me
persigue.
Los rayos que desvelan los pensamientos con
arrasadores aforismos filosóficos se desvelan en rimas y armonías dentro del
corazón con la belleza y arte del pensamiento escrito en forma poética.
El cansino pero deseado camino filosófico, en más
frecuencia cada vez, se me convierte en un tranquilo pasear entre las pequeñas
rimas, sutiles, delicadas, tranquilas y
bellas que se componen caminando entre sonrisas.
Quiero música. En ocasiones, relego las magnificas y
grandes notas altísimas producidas entre los dedos de algún genio acariciando su violín y elevándome, por
asociación pura, hacia lo imposible, por los problemas cercanos y cotidianos
que aquel cantautor me daba y me hacia
bailar entre la feliz y deseada resignación ante la bella fugacidad de esta
realidad.
Tengo tentación de dejar de encajar los grados
componentes de mi vida, en el gran puzle de mi orden interno y comenzar a
saltar realizando escorzos artísticos entre las pulidas y brillantes
piedrecitas que sobresalen dentro de este mar de amores e ilusiones.
Me embadurno de mi amor y quiero a mi mujer. Persigo
a mi libélula bella, técnicamente precisa y hermosamente delicada y escapo,
momentáneamente, del encuadre y esencia en el estudio del ser.
¡Viva la poesía¡, me digo entre los avatares de las
reflexiones cuando me entiendo de corazón poeta, me sé de pensamientos
angulosos, me comprendo de formas punzantes pero me siento muy, muy suave de
espíritu mientras viajo con Ulises en este crucero por el mediterráneo.
Esta es la belleza de la forma, nomás, cuando la
rima sentimental me invade.
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