El sonido circundante hace que entienda mi
singularidad, mi independencia.
Oigo las teclas de mi ordenador y escucho mi voz
desde la lejanía de mi pensamiento.
Sensación, pura sensación.
Me he levantado un tanto convulso.
Los sueños son realidad. Si somos pensamiento como
elemento fundamental y diferenciador, pensamos como propio, estando entre
sueños. Éstos vienen, cambian de color, asoman el placer y dejan entrever las
desgracias. Inquieto, inapelable. A sabiendas de esto, me acosté.
El blanco de las columnas deslumbraba el ambiente.
Resoplaba una brisa celestial mientras deambulaba por el pórtico del Olimpo. Al
final de éste, entre hablaba Zeus con aspecto soberbio y profundo. Me miro fijamente
en la lontanía y pregunto:
- Andrés, semidiós
¿Por qué piensas en la posibilidad de elección si eres libre y esto es
indudable?
El tiempo se paró justo cuando comenzaron mis
pensamientos. ¿Libre? me dije, a la par que al Dios supremo se lo decía. Pero
¿acaso me brinda otra opción con continuidad?, ¿soy parte de esos planes ya
resueltos y acabados en su continuidad?, ¿donde queda mi capacidad de elección
con unos elementos ya configurados y circunstancias impuestas no elegidas por
mi?, ¿soy libre?.
Entre los truenos de Zeus ofendido por sugerir la
posibilidad de otros planes creacionales, me desperté sonriendo de esa
semisiesta tardía e innecesaria, pero grande.
Al coger el coche
camino del Gallo Rojo para ver al grupo de tertulianos de nuestra reunión
semanal sonreía pensando en el sueño o al menos en su interpretación
metafórica.
- “Pero, Andrés, ¿Qué me dices?”, aludió Antonio, “si tú no eres libre
¿Quién lo será?”. Antonio es un hombre práctico, trabajador, serio e independiente,
de ahí que mezclarse que especulaciones e hipótesis indemostrables pero reales
no sea su fuerte. Las comprende pero no las disfruta. Aun contándoles estas
inquietudes mías producto del sueño, las bromas de Sergio, seguían sonando.
Risas, miradas, gestos, expresiones, carcajadas,
escorzos significativos, voces, gritos y felicidad, al menos aparente, sesgaba
toda aquella mesa.
¿Nos sumergimos en otra realidad?, ¿seguimos en
contacto con la habitual y diaria?, ¿buscamos el refugio, el escape, el
significado temporal a nuestra existencia en los sueños? No sé, sigo ignorándolo.
Ya de vuelta, sudado mi corazón y mojada mi
alma en el esfuerzo mental, pase,
siguiendo a mi inconsciente, por entre
los sueños. El aumento de tamaño de mi espíritu, era, es indudable, al alejarse
de mi realidad es progresivo y real. ¡Cuando podré contarlo!
Al llegar a casa aquella misma noche, abrí la puerta
y vino el gato a curiosear. No tiene
nombre entonces, pues yo no lo quiero poseer y además es libre pues no
tiene ni Dios ni amo a quien servir.
- “Hola
Carla, buenas noches”
- “Buenas
noches, cielo”, me contestó ella.
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